Norman Manea: «El Estado Islámico es un nuevo fascismo religioso»
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Víctor Fernández- Superviviente de algunos de los horrores de la historia más reciente, se trata de uno de los intelectuales actuales de referencia
Norman Manea es una de las voces más inteligentes de cuantas pueden hablar sobre el Holocausto. Lo hace con conocimiento de causa porque él mismo vivió el terror nazi cuando fue deportado de niño y acabó en un campo de concentración por su condición de judío. A ello se le suma la persecución que sufrió a manos de la dictadura totalitaria de Ceaucescu en su país de origen, Rumanía. El escritor estuvo ayer en el Palau Macaya de la Obra Social de La Caixa para hablar de su último trabajo, «La quinta imposibilidad», publicado por Galaxia Gutenberg. Horas antes mantuvo la siguiente entrevista con este diario.
–Hace unas semanas se celebró el 70 aniversario de la liberación de los campos de concentración. ¿Es necesario mantener el campo de Auschwitz como monumento a la vergüenza o la memoria?
–Creo que es ambas cosas. Hace algunos años publiqué un ensayo titulado «Monumentos a la vergüenza». Allí sugería que cada país debería tener el suyo propio a la vergüenza, no solamente los dedicados a los héroes. En cada ciudad se homenajea a reyes, generales... Pues esto que le digo es una de las fases de la historia del lugar, porque también está constituida con mucha tragedia, por mucho sufrimiento y por muchas cosas malas que se han hecho los seres humanos los unos a los otros. Creo que es muy importante, añadiría que pedagógico, recordar a la gente sobre esta otra faceta de la historia humana. Ahora bien, no creo que mi sugerencia haya sido bien acogida por nadie. A la gente no le gusta recordar lo feo. No nos agrada mirar en el espejo, especialmente, la cara más fea. Por eso nos acabamos poniendo mucho maquillaje y cosmética.
–¿Le han interesado las conmemoraciones que se han llevado a cabo en las últimas semanas en los campos de concentración?
– Bueno, ¿qué significa, si estoy de acuerdo? No decidí yo que se hiciese así. Fue un acontecimiento histórico de gran magnitud, muy trágico. No es únicamente una tragedia judía sino de la humanidad entera, que implicó también una para Alemania. En pocos años, ese país pasó de ser una de las naciones más cultivadas, avanzadas y civilizadas de Europa, a tratarse de un lugar monstruoso. Alemania fue un monstruo de odio y de horror. Aquello era una industria de la muerte. Mire, Alemania era un país industrialmente muy avanzado y utilizó ese progreso para matar a judíos.
–Habla de Alemania como una bestia del odio. ¿La nueva es el Estado Islámico? ¿Esa situación es comparable a lo peor vivido durante el siglo pasado?
– Sí, es comparable la situación del nazismo con la del Estado Islámico, aunque los musulmanes no llaman infieles solamente a los judíos. De todas formas, los judíos siempre están en el primer lugar de los odios. Como dijo un autor judío en un momento dado, durante más de 4.000 años éramos el pueblo escogido. Ha llegado el momento de que otros sean los elegidos. Este fascismo de nuevo cuño es religioso. Por tanto, tiene otros nuevo componente. El comunismo y el fascismo eran ateos, eran laicos. En general, de alguna manera, cuestionaban la autoridad de Dios. Sus líderes o dirigentes humanos, Hitler y Stalin, fueron percibidos como una especie de dioses. Recuerdo que tenía 17 años cuando murió Stalin, y no olvido las conmemoraciones funerarias. La sensación era que Dios había muerto. De hecho, mucha gente murió aplastada durante la conmemoración y porque había desaparecido su líder. Tenía 13 años cuando Stalin cumplió 70 y celebró ese aniversario. Le dirigí un poema de amor por ello. Nunca me respondió. Confieso el pecado cometido por un adolescente en ese momento, pero estaba bien acompañado porque también habían poemas parecidos de Neruda, Éluard, Aragon e, incluso, Pasternak.
–Es innegable que usted vivió de cerca el culto a la figura del dictador soviético.
–Todos los días se le decía veinte veces a Stalin: «Iósif Vissariónovich Stalin, tú eres el padre de todos los niños de la Tierra». Por lo tanto, él era también mi padre y a tu padre le escribes un poema conmemoratorio si cumple 70 años. No podías sentirte culpable de hacerlo.
–Algunos de los recientes atentados, como los sucedidos en Francia, tenían un objetivo judío. La respuesta ha sido «Yo soy Charlie», pero no ha abundado lemas como «Yo también soy judío». En este sentido, ¿cree que la posición del actual Gobierno israelí puede haber influido?
–Para empezar, esto sucedió en una Europa cristiana. Jesús era judío. No era español, no era francés, no era ruso, no era norteamericano. Jesús básicamente le hablaba a su pueblo y eso es algo que se ha olvidado. En Auschwitz y en todos los campos de concentración murieron seis millones de jesuses pontenciales, personas que fieles a su propia religión ven los errores y los defectos de dicha visión, por lo que quieren mejorar. La religión cristiana proviene de la judía y los primeros mártires cristianos eran judíos. No sé si lo sabe, pero hubo una gran disputa entre Pedro y Pablo. El primero era de la convicción de que un hombre no puede ser cristiano sin ser ante todo judío, tal y como lo era Jesús. Pablo, que fue un activista mucho más internacionalista, dijo que no, que se debía abrir la iglesia a cualquiera que tuviera su visión y su convicción. Es una disputa interesante y no es casual que los dos fueran judíos.
– ¿Qué le parece el papel que está teniendo Israel en la actualidad?
–En el momento en el que las personas aceptan a los judíos, con sus propias cualidades y defectos como cualquier otro pueblo humano, es cuando el debate puede ser más objetivo. Por supuesto que Israel ha cometido errores y los seguirá cometiendo en el futuro, como cada país. Imagine España, incluso Cataluña, rodeada de enemigos muy activos que constantemente están diciendo «no podemos aceptaros y queremos que desaparezcáis». ¿Qué se puede hacer en este tipo de situaciones? Intentas defenderte lo mejor que puedes y cometes muchos errores en el proceso. Como sabe, Israel ha pasado por varias guerras y las ha ganado todas. Si hubiera perdido una, ya habría desaparecido. Pero la victoria no siempre es algo positivo, porque te puede dar cierta arrogancia. Te proporciona una justificación excesiva de ti mismo y una brutalidad envenenada. Después de la Guerra de los Seis días, hubo mucha gente en Israel que habló de devolver inmediatamente todos los territorios ocupados, alcanzar un acuerdo de paz para vivir para siempre con tranquilidad. Nadie en el mundo árabe aceptó esa propuesta. Todas las guerras del mundo acaban con un tratado de paz que acepte esta realidad. Pues bien, esa Guerra de los 6 días fue seguida por otras. Y no ignoro para nada el sufrimiento del pueblo palestino.
–Usted habla con conocimiento de causa cuando hace referencia al sufrimiento.
–Sí, he aprendido mucho, y en carne propia lo que es el sufrimiento. Cada sufrimiento, incluso el de los alemanes, lo veo como humano. Pero esto no nos debe dejar ciegos. El hecho de que esté aumentando el antisemitismo y que tome algunas formas enloquecidas, incluyendo en el viejo contienente europeo que estuvo en el corazón del Holocausto, es muy chocante, además de muy peligroso. Los judíos eran siempre los culpables porque mataron a Jesús y están obsesionados con el dinero. Por tanto, los pobres judíos nunca salen de este pobre papel protagonista. Es una buena razón para que Europa reflexione.