Barcelona

Beyoncé, la reina del pop agranda su leyenda

Cerca de 50.000 personas llenaron el Estadi Olímpic de Barcelona para ver a la gran diva de la música actual. La cantante no defraudó a sus entusiastas seguidores en el que era el último concierto de la etapa europea de la gira «Formation World Tour» y su única parada en España

De rompe y rasga. La artista norteamericana presenta unos «shows» siempre apabullantes que encandilan al público
De rompe y rasga. La artista norteamericana presenta unos «shows» siempre apabullantes que encandilan al públicolarazon

Cerca de 50.000 personas llenaron el Estadi Olímpic de Barcelona para ver a la gran diva de la música actual. La cantante no defraudó a sus entusiastas seguidores en el que era el último concierto de la etapa europea de la gira «Formation World Tour» y su única parada en España

«Quién soy en el escenario es alguien muy, muy diferente a quien soy en la vida real», asegura Beyoncé. ¿Es posible? Pues es una pena porque su presencia y magnetismo en las tablas es sobrecogedor. Con tanta parafernalia, «show» audiovisual, volumen de sonido, bailarinas a sus órdenes y un repertorio de éxitos impresionante, al verla actuar parece que mide quince metros y que es, en efecto, una diosa, y no de esas tiernas y reconfortantes, sino una llena de furia y belleza a la que es mejor no contradecir.

Una enorme pantalla de unos veinte metros de altura en forma de cubo protagonizaba un escenario en el que la imagen de Beyoncé se proyectaba gargantuesca hasta acongojar a los que creen que los gigantes de 20 metros no existen. Vestida de negro, con sombrero oblongo a lo bruja del Oeste, apareció bien acompañada por sus veinte bailarinas, mientras a su espalda esa imagen era multiplicada hasta el infinito. Segura, confiada, dinámica, sin perder el tiempo, empezó por rescatar los primeros cortes de su último disco, «Lemonade», en el que explica sin conmiseración la infidelidad de su marido, el rapero e icono Jay Z, y el difícil proceso que ha tenido que pasar para ser capaz de perdonarle.

«Formation» y «Sorry» fueron los primeros cortes, ante los ensordecedores gritos de un público que había esperado mucho a volver a verla sobre un escenario. El Estadi Olímpic prácticamente se llenó con cerca de 50.000 espectadores para adorar a la reina absoluta del pop en su única parada en España de «Formation World Tour», que ayer despedía su periplo europeo. «Sólo me pongo nerviosa cuando no me pongo nerviosa. Si estoy nerviosa sé que voy a ofrecer un gran espectáculo», dice siempre Beyoncé y ayer debía de estarlo bastante porque no se le notó en absoluto y el «show» fue electrizante.

Aunque no olvidó sus grandes éxitos, de «Crazy in Love» a «Drunk in love», fueron los cortes de «Lemonade» los que cohesionaron el espectáculo, dándole un giro narrativo unidireccional, dividido en seis actos, y en el que el tema principal volvía a ser el aliento superlativo por reclamar a la nueva mujer del siglo XXI, un ser lleno de fortaleza, poder y confianza, que no tiene miedo de mostrar todas sus debilidades. ¿Pero perdonar es una debilidad? Para la nueva Beyoncé, puede que sí.

Mucho se ha comentado sobre un giro político de la artista, algo que incluso el bando republicano le ha echado en cara. El mismísimo Rudy Guliani, ex alcalde de Nueva York y voz vehemente y respetada del Partido Republicano, no le perdonó que en la última Super Bowl homenajeara el imaginario de las panteras negras, acusándola de politizar el pasatiempo nacional de todos los americanos. La verdad es que sí que hace referencia a la brutalidad policial en su nuevo álbum, pero eso, más que politizarse, es no dar la espalda a la actualidad.

