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Raphael: «‘‘Mi gran noche’’ es una borrachera continua»

Raphael / Cantante. Presenta hoy, en un concierto en familia, «Infinitos bailes», el disco que lanza el viernes y en el que han colaborado músicos punteros del panorama actual
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Presenta hoy, en un concierto en familia, «Infinitos bailes», el disco que lanza el viernes y en el que han colaborado músicos punteros del panorama actual
Elvis, uno de sus dos mitos –junto a Édith Piaf–, le enseñó que uno no se puede arrastrar por los escenarios. Por eso Raphael lo da todo. Si tiene que cantar treinta o cuarenta canciones sin parar, lo hace. No importa el tiempo. Para niños, jóvenes y adultos. Su música no tiene edad. Lo último del de Linares llega de mano de Manu Carrasco, Dani Martín, Izal y Bunbury, entre otros. Ellos han compuesto y el cantante se deja la voz para actualizarse en «Infinitos bailes», que hoy presenta, en la sala Joy Eslava, en familia.
–¿Renovarse o morir?
–Tampoco tengo nada que renovar, pero sí me preocupa que cuando la gente salga de verme no diga que siempre hago lo mismo. Este disco se lanza para el público de hoy, que es muy joven.
–Hace cinco años, algunos ni se planteaban ir a sus conciertos.
–Los jóvenes siempre han estado ahí, pero ahora son más notorios. Me permiten trabajar en sitios más visibles. Le dije a mi hijo que quería cantar en un lenguaje que todos estos chicos me entendieran.
–Y escogió nombres de primera.
–Un honor. «Te conocemos de toda la vida. Estás en casa de siempre», me decían.
–Los padres de muchos de ellos ya bailaron su música hace años.
–La gente se sabe las letras de memoria.
–Más que canciones, tiene himnos, como «Mi gran noche».
–Eso es un milagro. ¡Es del 66 y el año pasado fue la más escuchada! Fue un «tacazo» cuando la estrené y desde hace ocho años es una borrachera continua.
–Hasta Rajoy la bailó...
–(Risas) Sí, sí. Se canta en el fútbol, en Navidad, en bodas, en vez de bailar un vals... No sé qué tiene que ver, pero...
–Todo sea por celebrar.
–Hasta dan noticias de Trump con «Payaso» de fondo. No me lo puedo creer.
–Está en todas partes, hasta en el anuncio de la Lotería...
–Uf...
–¿Por qué «uf»?
–¡Qué cosa más mala! Mira que he hecho anuncios bonitos, pero ése... ¡Y ha sido el más visto de la historia de la Lotería!
–¿Y eso es bueno?
–En este sentido no, pero el publicista lo considerará un éxito.
–¿Cómo se lleva algo así?
–Si no depende de ti, se ignora.
–Habrá que hacer otro para quitarse la espina...
–No, no.
–Mejor volver a «Mi gran noche»...
–Sí, hay canciones por las que no pasa el tiempo.
–Ni por usted.
–Pero la edad no es importante.
–Se ve en usted. ¿Qué hace?
–Nada.
–Será que no para.
–Quizá. Como sano y ni bebo ni fumo.
–¿Se siente joven?
–No me noto cambiado.
–Pues los años pasan...
–Sin duda, pero desde que me trasplantaron he cambiado mucho. Soy mejor gente.
–Un punto de inflexión.
–Es un palo muy gordo. Hay quien sale de él a peor, porque se amarga, y otros sacamos el lado bueno. Estoy aprovechando muy bien. Hay gente que envejece prematuramente.
–De coco, sobre todo.
–De eso. Y hay otros eternamente jóvenes por cómo les funciona la cabeza. Me junto mucho con los amigos de mis hijos y me encuentro como pez en el agua. No me tratan como si fuera un señor de 73 años.
–Y entre los compositores «Infinitos bailes» y los festivaleros... ¿En qué momento, para las generaciones de hoy, Raphael pasa de estar desfasado a ser moderno?
–No lo sé, pero ocurre.
–¿Ayudó el Sonorama?
–Ahí ya había pasado porque si no, no voy.
–¿Es más moderno o lanzado?
–No me considero atrevido. Soy muy tímido y puede que ello me ayude a tirarme a la piscina. Pero soy una persona del montón en ese sentido. Ya otra cosa es mi forma de ser.
–Sobre todo, en el escenario.
–Por la forma de usarlo y mi color de voz especial.
–Ahora, bombardeo de preguntas que salen de las letras de «Infinitos bailes». Primero, ¿qué le duele?
–La indignación.
–¿Con quién bailaría infinitamente?
–Con alguien que me haga reír.
–En «Septiembre» habla de hacer y deshacer. ¿Qué reorganizaría?
–Toda esta mala leche acumulada por lo que se ve en las noticias.
–¿Y en lo personal?
–Ahí me ha salido todo muy bien, hasta las cosas malas me han enseñado.
–Habla de locura en «Igual». ¿Por qué pierde la cabeza?
–Por cantar.
–¿Quién le da la luz?
–Mi mujer, «Del principio al fin», que es otro de los temas.
–Dice que es «tremendamente fácil»...
–Con palabras me convences enseguida. Soy muy bien pensado.
–¿Confía en la buena fe?
–Siempre.
–¿Por qué tira hacia delante?
–Hacia el fin de los días y luchando por los míos y siempre «En pie».
–¿Piensa en «La última ovación»?
–No. Sería ridículo que a estas alturas del partido lo hiciera. Seguramente un día me levante y lo dé por finiquitado.
–¿Cuándo llora Raphael?
–No muchas veces, pero sí. Sobre todo en el escenario y en el cine. El día que vi la película de Piaf, «La vida en rosa», fue una explosión de lágrimas. ¡Qué cuadro!
–¿Es muy mitómano?
–Sólo con Piaf y Elvis. Llegué a estar anunciado con ella en Valencia, pero 20 días antes se puso enferma y terminó muriendo... Después ocupé camerinos que en los que se había cambiado.
–¿Y con Elvis?
–Fui a verle a Las Vegas, pero no debí ir.
–¿Por?
–Porque no era él, ya no se parecía. Había pasado su momento.