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Picasso pasa por el taller

La Fundación Mapfre reúne 180 obras, algunas nunca expuestas, que sólo se verán en Madrid
larazon

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Un autorretrato con paleta. Otro con taburete. Y entre medias de ambos la vida del pintor, en su taller, en el espacio íntimo. Su mundo, su universo particular, el de las paletas de madera, los lienzos en blanco esperando que lleguen las musas (y vaya si llegaban), los caballetes, los azules y los rosas. Picasso encerrado en su laboratorio donde se sucederán sus cambios de estilo, casi de la A a la Z. «Nos hemos matado. Ha sido un tute», espeta Pablo Jiménez Burillo, director general de la Fundación Mapfre, cuando se le pregunta por el esfuerzo para montar esta exposición, una de las joyas con las que Mapfre apuesta esta temporada para atraer al público a sus salas del Paseo de Recoletos. ¿Es difícil que los más importantes museos y coleccioonistas presten cuadros del malagueño? «Es muy difícil, de los artistas cuyas obras es más complicado conseguir. De los 180 que componen la selección proviene algunas de Estados Unidos, de Japón, coleccionistas franceses, de la Tate Modern, el Pompidou. Nada menos que dos años y pico entre la idea y ver los cuadros colgados. Algunos de los que vemos se han hecho esperar. Y mucho. A Jiménez Burillo le han costado hasta cuatro viajes alguno de los préstamos, «y al final alguno se ha quedado sin venir. El esfuerzo no es sólo cursar las peticiones, hay que negociar y desplazarse. Cuando sales de una reunión tú ya sabes si lo vas a tener o no. Puedes sustituir unos cuadros por otros, pero tienes miedo de no llegar», asegura.
No le ha pasado a Mapfre, que deja ver al visitante uno y múltiples picassos, de la mano de una de las grandes expertas en la obra del pintor y escultor, Maite Ocaña, comisaria de la muestra.Si hay una obra de la que se siente especialmente satisfecho el director general es de poder mostrar el penúltimo autorretrato en vida que pintó, que no se había expuesto.Muy ardua ha sido la negociación para traer desde Irán dos lienzos que pertenecían a la colección del Sha de Persia y que todavía podrían llegar aún inaugurada la exposición, pero no podemos quejarnos porque hemos conseguido que vegan 120 cuadros y eso no es tarea sencilla ni siquiera para un museo Pica-sso». ¿Es ésta la exposición que quería montar Mapfre? Es rotundo en su respuesta. «Lo es. Y es la faceta que deseábamos hacer visible y acercar, el artista íntimo, hasta exponer en vitrinas sus paletas. Da sensación de proximidad. Además, nace y muere en Madrid, pues no viajará a ningún otro país después».
Con pantalones de rayas
Picasso empieza a considerar su estudio como un tema a partir de la primera década del siglo pasado. Ahí están el artista y la modelo. Y lo hará hasta el final de sus días, cuando forma un triángulo entre él, la modelo y su obra. Junto a los cuadros se pueden ver fotografías inéditas hechas por Jacqueline en su estudio. Quiere también Pablo Jiménez poner el foco de atención sobre una obra, un autorretrtao de los 70, no visto antes, en el que aparece joven, con pantalones de rayas horizontales: «Se pinta como si fuera el retrato de Dorian Grey. Yo diría que es de las obras más llamativas», lo mismo que el también autorretrato que fue portada del catálogo de la exposición «Tradición y vanguardia», que se celebró en el Museo Reina Sofía en 2006, un lienzo que inmortaliza a Jacqueline, o un interior de su estudio que procede de la Tate londinense. ¿Hay algo que distinta a los poseedores de un Picasso? «Dos palabras. Son especiales». Alguno de ellos, reticentes al préstamo en principio, precabidos después, pero prestadores al cabo, no querían ni siquiera que se fotografiaran los cuadros. ¿Y la familia? «Han prestado casi todos y han demostrado su generosidad, como los cedidos por Catherine Hutin, hija de Jacqueline Roque, estupendos», explica.

Once paletas y un carrito

Como si fuera una reliquia se exhiben once paletas con las que trabajó a lo largo de su vida, maderas de gran valor, algunas sólo manchadas de blanco, otras con el color azul como dominante. «En muchas de ellas destaca la contención del color», asegura Pablo Jiménez. La idea de exhibirlas casaba con el hilo conductor de la muestra, la idea de cercanía, proximidad e intimidad, el trabajo de laboratorio. Junto a ellas, un carrito cedido por la familia y que utilizó los últimos años. «Ellos se han mostrado muy de acuerdo con el planteamiento, se les ha explicado el sentido que tenía y no han puesto problemas», añade.