Una larga tarima que atravesaba la zona del público de pie, y que permitía que muchos pudieran contemplar a la diva de cerca, hizo que por un momento la gente se olvidase de ver a Beyoncé en una pantalla, que por muy grande que sea, ahí la han visto toda su vida, y la siguiese hipnotizados como si de la mismísima flautista de Hamelín se tratara. No es extraño que los republicanos no le tengan simpatía, ya que su influencia es grande, y su voluntad son órdenes para todos aquellos que la rodean. Como ejemplo de joven independiente, ambiciosa y con gran determinación, no quieren que sus millones de seguidores la asemejen a una especie de Hillary negra. Aunque no ha apoyado públicamente a la candidata demócrata para presidir Estados Unidos, muchos quieren unir los destinos de estas dos mujeres, con maridos poderosos e infieles a los que su fuerza de voluntad ha conseguido sobrepasar.

Con «Run the World (Girls)» se cerraba el primer acto del concierto, en pleno éxtasis de un público que sabía reconocer a Beyoncé una cosa, que no da nada por supuesto y que se esfuerza por corresponder al cariño de su público. El rojo se hizo el protagonista absoluto en este simulacro de abrasión de leds para dar paso a un nuevo orden mundial en el que las féminas no tengan que defender más sus derechos, sino que sean ellas las que aseguren los de toda la humanidad.

A partir de aquí no hubo descanso a los impactos audiovisuales, a veces a tal velocidad que eran difíciles de retener por la retina. Después del interludio con imágenes de Beyoncé rompiendo cristales, salieron sobre el escenario, o encima de él, unos bailarines aéreos, mientras un aire estratégicamente colocado volaba los cabellos de la cantante en un medio tiempo que apaciguaba un poco el corazón, que a veces se aceleraba demasiado.

Con «Baby Boy», uno de sus primeros éxitos, el público se reencontró con la Beyoncé joven y juguetona, y al interpretar «Countdown» la fiesta se extendió por todas partes. El concierto acababa de arrancar, pero iba directo a explotar en la diana. Vuelve pronto, Queen Bey.

Días y más días al aire libre esperando a la gran diva

Beyoncé... su nombre resuena cada vez que se pronuncia, y hasta se mueve la tierra al menos en un 2,3 de la escala Richter. Beyoncé.... no se puede decir a la ligera, porque produce eco y la gente reacciona de formas inesperadas. La mayor estrella del momento dentro de todo el panorama musical es una de esas artistas que gustan a todo el mundo, sin excepción. Luego tiene a sus verdaderos ultras capaces de esperar días al raso para ser los primeros en entrar a uno de sus conciertos. Porque la experiencia de ver a la cantante siempre es gratificante, pero si eres de los madrugadores y la tienes cerca, todavía más. El Estadi Olímpic volvía a estar lleno de jóvenes ansiosos por ver a Beyoncé no las horas precedentes del concierto, sino días antes, demostrando el magnetismo sobre humano de esta cantante/actriz/empresaria/icono mundial, una mujer que hasta Michelle Obama sitúa como máximo referente e inspiración de las jóvenes de hoy día. No es de extrañar, desde aquella tímida aspirante a Diana Ross en Destiny’s Child, al megafenómeno actual, capaz de ser símbolo de la mujer fuerte, independiente y poderosa, ha pasado mucho tiempo y demostrado que el talento, cuando hay inteligencia y visión de conjunto, puede servir para abrir muchas mentes, y también muchos bolsillos. Los más tempraneros acamparon su tienda hasta doce días antes con cierta impunidad municipal. Ir ayer por la mañana por los alrededores del estadio olímpico de Montjuïc era descubrir caras agotadas ansiosas porque la hora ya estaba cerca. Había quien vino desde Las Canarias, otros de Valencia, Madrid, Lugo, Logroño. «A veces no puedes más, sólo quieres que pase todo, pero entonces sale ella y no lo puedes evitar, comienzas a llorar, porque se te pasan todos los males», dice Andrés, un chico de 23 años de Tenerife. Muchos lloraron anoche.