Patti Smith, aullidos al galope
Patti Smith & Her Band (Lenny Kaye, Jay Dee Daugherty, Tony Shanahan, Jack Petruzzelli y Jackson Smith). Real Jardín Botánico Alfonso XIII, Madrid. 8-VII-2016.
La imagen desafiante de Patti Smith en la portada de «Horses», cuyo 40 aniversario se celebra en esta gira, es la misma que se mantiene sobre el escenario cuatro décadas después, aunque la melena ahora sea canosa y todavía más libre, en la quizá sea una de las manifestaciones más fidedignas de lo que significó el rock a mediados de los 70, cuando amenazaba con morir de éxito víctima de su propio aburguesamiento. La artista neoyorquina supo reaccionar a tiempo, sentando en buena medida las bases de lo que poco más tarde acabaría siendo el punk. Un sonido afilado, que todavía hoy se muestra casi en los huesos, con una mezcla de declamación y rabia, escupiendo (literalmente) versos que amenazan con atravesar la piel.
En Patti Smith convergen vitalidad, rebeldía y vehemencia. Aullidos y fogonazos eléctricos que se combinan con poesía, como si el simbolismo de Rimbaud, pasado por un filtro beatnik, se hubiese hecho música en estas «Noches del Botánico». Hay en su figura una suma de extraña fragilidad y dureza contrastada por el paso del tiempo, hasta que aparece una inflexión, un poderoso riff de guitarra cortesía de Lenny Kaye o un enérgico estribillo para dar paso, en una transición perfectamente natural, a una versión más agitada de sí misma.
Interpretó del tirón los temas de «Horses», de «Gloria» –reservada en otras circunstancias para los minutos finales– a «Elegie», con mención especial para los matices reggae de «Redondo Beach», «Birdland» –pidió perdón por haberse olvidado las gafas en el camerino para afrontar su tortuoso recitado– o «Break It Up». Su mensaje llega nítido, transmitido con tanta sobriedad como firmeza, consiguiendo que su manera de hacer vaya en paralelo a la forma en que llegan a las gradas las notas de la enfurecida «Free Money», donde resulta evidente su madrinazgo punk. Sin abandonar ese sonido clásico que su público conoce de memoria, sin renunciar a momentos de aspereza, la musa más heterodoxa del Nueva York de los 70 cambió de tercio en la segunda parte del concierto, primero con versiones de Prince o The Velvet Undreground, para después convertir su directo en una fiesta con «Because the Night», un himno para no bajar los brazos nunca escrito mano a mano con Bruce Springsteen, o «People Have the Power», actuando como motor definitivo para conseguir que poesía, rock y furia sigan yendo de la mano. Sobre todo si quien aprieta es Patti Smith.