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Nancy F. Herrera: «La Zarzuela puede ser tan potente como un concierto de rock»

Nancy F. Herrera / Mezzosoprano.. Es vital y canta como los ángeles. Después de terminar en el Teatro de la Zarzuela «Las golondrinas», coge fuerzas para presentar en Madrid su disco «Ensueños»
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Es vital y canta como los ángeles. Después de terminar en el Teatro de la Zarzuela «Las golondrinas», coge fuerzas para presentar en Madrid su disco «Ensueños»
Tiene una voz dulcísima que da el haber nacido en las islas, que también son tierra de grandísimos cantantes de ópera y nos vienen a la cabeza dos nombres más, además del suyo, que están en lo más alto, los de los tenores Celso Albelo y Jorge de León. No nos olvidamos de Kraus, pero él está aparte. Nancy es una Carmen de rompe y rasga. Y muchas heroínas más a las que interpreta poniendo el alma. Se la nota contenta porque «Las golondrinas», que han abierto temporada en la Zarzuela, han volado bien alto. Y ya se prepara para cantar en diciembre y enero en el Met.
–Después de cada función se debe notar la adrenalina durante un largo rato, imagino.
–La carga, el subidón, llega cuando estás en escena. Y claro que tardas en volver a tu estado. A mí no me gusta terminar y recogerme, porque no puedo. Después de una función no me puedo ir a dormir antes de los dos o las tres de la madrugada. Es algo que nos pasa a casi todos.
–Cuando uno recibe buenas críticas, como es el caso de «Las golondrinas», se observa todo con otros ojos.
–El trabajo ha sido intenso y exhaustivo, pero la satisfacción ha sido enorme. Es un espectáculo fantástico, con una escena bastante interesante. Giancarlo (del Monaco) trabaja los personajes y al actor de una manera profunda y eso redunda en que el resultado final sea el que hemos visto. Todos nos hemos implicado un mil por mil.
–¿Salir a escena es un examen diario?
–Sí y no, porque nunca hay dos funciones que sean iguales. Todo lo que suceda en escena depende de un montón de circunstancias, de tu estado, de tu entorno y de la energía del público. Por eso te digo que sí es un examen en parte. Yo creo, además, que tenemos un afán de protagonismo, de que todo vaya como debe de ir y de que tu estado de ánimo esté en comunión.
–Parece que, como tantas veces ha repetido Emilio Sagi, le estamos empezando a «quitar la polilla» a la zarzuela.
–La labor que se está haciendo es fantástica, pero necesita una actualización, eso es indudable, pues muchas de las críticas contenidas en los libretos hacían referencias a la sociedad del momento, eso sí, respetando la esencia. Me consta que desde el teatro se está haciendo todo lo que se puede, aunque los políticos también deberían motivar, conseguir que salga fuera de nuestras fronteras como se merece, a lo grande, porque es nuestro patrimonio, querido en todo el mundo. Me acuerdo del caso de Tamayo cuando salía de gira con aquellas antologías que tanto hicieron por el género.
–No estaría mal una vuelta de tuerca a esa idea.
–Eso es, con un toque actual. Se podría montar algo hermosísimo. Se trata de apoyar a la difusión de un arte que crece y evoluciona con su tiempo. Al público hay que serguir educándolo, ofreciéndole algo visualmente hermoso, con un elencio de cantantes-actores adecuado. Hay que llevar al siguiente nivel toda la gran labor de los predecesores que han estado al frente de la Zarzuela. Yo me inicié con ella, creo en ella y la amo.
–Preferimos muchas veces lo de fuera antes que lo nuestro, que incluso menospreciamos.
–Es así. Yo no lo veo, por ejemplo, en Estados Unidos ni en Alemania; ellos se sienten muy orgullosos de su patrimonio. Los españoles, en cambio, nos avergonzamos de lo nuestro y no creemos en lo que tenemos. Ocurre lo mismo con nuestra bandera: sólo en el fútbol es cuando la desplegamos. No, señores, es nuestra idiosincrasia, no se trata de política. Se ha tildado a la zarzuela de algo vetusto y caduco, asociado a otra época y otro régimen y esa idea aún sigue arraigada. ¿Dónde está nuestro orgullo patrio? Sintámonos orgullosos de nuestros símbolos y de lo que somos.
–¿Se van viendo más pantalones vaqueros en el patio de butacas de la Zarzuela?
–Sí, se nota que el público joven va acudiendo. Ahora, es un tema de responsabilidad que se debe acometer dentro de la familia, los padres son los encargados de acercar a los hijos a la música. No prestar atención en la enseñaza a la música es una gran error. Estamos educando una sociedad de robots. En la educación, la parte sensitiva es clave para que uno pueda descubrir si tiene un don y lo pueda desarrollar. Dejemos a un lado esa frase tan manida de «me voy a aburrir porque no lo entiendo» y abramos los oídos. La zarzuela puede ser tan potente como un concierto de rock, exactamente lo mismo.
–No amaina la tormenta del Nobel de Literatura a Bob Dylan, ¿A usted le extrañó?
–Me chocó, la verdad, aunque creo que las barreras en el arte van desapareciendo; pero sí, me llamó la atención.
–Hábleme de «Ensueños», su nuevo álbum, que presenta el próximo mes de noviembre.
–Es un disco precioso que tanto Rubén Fernández Aguirre, el pianista que me acompaña, como yo teníamos ganas de ver hecho realidad. Se trata de una selección de canciones que hemos interpretado en bastantes ocasiones, un homenaje a nuestra música y nuestras canciones, con temas de Falla y Montsalvatge, con sus «Canciones negras», incluida otra nana muy desconocida y bellísima, y tres canciones de Viardot: «Madrid», la «Habanera» y «Les filles de Cadix»; dos canciones francesas de Albéniz; las «Majas dolorosas» de Granados, así como de nuestros compositores más contemporáneos, como Antón García Abril y Miquel Ortega.

El lector

Mientras viaja, que es con mucha frecuencia, Nancy Fabiola Herrero tiene tiempo para echar un vistazo a la prensa. De LA RAZÓN le gusta especialmente la sección de Cultura, los temas que se tratan y la especial atención que se presta desde estas páginas al mundo de la lírica. Nos sigue casi desde el principio.

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