Una brillante clausura
Hector Berlioz compuso su «Te Deum» originalmente para los fastos de coronación de Napoleón III, en 1848.
Orquestas Sinfónicas de Euskadi y de Bilbao. Orfeón Donostiarra. Orfeón Pamplonés. Escolanía Easo. Coro de Niños de Araoz. Director: Víctor Pablo Pérez. Tenor: Christian Elsner. Órgano: Thomas Ospital. Tiple: Javier Sánchez. Obras de Berlioz, Madina y Sorozábal. Auditorio Kursaal. San Sebastián, 1-09-16.
Hector Berlioz compuso su «Te Deum» originalmente para los fastos de coronación de Napoleón III, en 1848. Pero finalmente se estrenó con motivo de otro magno evento, siete años después: la inauguración de la Exposición Universal de París, en la Iglesia de San Eustaquio de la capital francesa, cuando el compositor dirigió a un conjunto de 900 participantes.
Esta monumental partitura (de calidad algo inferior, todo hay que decirlo, a su «Gran Misa de Difuntos», y para la que el músico retomó pasajes de su juvenil «Misa Solemne», que se creía perdida pero fue recuperada en 1991 y estrenada por John Eliot Gardiner) se interpreta muy poco debido a sus enormes exigencias. En esta ocasión hubo «solamente» la mitad: casi medio millar de ejecutantes, que ofrecían un aspecto visual realmente imponente, para lo que hubo que eliminar incluso varias filas de butacas. Con este motivo, además, unieron sus fuerzas, por primera vez, las dos orquestas sinfónicas vascas (la de Euskadi y la de Bilbao), junto a los dos orfeones (el Donostiarra y el Pamplonés) y dos coros infantiles (la Escolanía Easo y el Coro de Niños de Araoz), además de órgano y tenor solista.
Víctor Pablo Pérez se mostró, como siempre, dominador de las grandes masas, de las que supo extraer desde el más poderoso de los «fortes», realmente impresionantes, hasta el susurro más sutil, casi de música de cámara, donde se aprecia ese gusto por la orquestación del maestro francés. Ofreció la partitura íntegra, incluyendo la vibrante «Marcha de presentación de las banderas», que muchas veces, incluso en grabaciones, se suprime. El tenor alemán Christian Elsner aportó su poderío vocal al solo «Te ergo quaesumus», y el organista francés Thomas Ospital tocó impecablemente sus destacadas partes.
Pero este concierto se celebraba el 31 agosto, una fecha emblemática porque se recuerda el incendio que sufrió la ciudad de San Sebastián. Es un día para la oración y el recogimiemto. Y así, se entonó el precioso «Aita Gurea» (Padre Nuestro) de Francisco de Madina con el niño Javier Sánchez como destacado solista. Y también se oyó «Gernika», la impresionante marcha fúnebre de Pablo Sorozábal, con una treintena de txistularis situados en las rampas laterales del Auditorio Kursaal, produciendo un gran efecto. El canto por parte de todos los integrantes del «Agur Jaunak» fue el emotivo cierre del concierto y de la 77 Quincena Musical.