«Revolver»: la bala de oro de los Beatles
El disco, que cumple 50 años de su publicación, marcó el giro hacia la madurez estilística de una banda que en la segunda mitad de los 60 firmaría varias obras maestras
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El disco, que cumple 50 años de su publicación, marcó el giro hacia la madurez estilística de una banda que en la segunda mitad de los 60 firmaría varias obras maestras
A los que nacimos en 1961 nos resulta ocioso entrar en discusiones sobre cuál es el mejor álbum de The Beatles. Crecimos con su música. Adquirimos señas de complicidad y nuevos guiños culturales con sus melodías, sus temáticas y su imagen. Forman parte de nuestra idea de lo que es frescura, inquietud e innovación razonable. Ahora, que estamos constantemente bombardeados desde internet con nuevas propuestas creativas (desde lo más extravagante a lo más vulgar), cuesta hacerse una idea del impacto que provocaron sus iniciativas en el nacimiento del mundo actual de los media. Sus peinados parecían esferas espaciales. Su manera de fotografiarse, en blanco y negro a contraluz, contradecía todo lo obligatoriamente edulcorado de los primeros ídolos de masas. Para cada nuevo trabajo buscaban algún profesional innovador, alguien que les aportara un nuevo giro visual o sonoro. Fue la gran explosión de lo pop llevado a la estética seria. Ésa sería su gran época beatle, entre 1962 y 1972.
- Una década inolvidable
Por eso no es extraño que, cuando los cincuenta años de la publicación de su séptimo álbum («Revolver») nos colocan a medio siglo de esa época dorada, se reactive el debate sobre cuál fue el mejor disco de los cuatro de Liverpool. Dense un paseo si no por los principales foros de beatlemaniacos; hasta la BBC recoge la eterna polémica en sus páginas oficiales. Es difícil explicar a los fans acérrimos de uno u otro disco que, probablemente, la mejor obra de The Beatles no sea necesariamente un único disco, sino toda esa década entera e inolvidable.
«Revolver» lo que tiene es que, junto a «Rubber Soul» (su trabajo justamente anterior), exhibe perfectamente el momento en que cuatro músicos populares destinados a los «teenagers» maduran y deciden tratar con los modos del viejo arte una materia que hasta entonces se consideraba puramente de consumo: la música pop. «Rubber Soul», su sexto disco, ya abría esa ruta; e incluso hay quien dice que tiene mayor proporción de canciones inolvidables. Pero estaba aún muy marcado por la moda coyuntural de la psicodelia y es en «Revolver» donde se despojan de esos signos exteriores de las modas para, con lo aprendido en la exploración sicodélica, dedicarse estrictamente a buscar lo que cada canción necesita. Esa seriedad de propósito, lo supieran o no, es lo que siempre ha caracterizado al verdadero arte, al arte maduro y no coyuntural, desde la época de los coturnos grecolatinos hasta la escritura severa de Flaubert.
Antes de esos dos álbumes, The Beatles ya habían fabricado varias maravillas de originalidad melódica sorprendente. Pero cuando las tenían hechas, simplemente las grababan y punto. Confiados en su insólita y misteriosa frescura, se dedicaban más a trabajar la imagen en las fotos, los trajes, la puesta en escena y las películas con Richard Lester que podían hacer comprender (y amar) su desenfado. Es a partir de esos dos álbumes fundamentales cuando empiezan a hacer una cosa que no era habitual en el mundo discográfico de la época. Cuando han compuesto una buena canción, se detienen, se toman un momento de respiro y piensan lo que quieren hacer con ella: qué forma quieren darle antes de grabarla. Un ejemplo de ello lo cuenta el técnico de sonido de «Revolver» cuando nos explica que, para una de las canciones, Lennon le preguntó de qué manera podían conseguir que la voz solista sonara como si estuviera cantando un Lama del Tíbet. Podía parecer una perogrullada, pero se implicaron en explorar la idea y pasaron la voz grabada a través de un filtro Leslie, que era un efecto usado para dar su característico temblor a los órganos Hammond.
Con eso consiguieron un resultado satisfactorio que se acercaba a la descripción previa que Lennon había hecho de lo que quería. Lo importante es fijarse en que, antes de grabarla, John Lennon ya trabajaba dentro de su cabeza imaginando cómo podían variarla en el momento de la grabación. O sea, que había un periodo previo antes de darle forma, puramente intelectual, donde la imaginación calculaba nuevas opciones. Eso, más tarde, entre los estudiosos de la teoría del arte se ha dado en llamar el momento preformativo; pero dudo mucho que Lennon o McCartney tuvieran noticia de tal cosa.
