María Moliner está viva
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«MARÍA MOLINER», de A.Parera Fons e I.Vilanova. Voces: M. J. Montiel, J. J. Frontal, S. Ferrández, S. Peris, J. Pons, C. Alcedo, M. J. Suárez, L. Casariego. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro del Teatro de la Zarzuela. Dirección musical: V. Pablo Pérez. Dirección de escena: P. Azorín. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 13-IV- 2016.
No deja de resultar sorprendente que un italiano, Paolo Pinamonti, tuviese la iniciativa de encargar una ópera a Parera Fons con texto de Lucía Vilanova sobre María Moliner, una mujer prácticamente desconocida para la mayoría de la gente. Por azar no lo fue para mí, ya que ella fue la directora de la biblioteca de la ETSII mientras yo entonces estudiaba allí. ¿Qué tiene de particular la vida de Moliner para que se convierta en historia de una ópera? Yo diría que fundamentalmente la perseverancia, la tenacidad, si se quiere incluso convertida en obsesión, pero que es una cualidad que abunda bien poco en el mundo de hoy en el que lo que prima es la facilidad, la inmediatez. ¿Quién se dedicaría hoy a escribir un diccionario durante quince años? Aparte de esta insistencia, hay elementos adicionales que, en boga en nuestros tiempos, ayudan a rescatar su figura, como el hecho de su depuración en época de Franco por su labor como archivera y la de su marido como profesor durante la república. Y, más aún, el rechazo de la Real Academia de la Lengua a su incorporación, posiblemente no sólo por el hecho de ser mujer sino también por sus críticas a ella y, en especial, al DRAE. Pudo ser la primera en ingresar, pero lo fue Carmen Conde, quien aparece en la ópera junto a otras intelectuales como Pardo Bazán en una escena imaginada y quién reconoció que bien debería haberse sentado tras Moliner. Todo ello tiene interés, pero no entidad dramática suficiente para armar una ópera y de ahí que el espectáculo, desarrollado en diez escenas, describa más que cuente. Los coros insisten machaconamente en el diccionario, en el significado de las palabras –exilio, silencio, etc.– aportando un cierto contraste en la narrativa que no viene mal, sobre todo cuando se acompaña de una meditada puesta en escena. Ésta, en cierto modo, acompaña en insistencia a Moliner, pero su estructura metálica giratoria y las proyecciones cinematográficas permiten cambios con variedad y rapidez. Todo se halla muy cuidado, muy pensado, preparado y ensayado por Paco Azorín.
Empecé a admirar a Parera Fons allá por 1967, a través de un EP que contenía cuatro preciosas canciones. «T’estim I t’estimaré» participó en el IX Festival del Mediterráneo y luego lo cantarían Serrat, Carreras... Parera dominaba ya la melodía y no la abandonó cuando años después se adentró en terrenos más «clásicos». De ahí que sus ciclos de canciones resulten tan atractivos como asequibles. Su «María Moliner» reúne esas mismas características. Está muy bien escrita, con un lenguaje ecléctico que va de Debussy al musical hasta con insinuaciones valsísticas, tanto para las voces como para la orquesta, en la que el piano tiene gran protagonismo. Se entiende perfectamente cada una de las palabras y no podía ser de otra forma tratándose de una ópera de «palabras». El canto es claro y la orquesta nunca lo apaga.
Víctor Pablo lo ha entendido y cuida con mimo el foso. María José Montiel es protagonista absoluta, entregada vocal y actoralmente, mostrando una voz carnosa bellísima sin resquicios en registro alguno y demostrando que ahí está para que los grandes teatros españoles se decidan de una vez a entregarle esos grandes papeles operísticos que, Carmen aparte, aún incomprensiblemente le niegan. José Julián Frontal personifica bien al marido en un papel breve que originalmente se asignó a Gabriel Bermúdez pero que no pudo abordar por sus compromisos vieneses. Mención muy especial merece la aparición de Juan Pons en la escena VIII como presidente de la Real Academia, volviendo a dejar constancia de veteranía y buen hacer. El resto del reparto acompaña homogéneamente.
Pinamonti y Bianco, su sucesor en la institución, pueden sentirse justamente satisfechos por plantear y llevar a término un proyecto nada fácil, capaz de resaltar valores eternos que hoy descuidamos y de hacerlo de forma que hasta resulta grata para el público.