Sting: «Pensemos que mañana nosotros podemos ser refugiados»
Sting / Cantante. El próximo 4 de noviembre sale a la venta su nuevo disco, con el rock como bandera. De ello habla en esta entrevista. Y de los refugiados, el Brexit y las nuevas tecnologías
El próximo 4 de noviembre sale a la venta su nuevo disco, con el rock como bandera. De ello habla en esta entrevista. Y de los refugiados, el Brexit y las nuevas tecnologías
Tiene 65 envidiables años y su verdadero nombre es Gordon Matthew Thomas Sumner. Tras grabar once álbumes y haber brindado unas cuantas joyas musicales desde que comenzara en The Police hasta que decidiera grabar en solitario en 1985 con «The Dream of Blue Turtles», Sting vuelve con un trabajo titulado «57th & 9th» (la calle de Manhattan por cuya esquina cruzaba cada mañana camino del estudio en Hell’s Kitchen, donde se ha grabado), un disco cocinado con amigos en Nueva York y con sorprendentes toques de rock, género que no es habitual en la discografía del cantante y que saldrá a la venta el 4 de noviembre. En plena forma, esta semana recogía en Alemania un premio que le otorgaba la radio en Hamburgo.
–¿Hacia dónde cree que se dirige la música hoy y qué cambios ha visto desde que comenzó?
–Es una pregunta muy difícil de contestar. Sinceramente, no tengo la menor idea. Ni siquiera sé adónde se va a encaminar la mía en el futuro (risas).
–¿Considera que el talento hoy no es algo totalmente necesario para introducirte en el mundo de la música, a diferencia de sus comienzos?
–Creo que la música es algo muy importante para casi todo el mundo y considero que actualmente hay gente con más talento que cuando yo comencé, de eso hace muchísimo, pero lo que complica las cosas ahora y que ha cambiado con respecto a cuando yo empecé es la manera de entregar esa música. Quizá el «streaming» sea la forma correcta. Otro problema es cómo nos pagan, aunque confío en que se solucione en un futuro porque estamos hablando de cultura. En mi época, la música lo era todo; sin embargo, hoy existen bastante más maneras de distraerse, como los videojuegos, pero la música está ahí para disfrutarla. Me siento bastante optimista y estoy seguro de que no desaparecerá y de que la gente con talento seguirá apostando por este camino.
–¿Tiene una relación de amor con la música o es más amor/odio?
–Para mí es una obsesión que en ocasiones puede convertirse en maldición porque debido a tu trabajo tiendes a analizarla, a estudiarla desde el mismo momento que la escuchas ya sea a través del hilo musical de un ascensor, por ejemplo, o en el interior de unos grandes almacenes. De ahí que yo valore tremendamente el silencio y lo necesite para concentrame en lo que hago. No se si has podido leer el artículo que se escribió en la revista «Neurocase» sobre un escáner de mi cerebro que me hicieron recientemente en la Universidad de McGill en Montreal. Lo primero, y más importante, es que hallaron un cerebro, lo cual es estupendo (risas). En la prueba tuve que escuchar diferente música, alguna que me gustaba y otra que no. La conclusión fue que los que nos dedicamos a esto escuchamos con más partes del cerebro que el resto de los mortales, por eso estamos malditos y bendecidos al mismo tiempo.
–¿Cuál es el tema favorito de su nuevo álbum, si es que lo tiene?
–Si tenemos en cuenta el factor sorpresa te diré que el más diferente es «Petrol Head» porque es cien por cien rock. Pienso que a la gente le va a llamar la atención. Por otro lado –y aunque no tiene nada que ver con la anterior– hay otro que considero muy sensible, «Heading South on the Great North Road», que habla de mis raíces, de dónde vengo y por qué me marché en busca de una vida mejor. En este sentido está relacionado con «Inshallah» que, salvando las distancias, trata también de gente que busca una vida mejor, de los refugiados.
–¿Cree que todos somos refugiados?
–Pienso que todos en cierto modo lo somos, no al nivel del pueblo sirio, obviamente, pues ellos están en peligro de manera permanente, pero sí en el sentido de que da igual dónde vivas, ya que tus antepasados siempre han llegado de otro lugar, algo que tendríamos que tener muy presente. La corriente de refugiados puede cambiar en el futuro y quizá podamos ser nosotros quienes tengamos que buscar cobijo y ayuda lejos de nuestros países y conseguir ser aceptados y vencer barreras y trabas. No estoy intentando dar ningún tipo de solución política, pero es un asunto que se tiene que tratar con delicadeza y no como algo abstracto que no nos afecta. Tenemos que pensar en un rostro, una familia, no simplemente en números. Las migraciones hoy se deben principalmente a la guerra y a la pobreza, pero pronto también el cambio climático será un factor que afecte. Hagámoslo ya.
