Phoenix graba en la mesa de Michael Jackson
«No la compramos porque fuera un objeto de coleccionista ni nada de eso. Es que tiene ese botón mágico que todo lo vuelve especial...», dice con tono vacilón al otro lado del teléfono Christian Mazzalai, guitarrista de la banda. Parece ser que no había por ahí ningún friki interesado en comprar semejante pieza de ingeniería. «Es increíble, de ultra-clase», dice Mazzalai sobre la consola, que estaba instalada en el estudio privado de Jackson y cuyo precio, según dicen, era de un millón de dólares. Pero se ve que los herederos de «Jacko» han decidido hacer lo que las viudas de los escritores: vender su biblioteca. Finalmente, aquirieron la mesa de mezclas por 17.000 dólares. «Es un mito, no la compramos por otra cosa. Cuando nos contaron que estaba a la venta, hicimos lo necesario para conseguirla», añade. Allí grabaron «Bankrupt», su último disco, que acaba de salir publicado, con un notable giro hacia terrenos musicales más complicados. Después del abrumador éxito de Wolfang Amadeus Phoenix (son, junto a Daft Punk, las únicas bandas francesas en ser número uno de las listas americanas), este disco es mucho menos comercial.
Mazzalai puntualiza: «No es que nos gusten los equipos caros. En este disco hay una historia curiosa, porque, un día paseando cerca de casa, entramos en una tienda de cachivaches. Y nos llevamos un teclado baratísimo, que apenas costaba 10 euros, y es con el que hemos grabado casi todos los teclados del album porque también tenía un sonido especial», relata. «Somos así, o compramos cosas caras o baratas; no nos gustan los términos medios». «En cuanto a lo de que el disco es menos comercial, pues no sé decir. Yo pensaba que el anterior iba a ser un fracaso, así que no lo puedo predecir, y eso me gusta», dice. En todo caso, es diferente. Canciones largas, llenas de cambios, sin estribillos claros. Casi parece un disco de vanguardia o experimental. «Me tomo eso como un cumplido, la verdad. Queríamos ir a un lugar donde antes no habíamos estado», cuenta, y ante la insistencia, señala que «no nos importa el éxito, nos parece sano no predecir esas cosas». Tampoco buscan mandar un mensaje con el título, «Bankrupt» («Bancarrota»). «Es que cuando creamos somos egoístas. Ni escuchamos otra música, porque terminamos hartos de la nuestra; ni pensamos en qué mensajes pueden ser positivos o de protesta social. Hemos elegido esa palabra porque un día nos topamos con ella y nos gustó la idea. Creo que hay más poesía en la posibilidad de un fracaso que en un triunfo».