Natalia Álvarez y Àlex Rigola: «Nos gustaría que la gente matara por ir al teatro»
Directores de los Teatros del Canal.. Falta un año para que sean la cara oficial de la institución, pero ya trabajan desde hace días en torno a las salas Roja, Verde y Negra para desarrollar un proyecto artístico que centrarán en «entablar diálogos y conexiones» con el ecosistema del edificio.
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Falta un año para que sean la cara oficial de los Teatros del Canal, pero ya trabajan desde hace días en torno a las salas Roja, Verde y Negra para desarrollar un proyecto artístico que centrarán en «entablar diálogos y conexiones» con el ecosistema del edificio.
Todavía les quedan doce meses para vestirse de largo y ser oficialmente directores de los Teatros del Canal. Sin embargo, ya han desembarcado en los que serán sus despachos durante los próximos años. Mejor dicho, su despacho. Uno solo. Porque, a pesar de ser dos las cabezas visibles de este proyecto, Natalia Álvarez y Àlex Rigola ya han tomado la primera decisión: unir sus oficinas y repartirse las salas, Verde para él, Roja para ella. Son los sucesores del hombre que levantó la institución en 2009 y que al finalizar esta temporada tomará un nuevo rumbo, Albert Boadella, y a pesar de que la noticia se conoció hace meses, no han hablado hasta ahora.
–¿Por qué han tardado tanto?
–Àlex Rigola: Yo soy partidario de hacer las entrevistas en el momento de presentar la temporada, porque ahora, cuando nos preguntes por las líneas generales... Son para dentro de un año.
–¿Cuándo acaba Boadella?
–À. R.: En junio, pero, por contrato, nosotros no entramos hasta noviembre del 17, y como las líneas se marcan de muchas formas, hay que ir entrando en el aprendizaje desde ya. Cada espacio es totalmente diferente, se puede llegar con una idea muy concreta y después se impone la realidad.
–Aquí tienen tres salas para probar.
–À. R.: Debemos ver qué tiene sentido y qué no, qué funciona y qué no, y sólo viviendo aquí un tiempo podremos saberlo. Hasta dentro de tres o cuatro años no podremos fijar un proyecto claro. Hemos de ser muy abiertos a posibles cambios. Canal es un teatro de la Comunidad, pero no sólo hay que centrarse en la relación con ésta, sino con el barrio y a nivel estatal también.
–¿Por qué Àlex Rigola y Natalia Álvarez?
–À. R.: Eso se lo tendrías que preguntar a Jaime (de los Santos). ¿Y por qué no uno de los dos sólo? Al no haber concurso se entró en una zona de diálogo con la Comunidad muy fructífero. En principio estaba pensando hacer una pausa en la gestión, pero me he sentido tan apoyado que cambié de idea. Fueron una serie de llamadas y correos en los que me convencieron de que tenía la posibilidad de elaborar un proyecto a largo plazo. Nunca a corto. Me siento como un artista protegido.
–¿Cuántos años tienen por delante?
–Natalia Álvarez: Cuatro temporadas de programación.
–Tienen tiempo para mostrar la línea.
–À. R.: ¡Y crearla! Uno tiene que ser muy dúctil porque existen 10.000 parámetros que observar. Cuando tienes un artista al mando, al mismo tiempo hay una persona que, a pesar de la racionalidad, entra en caminos intuitivos indispensables para remover el equipamiento. En ese sentido, me encuentro muy bien acogido.
–Su antecesor entró sin tener muy en cuenta la danza y terminó enamorado. Ustedes no van a tener ese problema.
–À. R.: Uno no puede abarcarlo todo, y, por ello, era importante dar cabida a otra persona con la que formar una dirección bicéfala en la que nos hemos dividido la Sala Verde para teatro y la Sala Roja para danza, aunque con vasos comunicantes. Con Natalia se van a encontrar un seguimiento de la danza mucho más al día que conmigo.
–N. Á.: Y con el teatro también. Es verdad que Àlex sabe de danza y yo de teatro, porque es mucho tiempo de gestión de artes escénicas, pero es una codirección con un proyecto artístico donde lo que vamos a hacer es entablar diálogos y conexiones.
–À. R.: La mente abierta como punto de partida.
–N. Á.: La visión pública del teatro.
–¿Qué debe tener uno público?
–À. R.: Estar en relación con su entorno.
–Hablaba del barrio antes...
–À. R.: Pero también tiene que facilitar la posibilidad acceso a todas las sensibilidades de los diferentes espectadores. Hay que cuidar un tipo de teatro que no tendría posibilidad de sobrevivir en los espacios privados.
–¿Y cuál es su trabajo en el día a día hasta que empiece la acción?
–N. Á.: Múltiple.
–Estarán viajando para ver qué pueden traer.
–N. Á.: Sí, mucho.
–À. R.: Tenemos la suerte de que Albert y su equipo han levantado este teatro de la nada. Han dado el paso más difícil e importante.
–Echar a andar...
–N. Á.: Estos meses son de aprendizaje.
–À. R.: La función es doble: que nos transmitan todo lo de estos años para después removerlo. Su labor ha sido titánica e importantísima, entonces, ¿por qué renovar a los de directores artísticos? Para agitar a la ciudadanía, al espectador, a los artistas, al propio personal... Las artes escénicas son movimiento, no podemos estar estáticos, aunque los equipos funcionen es importante que cada ocho o diez años se renueven para remover a todos los agentes del ecosistema.
