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Para quitarse el sombrero: las 10 pieles de Dylan

El legendario músico de EE UU, que hoy cumple 75 años, completa un viaje que incluyó folk, rock and roll y góspel hasta llegar al disfraz de «crooner» que ahora viste. Publica nuevo trabajo, «Fallen Angels»
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  • La Razón es un diario español de información general y de tirada nacional fundado en 1998

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Bob Dylan lleva más de 50 de los 75 años que cumple hoy al pie del cañón y aferrado siempre a la guitarra. Ha sido icono del folk, renovador del rock y profeta allá donde ha colocado sus versos. Ahora saca nuevo disco, «Fallen Angels»
Van quedando pocos, pero ahí resiste ese viejo roble llamado Bob Dylan. Hoy cumple 75 años con más de cinco décadas consagradas a su pasión por el arte y un viaje trascendente que incluyó una versatilidad jamás vista en la historia de la música popular. Las huellas que deja se encuentran en los surcos de sus discos, 37 contando con la nueva entrega titulada «Fallen Angels», la manera más certera de indagar en la personalidad esquiva de un artista único e irrepetible. Del folk iniciático a su nuevo disfraz de «crooner», aquí se resume la carrera de un hombre que aseguró su inmortalidad gracias a su genio exclusivo y los constantes cambios de piel. Hasta diez.
1 Héroe del folk (1961-64): Dylan llegó a Nueva York el 24 de enero de 1961. Quería ver a su héroe, un enfermo Woody Guthrie, y tenía la secreta ambición de convertirse en estrella. En marzo de 1962 publicó su primer álbum para Columbia, «Bob Dylan», con apenas dos canciones originales. Más trascendente fue «The Freewheelin», de 1963, con verdaderos himnos como «Blowin’ in the Wind», «Masters of War» o «Don’t Think Twice». Su siguiente disco, «The Times They’re a Changin», fue su consagración definitiva como líder contracultural. Muy a su pesar.
2 La tormenta eléctrica (1965-66): «Another Side», de 1964, fue su último disco acústico y un boceto de cuál sería su siguiente parada. Dylan siempre quiso ser una estrella del rock and roll y no tardó en aburrirse de las restricciones –musicales y vitales– que imponían el folk y sus radicales seguidores. «Bringin’ it All Back Home», «Highway 61 Revisited» y «Blonde on Blonde» formaron la llamada «trilogía eléctrica» y uno de los momentos más vibrantes de la música contemporánea. Dylan estaba en la cima con tres álbumes inalcanzables gracias a una voz llena de intención, unos textos inabarcables en su original lirismo y una música profunda. Se había adelantado a su tiempo y no todos lo comprendieron, como tantas otras veces. Pero él ejerció el máximo derecho de todo artista: su voluntad de crear.
3 Un vaquero recluido (1967-73): El 29 de julio de 1966 sufrió su célebre accidente de moto. Probablemente no fue tan grave como se dijo, pero le permitió salvar su vida. Envuelto en una espiral anfetamínica de discos, giras y chupópteros a su alrededor, se marchó a Woodstock mientras Vietnam se llevaba una parte de América. Se recluyó junto a su mujer, sus hijos y sus amigos de The Band. Y allí cambió su forma de escribir canciones y reescribió la historia de la música. «The Basement Tapes» y «John Wesley Hardin» mostraron un nuevo Dylan, personal revisionista de la vieja tradición americana. Con «Nashville Skyline» (1968) fue más allá y, entregado al «country&western», fue acusado de conservador. En época de excesos, Dylan entregaba aparente simpleza. «Selfportrait» le provocó un aluvión de críticas y con «New Morning» y «Pat Garret & Billy the Kid» continuó jugando al despiste.
4 Un gitano en gira (1974-76): En 1974 se reencontró con sus amigos de The Band y volvió a los conciertos tras publicar el estupendo «Planet Waves», un tratado del mejor «folk-rock». Pero cualquier cosa palidecía ante lo que vino luego, el monumental «Blood on the Tracks», nueva cumbre musical. Un disco tan trágico como antológico. Dylan se embarcó en una larga gira de casi dos años con viejos colegas como Joan Baez, Roger McGuinn o Ramblin’ Jack Elliott. Recuperó la vieja tradición gitana recorriendo América cargado de canciones y espíritu grupal. Con «Desire» y la emblemática canción «Hurricane» redescubrió el éxito comercial masivo.
5 Góspel mesiánico (1978-82): En 1978, Dylan abordó otro de sus famosos volantazos, todavía hoy incomprendido. Tras su penoso divorcio de Sara, su mujer desde 1965, Dylan abandonó las formas clásicas del rock para ponerse en manos del góspel. Su magnífico «Street Legal» fue mal recibido por la crítica. También una gira en la que diseñó arreglos radicales para sus viejas canciones, interpretadas por una banda de una docena de miembros. Pero nada como su siguiente paso: su conversión al cristianismo. «Slow Train Comin» y «Saved» estaban compuestos exclusivamente por canciones de temática religiosa. Y Dylan actuaba en escena como un auténtico predicador. Los prejuicios impidieron valorar la belleza de su música. Cuando salió «Shot of Love» (1981), ya era un artista repudiado y con el estupendo «Infidels» tampoco pudo salvar su reputación.
6 Un dinosaurio más (1983-87): Durante buena parte de la década de los 80, Dylan fue visto como reliquia del pasado. Seguía llenando estadios, pero ofrecía una actitud «mainstream» de viejo dinosaurio al uso, más allá de las virtudes de interpretaciones puntuales. Pero una de sus distinciones, el factor riesgo, lo redujo a la nada. Discos como «Empire Burlesque», «Knocked Out Loaded» o «Down in the Groove» figuran entre lo peor de su carrera. Una parodia casi.
7 El artista interminable (1988-96): Dylan emprendió en 1988 una de las aventuras más extraordinarias y emocionantes de la música contemporánea. Se llamó «The Never Ending Tour» y consistió en recorrer el mundo a razón de un centenar de conciertos anuales, un estilo de vida que todavía defiende. En este tiempo hubo un gran disco («Oh Mercy!»), revisiones folkies y una insustancial concesión a la MTV con el manido «Unplugged». Pero lo que dejó Dylan en este periodo –con épocas mejores y peores– fue su pasión por reconstruir carrera y canciones subido a un escenario y aceptando de nuevo cualquier riesgo.
8 Resurrección y mito (1997): Dylan había abandonado la composición en 1990 y no sería hasta 1997 cuando regresaría con un disco de canciones originales. Fue «Time out of Mind», un álbum memorable y a la altura de lo mejor que haya grabado nunca. Se llevó unos cuantos Grammys y recuperó el aprecio de una crítica que durante casi dos décadas le denostó, no sin evidente ceguera. Aunque sin importarle demasiado, con este álbum recuperó el fervor de los medios, que pasaron a alabar casi unánimemente sus posteriores obras, algunas veces sin medida.
9 Revisionista de la tradición (2001-12): Aunque con otro sonido, bastante menos críptico y profundo que el de «Time out of Mind», Dylan regresó a las alturas con «Love & Theft» y siguió facturando álbumes interesantes como «Modern Times» o «Together Thru Life» hasta llegar a «Tempest», de 2012, su último trabajo hasta la fecha con canciones originales. Y realmente brillantes. Antes se había llevado el Oscar –seguramente su premio favorito– por la canción «Things Have Changed». Dylan encontró un patrón cómodo de trabajo produciendo él mismo los discos y grabando a toda prisa su revisión de la canción americana para evitar esas sesiones que tanto le torturan. También se dio el capricho de estrenar una película –si se puede llamar así– llamada «Masked & Anonimous», grabar villancicos, exponer sus pinturas y demás extravagancias. Y siguió con una gira interminable, esta vez sí apreciada en toda su extensión.
10 El frac de «crooner»(2015-16): El pasado año sorprendió a todos con la edición de «Shadows in the Night», un homenaje a las canciones de su infancia con Frank Sinatra en su cabeza. Dylan demostró que, a pesar de su voz devastada por los años, todavía podía entonar. Además, evidenció su talento para los arreglos y su capacidad para aportar un signo distintivo al género. Logró que una banda de cinco músicos sonara como una orquesta. «Fallen Angels», su nuevo disco, es la continuación de un proyecto sólido que incluyó conciertos repetitivos adaptados a su nueva condición de baladista. Es su último cambio de piel.

