Triunfal presentación de Piotr Beczala
Crítica de clásica. Temporada del Teatro Real. Obras de Verdi, Donizetti, Berlioz, Gounod, Massenet, Intérpretes: Bizet, Rossini, Moniuszko y Puccini. Piotr Beczala, tenor. Director: Marc Piolet. Orquesta Titular del Teatro Real. Teatro Real. Madrid, 24 de octubre.
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Bueno es que en Madrid empecemos a escuchar las grandes figuras actuales de la lírica que no pertenecieron al clan de amigos de Gerard Mortier. Piotr Beczala (Polonia, 1966) lleva ya años cantando –parece mucho más joven de lo que realmente es- y ocupando uno de los lugares más destacados de la lírica actual. Hace ya años que destaqué sus valores cuando pertenecía a la compañía de la Ópera de Zurich. Sin embargo ha empezado a ser conocido en España por la perfectamente prescindible «Traviata» de la Scala, tras la que declaró no sentirse propicio a cantar más en Italia a medio plazo. Ciertamente poco hubo positivamente destacable en aquella premier y ni el mismo Beczala.
Recuerdo a Alfredo Kraus
Se ha presentado en concierto antes de otros contratos que, ya firmados, nos permitirán escucharlo en óperas en Madrid y Barcelona. El acto se ha enmarcado dentro de un recuerdo a Alfredo Kraus, por quien el tenor polaco siente una genuina admiración. El programa comprendía algunas páginas de las que el maestro canario hacía interpretaciones antológicas y otras de un repertorio más de tenor puramente lírico. Su principal virtud fue la de la generosidad, con nueve arias no precisamente fáciles.
Una de las peores cosas que pueden suceder en un concierto de homenaje a una figura es que más que recordar a esa figura se acabe añorándola. Es lo que pareció que podía suceder tras las lecturas de Beczala de «Lucia di Lammermoor» o «Romeo y Julieta». La voz, que es preciosa, marcaba colores diferentes arriba y en el centro, la medida no acababa de funcionar y la línea de canto dejaba bastante que desear, faltando poesía. Era como escuchar a un estudiante aventajado con grandes medios, pero muy lejos de la figura a quien se recordaba. Afortunadamente el concierto fue subiendo enteros desde el aria de «Werther» que, como la de «Fausto», permitieron pasar de las añoranzas. Mucho mejor el aria de «El Cid» que la «Flor» de «Carmen», porque en ella hubo pasión y línea. Cerró una versión impecable de «E lucevan le stelle», a la que sin embargo le faltó personalidad, lo cual es un requisito en páginas sin dificultades técnicas. Concedió dos propinas: «Dein ist mein ganzes Hertz» de Lehar y el napolitano «Core ingrato» en dedicatoria a su esposa. En esta última el director Marc Piolet llevó al máximo uno de los defectos de su participación, el exceso de volumen en unas lecturas a veces premiosas al máximo –obertura de «Vísperas sicilianas»– y en general faltas de gracia.
Dejo expresamente para el final lo mejor del concierto: un amplia aria desconocida de «La casa embrujada» de su compatriota polaco Moniuszko, en la que Beczala estuvo absolutamente magnífico.