–¿Y ese tópico de que la gente joven no va al teatro?
–N. Á.: Depende del espectáculo.
–Evidentemente.
–À. R.: Tengo muy asumido que hay una edad en la que las endorfinas te bajan. Existe un periodo bastante duro de los 15 a los 30 en el que entiendo que no se venga, porque el cuerpo te pide otra cosa. Igual que no hay tantas discotecas para personas de 50 años. A partir de los 35 uno empieza a hacerse preguntas que no se había hecho antes y en el teatro encuentras un buen espejo. Necesitas belleza, y en la danza y el teatro la encuentras. Me gustaría que la gente matara para ir al teatro, pero creo que no hay que hacer espectáculos específicos para cada una de la edades. Con ciertos años tratamos muy inocentemente algunos temas.
–¿Por qué seguir en la gestión?
–À. R.: Es apasionante. No se trata de una cuestión económica.
–Tampoco estará mal pagado.
–À. R.: Sí, está bien, pero no tengo esa presión. Es algo pasional. Al principio era querer renovar algo desde la otra parte, no sólo recibir. Es tan pasional la dirección artística de un centro como llevar la propia escena.
–¿Por qué Madrid acoge directores catalanes y no al revés?
–À. R.: Es normal que se centralice en la capital.
–Barcelona se puede poner al nivel de Madrid.
–À. R.: No creo que haya ningún problema. En el Lliura el director es Lluís Pasqual, aunque la segunda cabeza es Aurora Rosales, que dejó Madrid para ir allí.
–Pero no es el rostro visible...
–À. R.: Eso sí, pero no va más allá. Hemos tenido hasta un presidente de la Generalitat andaluz. Bueno, nació allí, él era catalán.
–No es de donde se nace, sino de donde se pace.
–À. R.: Igual que yo voy a ser madrileño porque voy a vivir aquí.
–Y encantados. ¿Hasta qué punto le vamos a ver encima del escenario?
–À. R.: En cualquier teatro europeo lo primero que se pide, y por eso se coge a directores de escena, es que se defienda la programación con sus montajes.
–¿Se marca un mínimo?
–À. R.: Sólo cosas mías. No, es broma. Mi vinculación será con esta ciudad, y una de las líneas que vamos a marcar es el apoyo a los artistas y las compañías. Ayudarlos y acompañarlos.
–Cuando leyó su última programación, Albert se despidió bailando al ritmo de «Paquito el chocolatero». Literal. ¿Ustedes cómo van a entrar?
–N. Á.: Pues, entonces, entraremos bailando (risas).
–À. R.: Con danza. Albert es único, esperemos que no se vaya, que se quede aquí mucho tiempo.
–Tema más perezoso: ¿qué esperan de la nueva etapa del ministro? Más allá del dichoso IVA, que tanto da que hablar.
–À. R.: Sí, pero de momento no hay nada pactado con eso.
–N. Á.: Es una contradicción al artículo 44 de Acceso al Derecho de la Cultura tener un IVA incrementado. Es incomprensible.
–À. R.: Permíteme ser un poco polémico: yo establezco una gran diferencia entre las cosas que suben encima de un escenario, igual que con lo que se imprime, porque a mí que todo lo que se vende en papel tenga el mismo IVA no me parece normal.
–Las revistas pornográficas tienen el más bajo el IVA que el teatro.
–À. R.: Bueno, ésas tienen un sentido, pero hay una serie de revistas del corazón que no. No sé qué es más pornográfico. Y respecto a lo que se pone encima de un escenario, no sé si todo debería ser apoyado. Hay cosas de las que no me considero ni compañero ni hermano. Le debe suceder lo mismo a Javier Marías cuando ve algunas revistas. Tiene que haber una separación muy real entre unos espectáculos y otros.
Penúltimo adiós de Boadella
«Siete años dando la lata», rezaba el libro que los Teatros del Canal editaron a finales del pasado curso para conmemorar el tiempo que llevaban al servicio de Madrid. Un tiempo en el que sólo han conocido a una cabeza que los liderara, por lo que Àlex Rigola y Natalia Álvarez serán los primeros herederos de Boadella. «Él levantó esto de la nada y ahora la responsabilidad de mantener el nivel es muy alta», comentan los nuevos directores. Aun así, todavía queda mucho por ver de un Albert Boadella que no abandonará su plaza hasta que finalice la presente temporada. De hecho, antes de la despedida en la gestión, el catalán se dará un homenaje en la Sala Negra, la que ocupará del 8 al 11 de marzo con «El sermón del bufón». Una mezcla entre monólogo teatral y conferencia didáctica en la que Boadella será el protagonista. «Una combinación entre su vida y su arte», se presenta, en la que Els Joglars estará de fondo con unas proyecciones de los fragmentos más importantes de sus obras. Además de «la penetración en los secretos más íntimos del oficio y de la persona», sigue. Una función que se regirá bajo los cuatro principios que han marcado y dirigido el mundo cívico y personal del artista y hasta ahora director de los Teatros del Canal: la belleza, el enemigo como inspiración, la modernidad y la realidad frente a la fantasía.