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Nick Cave, un recopilatorio sin sentimiento de culpa

El músico australiano selecciona el relato de sus mejores canciones, basadas en la «rabia y la culpa», para una edición que abarca tres décadas de su producción y que pospuso por el fallecimiento de su hijo
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En 2015, el tiempo de la vida de Nick Cave (Australia, 1957) se detuvo. Ese es el año en que debería haber publicado una compilación de las tres décadas de trayectoria, y estaba lista.
En 2015, el tiempo de la vida de Nick Cave (Australia, 1957) se detuvo. Ese es el año en que debería haber publicado una compilación de las tres décadas de trayectoria, y estaba lista. Sin embargo, «Lovely Creatures» (BMG/ Music As Usual) se acaba de publicar ahora porque entonces la vida del cantante y escritor sufrió un seísmo. Su hijo Arthur, gemelo de Earl, se precipitó por un acantilado en Brighton, donde reside la familia, cuando estaba experimentando con LSD, y murió en el acto. El dolor y la rabia fraguaron «Skeleton Tree», un trabajo mayor en su carrera, un disco que hacía justicia a su terrible presente. A Cave simplemente no le parecía buena idea ese tipo de lanzamiento.
El músico explica el trauma como una reencarnación: «El tiempo y un inesperado destino dieron forma a una nueva persona para que habitase esta vieja piel. El pasado se convirtió en historia antigua en lo que dura un latido cuando esas circunstancias fuera de mi control se hicieron sólidas. En ese momento, era imprescindible y urgente publicar un nuevo disco para que esa persona diferente pudiese expresarse», escribe Cave a modo de disculpa en su web. «Así, tras ese paso que dimos en la historia de la banda, ‘‘Lovely Creatures’’ encontró su sentido en nuestra narrativa». ¿Quizá una nueva forma de interpretarla o la ruptura final del espejismo?

► Material inédito

Adentratrse en la obra de Nick Cave es una tarea exigente. Sus textos y declamaciones garantizan un respingo al primerizo. «Mucha gente no sabe por dónde comenzar. Otros se conocen mejor el catálogo que yo mismo. Este lanzamiento está diseñado para ser un camino hacia la profundidad de tres décadas de música. Eso son muchas canciones, así que las que hemos elegido son las que han permanecido. Otras son las que nos piden que toquemos en directo, pero hay algunas que tienen demasiada historia para quedarse fuera. Finalmente, están las que no lo han conseguido, pobrecillas. Esas las tendréis que descubir por vosotros mismos», escribe Cave sobre el lanzamiento, en formato de triple CD (o LP), y que abarca desde desde su álbum debut, «From Her To Eternity», hasta «Push The Sky Away» su 15º disco. En la edición Deluxe se incluye un DVD con dos horas de material inédito. Los miembros actuales y pasados de la banda del australiano han aportado material de sus archivos personales para este metraje.
La poderosa apariencia de la obra de Cave –tanto de imagen como de sonido– borra los matices de su trabajo, le reduce al arquetipo de príncipe de las tinieblas amigo de la aguja. Que lo fue, desde luego, pero hace tiempo que vive como un escritor profesional con horario de oficinista. Lo mismo sucede desde el fallecimiento de su hijo, que amenaza con darle la vuelta a su cliché, convertir al vampiro en el padre desconsolado. En una entrevista con «The Guardian», Cave reconocía lo importante que ha sido el padecimiento en público: «Se habla mucho sobre el dolor, hacerlo solo. Los buenos gestos que hemos recibido de gente que no conozco han sido extraordinarios. Porque el impulso natural era esconderse. Pero resulta que vernos forzados a abrir nuestro sufrimiento nos ha salvado. Claro que hay una idea casi heroica de sufrir en soledad, encerrarte en un mundo de recuerdos. Lo entiendo, pero es una ilusión muy peligrosa, puede costarte la vida», explicaba el autor de temas inmortales como «Into My Arms», «Do You Love Me?» o «Where The Wild Roses Grow», todos incluidos en esta retrospectiva.
Pero Cave detestaría hacer ese viaje que lleva a una figura inquietante a convertirse en otra que despierta compasión. «No quiero que nadie tenga por qué involucrarse en el drama de otra persona. No quiero que los conciertos se conviertan en eso. Es muy importante que el público disfrute y se vayan más felices. Lo último que me gustaría es que se contagie un lamento colectivo y que todo el mundo se quede hecho una mierda. No quiero eso, porque yo no me siento así», señalaba el músico recientemente.