–Usted siempre ha tenido una gran implicación con temas sociales. ¿Cree que la obsesión por el dinero, el poder y tener un cierto nivel de vida está provocando que el mundo sea cada vez más injusto? Los millonarios, que son menos de un 5% de la población, tienen la mayor parte del dinero y esto provoca desigualdades, así como la destrucción del planeta debido a la explotación.
–Vivimos en un mundo donde es complicado, por no utilizar la palabra imposible, vivir sin economía. Tenemos que intercambiar productos o servicios pero nos falta un sentido honesto de comunidad. Vendes lo que produces a gente que lo necesita y tiene dinero para comprarlo. No se trata de que unos pocos posean todo. Y ahí está el problema, es lo que tenemos que cambiar.
–Hace veinticinco años usted y su mujer crearon la fundación Rainforest Fund para ayudar a los indígenas del Amazonas. ¿Qué labor siguen haciendo?
–Así es. En el Matto Grosso creamos una infraestructura legal para gente que vivía allí y que no tenía ninguna capacidad de poder luchar por sus derechos. Básicamente se trataba de defender su derecho a la tierra en la que viven, su educación, que pudieran mantener su propia lengua. Este modelo lo hemos recreado en 21 países alrededor del mundo, incluyendo el sureste asiático y África. Tenemos más proyectos basados más en los derechos humanos que en la naturaleza o la protección de los árboles, pero mi teoría siempre ha sido que sin gente concienciada en cuidar la naturaleza no se podrá salvar ningún árbol. Las dos cosas van completamente unidas.
–¿Le parece que movimientos como el vegetarianismo pueden ayudar también a contaminar menos el planeta?
–Sin duda. Yo como muy poca carne, casi nada. Su consumo supone un gasto de agua inmenso y poluciona la capa de ozono. La gente se debe concienciar.
–Las redes sociales son una herramienta que muchos artistas utilizan para promocionarse. ¿Cómo las usa usted y que opinión tiene de ellas?
–Tengo una cuenta de Twitter y una página en Facebook y subo información de vez en cuando, aunque no estoy obsesionado con ello ni me paso el día entero pegado a la pantalla porque me volvería loco. Si te soy sincero tengo un smartphone, lo uso para hacer una llamada y lo apago después. No mando mensajes ni whatsapp, lo que significa que no resulta fácil ponerse en contacto conmigo porque casi siempre tengo el teléfono apagado.
–Recientemente hemos visto cómo en su país la gente votaba sí al Brexit. ¿Cuál es su opinión?
–Yo voté a favor de que nos quedáramos en la Unión Europea; sin embargo, puedo entender por qué la gente lo hizo para que saliéramos. En un principio se engañó, tanto por parte de los medios de comunicación como de los políticos. Pero el gran error fue convocar un referéndum. Elegimos a los políticos para que tomen esas decisiones por nosotros, la gente en una consulta así vota casi siempre condicionada por emociones, lo que no es bueno. ¿Qué ha sucedido? Que se ha votado desde la emoción con la intención de darle una patada en la cara al Gobierno. Yo no soy partidario de los referéndum a la hora de tomar este tipo de decisiones, pues no me parece la forma adecuada de votar. Es el arma que utilizaba Hitler para conseguir lo que quería. Sabía que tratando con emociones básicas se consigue mucho de la gente. Así que cuando sea rey, lo evitaré (risas). Es broma.
Dentro del cerebro del músico
Sting quiso someterse a un experimento en Canadá realizado por el neurocientífico Daniel Levitin sobre cómo el proceso de composición musical opera en el cerebro de un músico. Temas que a primera vista (o escucha, quizá fuera más correcto decir) estaban en las antípodas el cerebro de Sting conseguía establecer entre ellos nexos que los relacionaban, es el caso de «Girl» de los Beatles y el tango «Libertando» de Astor Piazzolla. Por otro lado, apenas era capaz de distinguir entre éxitos de figuras del pop como Britney Spears o las Spice Girls. Aunque la conclusión más sorprendente en el caso de este artista es que en el momento en que compone utiliza unas parcelas únicas de su cerebro distintas a las que emplea cuando realiza otra función artística, por ejemplo, escribir un texto. Los métodos de la investigación, dice Levitin, «pueden ser utilizados para estudiar todo tipo de cosas: cómo los atletas organizan sus pensamientos sobre los movimientos del cuerpo; cómo los escritores agrupan sus pensamientos sobre sus personajes; cómo los pintores piensan sobre el color, la forma y el espacio», explica.