La última melé del verano
El festival madrileño triunfa con aforo completo en una edición memorable
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El festival madrileño triunfa con aforo completo en una edición memorable.
En los veranos se imponen las masas y los madrileños despidieron el de este año bien juntitos, a razón de 25.000 personas en un par de campos de rugby y algún territorio extra. Pero, ¿qué es Madrid sino un inmenso «melting pot»? Una tremenda melé de procedencias en el campo de rugby de la Universidad Complutense que la noche del 9 de septiembre se comportó con una enorme armonía. En tiempos de agudo nacionalismo, todos los acentos e idiomas convivieron sin banderas, bajo la única consigna de la música. Universitarios, puretas y treintañeros en general celebraron una jornada de música (anglosajona por aclamación) que admite que vuelve la rutina. El último mogollón, el final del verano.
Con Daughter prácticamente había llegado todo el mundo. Los británicos se sorprendieron incluso del nivel de conocimiento de las letras del público, y se les vio disfrutar del reconocimiento de una audiencia que les recibió a una hora temprana, la de las siete de la tarde, coronada con gafas de sol. Su último disco, «Not To Dissapear» es una joya que mezcla estilos sin querer epatar, sin intentar soñar demasiado modernos ni impostadamente antiguos. La suya fue una inclusión acertada en el cartel.
Después, inmediatamente después, porque en este festival no hay un segundo para respirar, apareció Liam Gallagher, la mitad de los hermanos de Oasis, un grupo que hizo historia por sus canciones y su mala actitud. ¿Y quién es Liam, Caín o Abel? Ya poco importa. Se separaron en 2009 y en su momento era lo mejor. Ambos han continuado su carrera y pasado por multitud de grandes eventos, y, sin embargo, todo el mundo sabe que no volverán a escribir canciones como cuando estaban juntos. Anoche, Liam, con gafas de pasta y el pelo rapado, irreconocible su aspecto de mod de antaño, convenció a los fanaticos y regaló a los viejos seguidores unas buenas dosis de la banda que lo cambió todo: «Morning Glory», «Slide Away», «Rock and Roll Star» y «Wonderwall» dejaron a todo el mundo contento aunque tampoco es como que Gallagher se dejase la piel.
Casi quedaban niños cuando acababa el mancuniano en la Complutense. Y es que la programación matinal había acercado a un buen número de pequeños con sus esforzados progenitores al festival antes de que el ambiente se colapsase. Es buena idea también dejar que los padres se animen con sus hijos. Las costumbres cambian y el rugby, como todo el mundo sabe en el terreno de juego, tiene una máxima: el respeto. Todo el mundo anoche se comportó conforme a esa regla. Con el sol de retirada llegaron Band Of Horses, que tienen un directo fantástico y así lo probaron en Dcode. Los de Seattle no son más grandes porque les falta uno de esos hits universales pero tienen un repertorio sólido. Pero triunfaron con temas rotundos como «No One Is Gonna Love You» y «Funeral».
Interpol eran el gran reclamo de la noche. Los de Nueva York interpretaron «Turn On The Bright Lights» de corrido, un homenaje a un disco que contribuyó a darle futuro al rock, una obra maestra que, 15 años después sigue igual de vigente. En directo, anoche, aquellos temas sonaron demoledores y el público celebró su forma de entender el rock como herederos de Joy Division a pesar de que había jóvenes sin edad para comprenderlo. Al cierre de esta edición, Franz Ferdinand se disponían a cambiar de tercio con todos los hits de su estilo desenfadado y vacilón en dolorosa coincidencia con la descarga honda y severa de Esquirla. Fue una edición memorable.