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«La Traviata»: maneras de morir

Abre la temporada de La Scala de Milán. En el montaje de Tcherniakov, Violetta fallece sola y en una silla, un homenaje al que protagonizó Maria Callas
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En el año del bicentenario del nacimiento de un icono de la «italianidad» como es el compositor Giuseppe Verdi, el teatro milanés de La Scala, uno de los grandes templos de la ópera, ha elegido para comenzar su temporada la que tal vez sea la obra más representada y conocida en buena parte de los países con tradición operística: «La Traviata». Como marca la tradición, en la noche de hoy, día de San Ambrosio, el patrón de la capital lombarda, La Scala volverá a convertirse en el foco de atención cultural, social y política de Italia. La representación de «La Traviata» será el momento en que desfilen con sus mejores galas por el coso milanés los miembros de la alta sociedad transalpina, entre los que estará el presidente de la República, Giorgio Napolitano, y varios miembros del Gobierno. Acudirán a un espectáculo que promete. Según el testimonio de los afortunados que fueron el miércoles a la sesión de preapertura de temporada dedicada a los menores de 30 años, esta representación tiene musical y visualmente un altísimo nivel.
El mítico montaje de Zeffirelli
Hay una gran expectación por ver la ambientación contemporánea que el director artístico, el ruso Dmitri Tcherniakov, ha hecho de esta obra de Verdi inspirada en la novela de Alejandro Dumas (hijo) «La dama de las camelias». A pesar de que sabían que destripaban el cénit de la obra, los espectadores de la preapertura desvelaron que Violetta, la protagonista de «La Traviata» (interpretada por la soprano alemana Diana Damrau), moría sentada en una silla, sola, en medio de una habitación desnuda y vestida de forma informal, con una bata y unas pantuflas. Acabar de esta manera con la protagonista de «La Traviata» lanza una referencia directa al espectador a la mayor intérprete que ha habido de Violetta, la inolvidable Maria Callas, quien bordó este papel en los 50 en un montaje que ya es histórico y que firmaba Zeffirelli. Damrau tendrá como compañeros de escena al polaco Piotr Bezcala, un tenor que cobra enteros casi por meses y que encarnará a su amado Alfredo Germont, mientras que el barítono serbio Željko Lucic interpretará el papel de Giorgio Germont. El director de la orquesta será Daniele Gatti, el único italiano del plantel (en el que la presencia de nombres de Europa del Este es notable), quien vuelve a La Scala tras tres años de ausencia.
Tcherniakov explicaba estos días que había actualizado el libreto de la obra para acercar la historia al público de hoy. «"La Traviata"nace en 1835. En aquella época era un rarísimo ejemplo de ópera lírica que hablaba de la contemporaneidad. En el transcurso de los últimos 160 años han cambiado mucho nuestros pensamientos y sentimientos. Ahora somos más expertos, complejos, sofisticados e introvertidos. No obstante, esta historia sigue emocionándonos». También daba una idea de lo que podían esperarse los espectadores que pagaron entre 120 y 2.400 euros que cuesta una entrada del superintendente del teatro, Stepháne Lissner, quien se despide de La Scala al final de esta temporada operística que ya se inaguró con cierta controversia al abrir el año con un doble bicentenario: los de Verdi y Wagner. La comunidad lírica afeó al responsable que se eligiera un título del maestro alemán y no del de Busetto para la «prima». La afrenta, con esta «Traviata», está enmendada.
«Es importante mirar al futuro al presentar los espectáculos. Para mí la ambientación no es relevante, lo es lo que se entiende de los personajes. Cuando Verdi escribió esta ópera, la quería con la ropa de su época, pero le dijeron que no. El mensaje que deseo dar es que hay que mirar al futuro y abandonar esta suerte de nostalgia», explica Lissner, que volverá a su París natal el próximo año. Con estas palabras vertía una velada crítica a los italianos por su tendencia a anclarse en exceso en el ayer. También confesaba tener aún una espinita clavada con la que dejará Milán: «Siento no haber tenido el tiempo para abrir una temporada con una ópera nueva», un deseo que expresa en voz alta y que ya no podrá hacer realidad. «La Traviata» es, en cualquier caso, una obra magnífica para despedirse de La Scala, como explicaba el superintendente. Es una creación capaz de lograr que el público se conmueva más que con otras muchas obras. Eso es precisamente lo que él ha buscado en estos ocho años al frente del coso milanés. «Pienso que La Scala no es un teatro donde se hace espectáculo sólo para divertir, sino un lugar capaz de transmitir emociones. Sobre todo hoy, que vivimos en un mundo aplastado por la crisis».
Casi doce mil flores
Pese a la recesión, que asfixia a buena parte de los teatros italianos, los responsables de La Scala no han ahorrado en esta ocasión en flores. En el escenario y resto de dependencias habrá 11.500: 5.000 camelias, 3.000 rosas, 3.000 claveles y 500 hortensias. Se encargará de colocarlas un batallón de 40 floristas, quienes realizarán esta labor de forma voluntaria. El millón de espectadores en todo el mundo que seguirá en directo la apertura de temporada a través de las televisiones y los cines no podrá embriagarse con el olor de las flores, pero sí maravillarse con sus colores y, por supuesto, con las arias de Damrau, Bezcala y compañía.

Una diva a lo Marilyn

Tcherniakov ha querido que la ópera transcurriera en una habitación. «Del exterior apenas se va a saber nada». ¿Y en quién dice el regista que se ha fijado para su Violetta? Ha puesto sus ojos en Marilyn. De hecho, Diama Damrau, rubia como la actriz, ha lucido una peluca con una melena similar a la suya. «Es una mujer que tiene un poco de irracional más allá de cualquier juicio moral», comenta.

La estela de María Callas

La Violetta de Visconti, con 35 kilos menos
Entre 1953 y 1954 Maria Callas perdió más de 36 kilos. Cuando reapareció como la tísica Violetta junto a su amigo, el gran tenor Giuseppe Di Stefano, en la puesta en escena de Luchino Visconti de «La Traviata», en un primer momento ni el director orquestal, Giulini, la reconoció. Era «otra mujer», y Visconti halló la cantante-actriz ideal para sus escenificaciones cinematográficas: la convertirá en ideal Violetta y, después, en Ifigenia, Elisabetta, Anna Bolena y Amina en «La sonnambula», de Bellini.
La heredera: Anna Netrebko
«La Traviata» que Salzburgo estrenó en 2005 ha sido una de las que más resonancia ha tenido en los últimos años por su innovadora puesta en escena (de Willy Decker), pero, sobre todo, por la pareja protagonista, Anna Netrebko (en la imagen) y Rolando Villazón. La dirección musical es de Carlo Rizzi.