Pablo López: «El piropo es la hipocresía más vulgar»
Acaba de lanzar «Camino, fuego y libertad», un disco cargado de emoción y sentimientos, cuya gira comenzará el próximo 10 de febrero en Roquetas de Mar y llega a Madrid el 28 de julio
Acaba de lanzar «Camino, fuego y libertad», un disco cargado de emoción y sentimientos, cuya gira comenzará el próximo 10 de febrero en Roquetas de Mar y llega a Madrid el 28 de julio.
Pablo López es un músico que compone y canta. Que piensa, reflexiona y mastica cada respuesta. Que no esquiva ninguna pregunta. Una persona, ante todo, sensible. Y valiente. Un niño de Fuengirola que, cuando toca el piano, emociona. Su último álbum, «Camino, fuego y libertad», es un problema y un remedio, una terapia hecha desde la más absoluta honestidad. Pablo López es un vaivén de sentimientos y pensamientos, una operación triunfo, fiel a sí mismo y con una gran capacidad de altruismo. Lean, oigan. Y escuchen.
–¿Por qué ese título?
–Porque me di cuenta de que estaba escribiendo el disco de una manera visceral, casi desde el subconsciente, que escribe más que el consciente.
–¿Cómo ha sido su camino?
–Muy normal. Se ha hecho al andar, ya que no hay otra manera. Lo que te hace caminar es tener algo que perseguir. Como diría Galiano, la utopía es una línea que está en el horizonte y que según te vas acercando se va alejando. Mi camino ha tenido capítulos para enmarcar y otros para olvidar, como el de cualquier otro.
–Hablando de fuego, ¿a usted qué le quema?
–(Piensa) La hipocresía, discutir con alguien que no se crea lo que está diciendo.
–¿Y si le pregunto por la libertad?
–La libertad no es más que entenderse a uno mismo y aceptarse.
–¿Se considera una persona libre?
–Soy consecuente con mi libertad. Es bueno que uno nunca se sienta libre del todo, porque eso te barniza. Si yo fuera totalmente libre quizá estaría solo y no aprendería a aceptar mis defectos. Debemos tener la independencia suficiente como para pretender ser libres sin coartar la libertad de los demás.
–¿Qué hace cuando no está ocupado?
–Trabajar y vivir. Una cena, ver una serie en Netflix... para mí el trabajo es la vida.
–¿Ha sido su vida una operación triunfo?
–(Piensa) Sí, si no tuviera que salir por la tele. La vida me ha enseñado a amar la música y a saber que el peor enemigo de un artista es el conformismo.
–¿Qué es para usted el éxito?
–Darme cuenta de que cada día me equivoco muchísimo.
–¿En qué ha triunfado?
–Mi mayor triunfo es que cada día puedo ser más fiel a mí mismo.
–¿Y fracasado?
–(Piensa) Sigo fracasando en esa tarea extraña de que una carcajada, a veces, puede resultar dolorosa para quienes nos rodean.
–Si no fuera por la voz...
–... siempre tuve afán de contar, de ser periodista. Y elegí esta forma de hacerlo, mediante las canciones.
–¿A cantar se aprende?
–No.
–¿Y a componer?
–Menos todavía, aunque tampoco es que sea un don innato. El talento es la capacidad de cambiar la dirección de un día o de un sentimiento. La creatividad es una locura. Pero también una forma de salvarse y de poder comunicarse con los demás.
–¿Le piropean más de lo que piropea?
–No creo en el piropo, porque es la hipocresía más vulgar, una parte de la vanidad del ser humano.
–¿Se gusta?
–(Piensa) Sólo me entiendo cuando toco el piano. El resto de las veces me cuestiono, aunque tampoco me odio. He descubierto partes que no me gustan de mí, y otras que no conocía y que me gustan mucho. Siempre estoy con ese debate interno que roza el delirio.
–¿Se lleva bien consigo mismo?
–Cuando estoy tocando. Sin embargo, me llevo mal cuando me voy a meter en la cama. Últimamente tengo un vaivén de emociones... El otro día me dijo mi madre que tenía cara de loco. En ocasiones, uso eso que me da tantas alegrías, como es el escribir canciones, como si tuviera una bazuca que apunto contra mi cerebro.
–Le noto muy sensible.
–Odio las afirmaciones categóricas, pero soy sensible antes que nada. De hecho, es lo que más soy.
–¿Valiente?
–Una de las cosas que descubrí cuando miré hacia dentro fue que a veces soy muy valiente, y creía que no.
–Y niño.
–Ahora le estoy curando las heridas y está saliendo bastante esa parte de mí que perdí.
–¿Cómo cuida a las musas?
–Mimando al niño, que es su «dealer» (risas).
–¿Preferiría vivir sin móvil o sin piano?
–Sin móvil, sin duda.
–¿Qué siente cuando lo toca?
–Nada. Es como una posesión sanadora.
–La música es emoción. Pero ¿a usted qué le emociona?
–La inocencia. Y eso que llaman amor y que no creo que sea tan pequeño como para que el hombre simple pueda ponerle un nombre.
–¿Compone con la piel de gallina?
–No, hasta que me visitan los pequeños fragmentos que me trae ese niño. En ese momento me río, por eso me da vergüenza componer delante de la gente. Esas frases también me encogen, pero sólo sanan. Duele el motivo. La frase te cura, como si fuera un antibiótico.
–¿A quién le diría: fuera, vete de mi casa?
–A los envidiosos.