Lecturas epidérmicas
Crítica de clásica / Apertura de la Escuela Reina Sofía. Obras de Mozart, Beethoven y Schumann. Piano: E.Lapaz. Orquesta Sinfónica Freixenet. Director: P. Heras-Casado. Auditorio Nacional. Madrid, 17-11-2016.
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La Escuela de Música Reina Sofía acaba de empezar el curso en el que celebra 25 años de vida fructuosa, en la que ha aportado nombres importantes al panorama musical, tanto de solistas como grupos de cámara. La Orquesta Sinfónica Freixenet es uno de ellos, un conjunto tan magnífico como entusiasta, capaz de sonar como una orquesta profesional. El que se dé un paso más, esto es, que se cree música depende de quién la dirija. Vivimos un mundo en el que prima la imagen, un mundo de solistas, instituciones y también agentes. Los más influyentes de éstos son capaces de colocar en el circuito a cualquier artista en posiciones que en ocasiones no acaban de estar justificadas. Afortunadamente existen contrapesos que acaban por dejar a cada uno en su auténtico sitio. En el caso de los directores de orquesta, éstas son precisamente uno de ellos. A ellas se vuelve si así lo quieren. Pablo Heras-Casado es un director que ha subido muy rápidamente, lo cual puede no ser lo más conveniente para él. Recordemos el caso de un dotadísimo Dudamel, con una importante carrera que podía haber sido más seria en resultados si hubiese dedicado un tiempo para prepararse. Que Heras-Casado tiene cualidades es indudable, pero hasta ahora sus claros éxitos se han producido con partituras poco frecuentes. Mozart, Beethoven o Schumann están en el repertorio. Sonó bien la obertura de la «Flauta mágica», aunque con un tempo un tanto acelerado que la dejaba sin gran profundidad. El aún joven Enrique Lapaz (Valencia, 1988) se atrevió nada menos que con el concierto «Emperador» beethoveniano, una obra que no sólo requiere dedos, sino madurez. Demostró tener lo primero, pero la música apenas floreció, en parte por un acompañamiento excesivamente «marcador» para que nadie se perdiese. Un querido y sabio amigo se preguntaba si habíamos escuchado a Beethoven o a Prokofiev. Pues ésa es la cuestión. ¿Por qué se toca tan poco últimamente a Schumann? Misterios de los programadores. Heras-Casado eligió la segunda sinfonía, la más complicada y menos popular. Su lectura, intachable en su arquitectura, pecó de epidérmica. El público que prácticamente llenaba el auditorio ovacionó largamente a los artistas incluso entre movimiento y movimiento de la citada sinfonía, excepto tras el tercero, el «adagio espressivo», el más difícil de la obra. Un hecho bastante clarificador. Alienta ver que grandes instituciones en competencia puedan unir sus esfuerzos en favor de la cultura. Así lo hacen, desde hace dos décadas, la Fundación BBVA y la Fundación Albéniz , uno de cuyos principales apoyos es el BS. La cultura necesita esa unión.