Una «big-band» de siete

El pasado año Dylan sorprendió a todos con «Shadows in the night». No sólo porque explorara una nueva faceta como «crooner», sino porque salía bien parado del intento. Ahora regresa con «Fallen Angels», un nuevo volumen de viejas canciones de una época dorada de la música, la del jazz vocal, la de compositores como Johnny Mercer, Harold Arden, Sammy Cahn o Carolyn Leigh. Dylan vuelve a ponerse sentimental con viejas canciones que escuchaba por la radio en Hibbing, Minnesota, la pequeña ciudad minera en la que creció. Grabado en los estudios de Capitol, el artista volvió a reunir a su banda de cinco miembros y añadió al magnífico guitarrista Dean Parks, quien ha tocado con grandes como Paul Simon, BB King o Randy Newman. Es protagonista de algunos de los mejores momentos del álbum con delicados y armónicos fraseos que embellecen las canciones elegidas por Dylan para su nueva entrega. De nuevo, el estadounidense demuestra su auténtico don para los arreglos. Como ya sucedió en «Shadows in the Night», Dylan es capaz de aportar un sello personal a un género que aparentemente no admite demasiadas innovaciones. Con su banda de seis miembros, más su voz, logra crear un espectacular ambiente de íntima grandeza. Junto a los matices de Parks, el gran artífice de ese sonido es Donnie Herron, absolutamente brillante con su pedal-steel y viola en canciones como «Young at Heart», «Maybe you’ll be there», «Skylark» o «Come Rain or Come Shine».