Obviamente, para hacer ese trabajo de reflexión se necesitaba un poco de tiempo. Y, por eso, para tomarse ese tiempo, The Beatles hicieron otra cosa que entonces era infrecuente en el mundo del espectáculo y del pop: detener las giras.
Para preparar «Revolver» se tomaron un respiro de reflexión y dejaron de tocar en directo durante una temporada. Habían ganado mucho dinero con las giras y, por fin, podían permitírselo. La influencia de «Rubber Soul» y «Revolver» fue tal que hasta un compositor americano fundamental como Brian Wilson de los Beach Boys reconoce haber estado obsesionado con superar esos álbumes. Su grupo seguiría esos pasos y también Wilson dejaría de tocar en directo para preparar el álbum más legendario de The Beach Boys: «Pet Sounds». De esa manera, una simple decisión artística acabaría cambiando las costumbres de la industria del espectáculo porque, a partir de entonces, ya nadie vería como una anormalidad que las bandas detuvieran las giras poco antes de grabar un disco para prepararlo bien.
Hay una última faceta que hace a «Revolver» histórico y legendario. Y es ser el punto crucial donde empieza a convertirse en grande la competencia entre Lennon y McCartney por superarse, el uno al otro, con una nueva composición más original, más valiosa. Hasta entonces la rivalidad se había resuelto en colaboración para conseguir el máximo frescor general en el grupo, o bien para explorar como grupo de amigos la psicodelia y contrastar experiencias. Pero, desde el momento en que empiezan a madurar como individuos, comienzan a competir en serio, más o menos a la altura de «Revolver». La madurez los cristaliza como caracteres y eso hace que cada uno tenga una línea más claramente marcada y desee imponerla. En cierto modo, en esa inevitable madurez se encuentra ya el germen de la separación del grupo que germinará tras «Let It Be».
- Sin culpables
Es un clásico, entre los fans nostálgicos, lamentar ese desencuentro, ese competir, esa ambición ególatra. A su modo de ver, si se hubiera desactivado nos hubiera dado unos Beatles eternos. También es otro clásico de estas epíforas verbales buscar culpables en el pasado familiar roto de Lennon o en un mirar por encima del otro, de una manera algo racista, a la ciertamente algo cargante Yoko Ono. Pero todo eso son bobadas. Lo cierto es que nunca hay superación sin lucha. Siempre se necesitarán dos para un buen debate. No hay nada más serio y estimulante que una buena competición. La historia de «Revolver» es la de dos genios y varios amigos de talento compitiendo en buena lid. Nos fotografía el momento en que, tras llevarla de una manera jocosa durante unos primeros años, deciden que se han hecho mayores y ahora la vida y el arte van en serio. El partidillo de patio de colegio se convierte en justa caballeresca. Y gracias a la exigencia que les hará estirar su talento hasta el máximo esfuerzo tendríamos luego joyas como «Sgt Pepper’s», «The White Album», «Abbey Road» y «Let It Be».
Cinco discos míticos de los 60
- «Rubber Soul» (1965)
«In My Life» y «Nowehere Man» son algunos de los temas más conocidos de un trabajo que ejerce de puente hacia los hallazgos finales de la banda. Del soul al folk, del rock al R&B, es un álbum variado, rico y cada vez más maduro.
- «Revolver» (1966)
Es en este disco donde la creatividad y el ansia de cambio de la banda cristalizan totalmente. La semilla que el grupo planta en «Revolver» se prolongará al resto de sus discos y al conjunto de la música popular contemporánea. Desde la sección de cuerda de «Eleanor Rigby» a los sonidos hindúes de «Love You To», sin olvidar el descaro y la frescura de los primeros Beatles con temas como «Yellow Submarine».
- «Sgt Pepper’s Lonely Hearts Club Band» (1967)
Drogas, experimentación y un George Martin (productor de los Beatles) en estado de gracia hicieron posible este trabajo que no estaba pensado para el directo. Aún sigue influyendo.
- «Abbey Road» (1969)
Su portada es inconfundible, quizá sea la foto más conocida de los cuatro de Liverpool. Pero el contenido no es menos famoso. «Something», «Here Comes the Sun» y «Come Together» son algunos de los clásicos incluidos.
- «Let it be» (1970)
El principio de la década coincide con el final de esta banda. «Let It Be», aunque grabado antes que «Abbey Road», fue su álbum de despedida. «Get Back», «Don’t Let me Down» y el sencillo que da nombre al disco son piezas que se resisten a desaparecer.