► La «tercera mente»

La edición de «Lovely Creatures», es cierto, no aporta nada significativo en lo musical que no sea la visión del artista de su propia obra y la inclusión de algunos temas como «O Children» (que apareció en «Harry Potter y las reliquias de la muerte») y la sorprendente «Red Right Hand» (arrolladora intro de la serie «Peaky Blinders») que no estaban editadas en sus álbumes de estudio. Sin embargo, en lo visual sí que contiene relevancia, al igual que en el texto de Kirk Lake (escritor, guionista y colaborador del grupo desde hace años) que sirve de repaso a la trayectoria de Cave. Algunos de los malentendidos con el artista vienen por dados por los focos que atrae y, sin embargo, Cave necesita de su banda, no sería nada sin ellos. Es lo que William Burroughs llamaba la «tercera mente»: «Cuando dos mentes se ponen a trabajar juntas, de inmediato surge una tercera superior, un colaborador invisible». Mick Harvey compartió esa mente primero, después Blixa Bargeld, y ahora Warren Ellis, su más estrecho colaborador en la actualidad. Pero el líder de la banda e instigador no se olvida de ninguno de ellos: rechazó ingresar en el Hall Of Fame de la música australiana cuando la academia solo iba a reconocerle ese honor a él y no a sus compañeros de banda, los Bad Seeds. Una banda extraordinaria, que comparte una estética en modo telepático con su líder y que toma, pr cierto, su nombre de la historia de Rhoda Penmark, un personaje del escritor William March sobre una niña de ocho años que está genéticamente maldita por ser la bisnieta de un asesino en serie y que no puede resistir los impulsos homicidas.
Nick Cave & The Bad Seeds tienen mentalidad de banda, pero en el sentido de hampón. Sólo así se explica su resiliencia durante tres décadas, porque hoy son uno de esos tótems del rock, pero a finales de los 80 y comienzos de los 90, el mundo lo dominaba el sonido «Madchester», la electrónica e incluso el hip-hop y no quedaba oxígeno en la habitación para el rock. Y menos aún para unos locos raros y pálidos que tocan a veces una campana de iglesia, liderados por un tipo alto con voz de barítono que predica en torno a Dios y el diablo, la belleza y la fealdad y la fina línea del bien y el mal. No, esta no es la clase de grupo en el que se entra así como así. Los primero temas del primer volumen de «Lovely Creatures» ya definen un primer viaje: «Tupelo» o «I’m Gonna Kill That Woman» y «The Carny» hasta la monumental «Higgs Bossom Blues» suponen un viaje al profundo sur de Estados Unidos y evidencian su conocimiento de la tradición americana (blues, country, gospel) y sus juegos con las ideas de Dios y de la culpa, asuntos que se exacerban en «The Mercy Seat». «Mucho se ha escrito sobre la presencia de un creador en su obra –escribe Lake– y es irrelevante preguntarse si en el fondo es creyente. Para él, la idea de Dios es una metáfora entre la precaria puerta que separa la vida de la muerte, el mundo físico del vacío absoluto».

► Banda, acepción hampón

No siempre se ha tomado tan en serio: miren las «Murder ballads» (1996), donde narraba canciones sobre crímenes y en su máxima expresión se acompañaba por la también australiana y sin embargo en sus antípodas estilísticas Kylie Minogue. «Where The Wild Roses Grow» es una de esas canciones que derribó la puerta de los medios y despejó algunas estúpidas acusaciones de misoginia. A partir de ese momento, el líder de la banda adopta personajes, como el del amante despechado en «The Boatman’s Call», y se siente libre para someterse a una metamorfosis inesperada hacia el clasicismo de «The Abbatoir Blues / The Lire of Orpheus». Todo el corpus del artista se constituye como una obra que a partes iguales seduce y asusta. «Las canciones son cosas extrañas. Son pacientes y esperan para tener su significado, y a veces lo cambian de repente», decía a «The Guardian». Parece increíble que tras una vida escribiendo canciones sobre sentirse culpable, Nick Cave se enfrente a su gran tragedia sin una gota de ese sentimiento.

¿El sucesor de Dylan y Cohen?

En el texto de introducción a «Lovely Creatures», el escritor Kirk Lake saca a colación un tema interesante como conclusión del análisis de su obra. O, por lo menos, la clase de debate que a la Prensa nos encanta. «Nick Cave se ha establecido como uno de los escritores de canciones de mayor calidad de la historia del rock & roll, quizá el único que, tras la era del punk, es capaz de aguantar la mirada a Bob Dylan o Leonard Cohen. Pero esto que ha conseguido hacer es el resultado de la tripulación de bucaneros que ha reclutado durante el camino», escribe el guionista en un interesante texto de antesala a tres décadas de música. Después de ese tiempo, Nick Cave sigue produciendo canciones de enorme calidad, entre las mejores que se han escrito. Y el destino le sigue guardando zarpazos que son material para nuevas y adorables criaturas, porque el australiano siente que «la canción es la forma de arte más perfecta para expresar un sentimiento». Él dice que tiene un enorme respeto por ellas «y por la vida propia que albergan». Él lo ha comprobado.