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López Cobos logra la gloria en el maratón Beethoven

Afrontó toda la integral sinfónica cumpliendo el objetivo: acercar al público no habitual
larazon

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Madrid- Se equivocaba el eslogan del maratón de Beethoven en el Auditorio Nacional, «Solo música». Ocurrieron muchas cosas más, sobre todo, convertir en un acontecimiento masivo lo que normalmente está reservado a los vetustos abonados del Auditorio Nacional. Las corbatas brillantes y atrevidas de los joviales miembros de la Jonde (Joven Orquesta Nacional de España) saludaban a las doce de la mañana a un público entre el que abundaban tanto las camisetas y vaqueros como las camisas y pantalones de pinza (eso de abrirse a nuevas audiencias que buscan desesperadamente las orquestas ayer se cumplió de sobra). Beethoven se levantó con ganas para un banquete de doce horas con su integral sinfónica encabezada por Jesús López Cobos, dispuesto a lidiar todos los toros del día con cuatro orquestas diferentes. El brío de estos maestros pequeños en edad y enormes en energía abrió el apetito. A la salida, en el hall del Auditorio Nacional, Antonio Moral, inspirador del invento, pedía silencio, pues en la sala de tapices los alumnos de la Escuela Superior de Música Reina Sofía interpretaban el cuarteto de Bacarisse; como todo el día hasta las once y media allí se escucharía la música de cámara del compositor, mientras que en la sala de cámara nueve pianistas españoles digitalizaban las 32 sonatas del autor.
Para despistar el hambre
Dos de la tarde: para distraer el hambre, la Orquesta Nacional de España interpretaba la «Heroica» y la cuarta. «Que venga Mortier a aprender», gritó alguien del público a un López Cobos que con su habitual sobriedad zamorana agradecía los aplausos. Según nos comentaba horas antes: «Un atracón de buenos alimentos como este no produce empacho». La máxima para aguantar al maratón: «No me puedo permitir pensar en la que vendrá después ni en la que tocamos antes». Aun así, el batuta reconocía que las partituras se lo habían puesto fácil. «Tienen un color distinto, no se parecen nada la una a la otra. No hay monotonía». «Podíamos haber sacado el abono para todas, pero se nos pasó la fecha», decía un grupo de jóvenes a la salida frente al cartel de entradas agotadas para todo el ciclo.
Lo cierto es que se vieron huecos en los dos primeros conciertos, pero no así para la Quinta, una sinfonía en la que el público podía reconocer casi cada compás, que le tocó en suerte junto a la Sexta, a la Orquesta de Radio Televisión Española. Los aplausos no dejaron de ir in crescendo, surgieron los primeros bravos, y el maestro empezaba a rozarse el corazón con los dedos durante los saludos.
Retornó la Jonde a escena y se volvieron a confirmar los vaticinios del director: «Una Séptima tocada por esta gente joven es puro ritmo». El maestro pedía además que prestaramos especial atención a la Octava: «Es una obra genial, donde él practicamente vuelve al espíritu de la Primera, pero con toda la experiencia». Y para rematar, la más popular y emocionante: la Novena con la Sinfónica de Madrid, orquesta titular del Teatro Real. Lleno total dentro, incluida La Reina, que no quiso perderse el acontecimiento y apareció en el auditorio al filo de las siete de la tarde con el consiguiente tumulto en la calle donde se retransmitía por pantalla gigante. Des esta manera, López Cobos culminó el día más glorioso de su carrera y Moral el más multitudinario. Aún faltaban en el exterior los coros de Verdi y Wagner y los fuegos artificiales acompañados por Haendel. Pura pirotecnia musical y baño de entusiasmo popular poco frecuente en tiempos tan oscuros; y, menos, sin que ningún equipo de fútbol obtuviera un título.
Aplausos y abucheos a la Reina
La Reina fue recibida ayer en el Auditorio Nacional con el aplauso del público pero también con pitos y abucheos por parte de algunos de los asistentes al «maratón» de Beethoven. Así, aunque la mayoría del público aplaudió la llegada de Doña Sofía a la sala (en la imagen), se escucharon algunos abucheos y silbidos.