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Plácido hace de malo

Crítica de ópera / «Macbeth». De Verdi. Voces: P. Domingo, A. Vinogradov, E. Semenchuk, F. Alfano, G. Berrugi, F. Lara... Dirección escénica: P. Stein y C. Bellamio. Dirección musical: H. Nánási. Orquesta de la Comunitat Valenciana y Cor de la Generalitat Valenciana. Palau de les Arts. Valencia. 5-XII-2015.
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Les presentaba ayer el dilema que tiene ante sí Juan Diego Flórez a raíz de su debut en una ópera fantasmagórica como «Lucia». El destino ha querido que Plácido Domingo, en otra obra fantasmagórica como «Macbeth», deje nuevamente claro que para él no hay dilema que valga, por más que las circunstancias de uno y otro pudieran contener muchas analogías. Permítaseme un poco de humor que espero no disguste al gran artista, porque seguro que el chiste que circula en los ambientes musicales ya habrá llegado a sus oídos. Dos amigos se encuentran en 2026 y el diálogo entre ellos es algo así: «Acabo de ver ‘‘Don Carlo’’ con Plácido», «¿Y él aún hacía del infante?», «No», «Entonces de Posa...», «No, no», «¡No me digas que era Felipe II!», «Que no, que no. Cantaba Éboli». Plácido tiene muy claras varias cosas. La primera de ellas y con toda la razón del mundo que es un gran artista. Nadie puede dudarlo. La segunda que ama su profesión y tiene ganas de seguir en ella mientras el cuerpo y la voz aguanten. La tercera que puede con la tesitura de barítono, aunque el color de la voz no sea tal. Y, en fin, que hay mucho público que, desconociendo las óperas, prefiere escucharle a él, a Plácido Domingo, antes que descubrir cómo son realmente Boccanegra o Foscari, lo cual también es cierto aunque le pese a alguna crítica. Y así se va arriesgando con papeles baritonales verdianos –habrá tiempo para que dirija su mirada a otros compositores que quizá irían aún mejor a sus propósitos» y unas veces convence –«Boccanegra»– y otras –«Conde de Luna» o «Rigoletto»–, no.
Macbeth tiene para él muchas ventajas. Es protagonista indudable, no hay notas con las que no pueda o no encuentre alternativas, posee gran parte actoral y una escena final alternativa con la muerte del tirano, casi un recitativo, con la que bordar su actuación. Para colmo, y no es nada desdeñable, no hay un sólo dúo con un tenor en el que pueda quedar al descubierto la cierta similitud de timbres. Pero el papel le plantea un problema: es demasiado largo y ello obliga a estar muy en forma para cantarlo. Tristes circunstancias le han obligado a descansar vocalmente y el resultado es palpable: la voz está fresca, firme y sin vibrato. Otra cosa es que se resienta el fiato en la escena de los espíritus o que se reserve en algunos concertantes para llegar hasta «Vil corona, muero sólo por tu culpa».
Y el resto, disfrutar o criticar, es cosa de cada cual. Personalmente encontré a Plácido más en forma que otras veces, disfruté de su gran talla artística principalmente en el primer acto y en la escena final y no me sentí incómodo casi en momento alguno. Que no es el «Macbeth» de Leonard Warren es otro tema. El público le ama justamente y él es feliz. Poco más puede decirse.
A su lado, una orquesta que sigue siendo estupenda, un magnífico coro admirable en «Patria opresa» y Henrick Nánási, una batuta joven pero solvente y con futuro. Peter Stein realizó una puesta en escena en Salzburgo que demuestra lo que es un gran director teatral y de la que bastantes colegas podrían aprender mucho. Máxima economía de medios, importante luminotecnia, soberana composición de los cuadros de masas, ejemplar manejo de las disposiciones de coro y figuración y teatro, puro teatro.
El papel de Lady Macbeth lo abordan tanto sopranos como mezzos. A unas les faltan los graves y a otras los agudos. Ekaterina Semenchuk es una de las mejores alternativas actuales. Nadie puede con la amplitud de registro de «Una macchia è quí tuttora» y el sobreagudo vuela. Voz de bajo impresionante la de Alexander Vinogradov como Banquo e interesante la de Giorgio Berrugi como Macduff, un tenor a tener en cuenta.
Lleno en el Palau y entusiasmo generalizado.