Premios Goya: El «thriller» es para tipos duros
Los intérpretes de «Que Dios nos perdone» y «Tarde para la ira» compiten esta noche junto a Luis Callejo y Eduard Fernández por la estatuilla, ahora como protagonistas, y comparten con LA RAZÓN sus sensaciones horas antes de la gala.
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Los intérpretes de «Que Dios nos perdone» y «Tarde para la ira» compiten esta noche por la estatuilla, ahora como protagonistas, y comparten con LA RAZÓN sus sensaciones horas antes de la gala.
La vida está hecha de rutina y retales. La del actor también: levantarse temprano, leer el guión, memorizar, componer el gesto, recitar, comer, volver a casa, volver a recitar, a leer, a memorizar... Pero, de repente, si uno es afortunado, los días se aceleran, el pulso flaquea y se sorprende uno divagando sobre a quién debería dedicarle un Goya. Y por más que intente quitarle hierro al asunto, ahí está, e ilusiona. Antonio de la Torre y Roberto Álamo son dos de los cuatro intérpretes que «compiten» hoy (aunque ellos, en puridad, no tienen mucho más que hacer) por una estatuilla que llevarse a casa. No son nuevos en estas lides. De la Torre ya ganó el Goya a mejor actor de reparto en 2006, con «AzulOscuroCasiNegro», y Roberto Álamo se llevó el «cabezón» por «La gran familia española» (2013). Ahora vuelven a estar nominados, en este caso como protagonistas, por «Tarde para la ira» y «Que Dios nos perdone», respectivamente. Junto a ellos, Luis Callejo («Tarde para la ira») y Eduard Fernández («El hombre de las mil caras»). Esta noche saldremos de dudas. Nosotros y, sobre todo, ellos, que, por más que intenten quitarse presión, saben que están en estado de latencia, en espera de algo que no sucede todos los días.
La década gloriosa
Si hay alguien en esa terna de candidatos que sabe bien lo que es estar en la brecha de los Goya ése es Antonio de la Torre. Desde aquel galardón de 2006, ha estado 8 veces más nominado, cinco de ellas como mejor actor protagonista, y, en ocasiones, como en 2012 y 2013, en dos categorías (protagonista y de reparto) con dos cintas diferentes. «He completado una década gloriosa –comenta a LA RAZÓN horas antes de la gala el protagonista de ‘‘Tarde para la ira’’– y he aprendido a darme cuenta de lo difícil que es ganar un Goya». Se le resiste un galardón como intérprete principal, «pero sé que es políticamente correcto decir que los favoritos son los otros. Yo cada año tengo fantasías con que me nominen. Pero soy consciente de que a lo mejor no lo gano nunca más. Recuerdo que en 2006 me decía: ‘‘A saber cuándo vuelvo a estar aquí’’. Y desde entonces he estado nominado muchas veces. Se acostumbra uno a cigalas y jamón pata negra y parece que ya no hay otra cosa», bromea De la Torre. «De hecho –apostilla– parece que soy un senador vitalicio de los Goya».
El caso de Roberto Álamo es distinto. Ésta es su segunda nominación. Curtido en el teatro (lo ganó todo en cuanto a premios con «Urtain») y con una progresión más lenta en la gran pantalla, «Que dios nos perdone» lo ha colocado de golpe, con su imponente presencia y sus claroscuros, en el disparadero. Gane o no gane el Goya, Álamo va a seguir estando ahí, en la brecha. «Esa evolución me ha servido para crear el personaje de Alfaro, porque ahí hay mucho esfuerzo, mucha contención a la vez», comenta el actor. Alfaro es un policía que no entiende de diplomacia. Un tipo duro, de gatillo fácil... Su compañero en la calle es Velarde, un tartamudo introvertido que, curiosamente, está interpretado por Antonio de la Torre. «También fantaseé con ser nominado por esta película», reconoce el malagueño, que finalmente compite por «Tarde para la ira», donde se nos presenta como un justiciero paciente en busca de aquellos que robaron en la joyería de su padre.
Ambas cintas son las «cenicientas» de estos Goya 2017. «Tarde para la ira» fue el empeño de muchos años de Raúl Arévalo, y «Que dios nos perdone» la segunda cinta de Rodrigo Sorogoyen. Sus cifras de producción nada tienen que ver con «El hombre de las mil caras» o «Un monstruo viene a verme». Y, sin embargo, ambas llevan una temporada de premios nada desdeñable. La de Sorogoyen se llevó dos galardones en el Festival de San Sebastián, y «Tarde para la ira», después de triunfar en los Forqué y los Feroz, se ha situado inesperadamente como la favorita para el Goya a mejor película. «Creo que son dos películas para meterlas en el mismo saco», opina De la Torre, para quien, si «Tarde para la ira» se lleva el galardón máximo «sería como lo del Leicester en la Premier League o como si el Rayo ganara la Liga». «Ambos son filmes rompehielos, a su manera revolucionarios y entretenidos. Era necesario que empezasen a verse historias de este tipo en el cine español», apostilla Álamo.
Para De la Torre, el «voto dividido» entre él mismo y Luis Callejo, ambos por la misma cinta, puede favorecer a Álamo y Eduard Fernández. «Me haría ilusión que ganara Roberto por la película que hemos hecho juntos, pero yo le tengo mucho cariño a Eduard», confiesa. El catalán ha ganado el Goya con «Fausto 5.0» y «En la ciudad» y suma otras 8 nominaciones. En los Feroz y los Forqué, Álamo se llevó el gato al agua frente a De la Torre. Habrá que ver si el malagueño vuelve a quedarse sin un Goya de actor protagonista que viene mereciendo desde hace tiempo. Películas como «Caníbal», «La isla mínima» o «Grupo 7» lo han situado como el rostro más reconocible del «thriller» español, un género que de un tiempo a esta parte se ha convertido en indispensable en nuestra industria.
Roberto Álamo viene afrontando los días previos a la gala con calma, «descansando porque las últimas semanas han sido tremendas de trabajo». Confiesa que es imposible no «sentir algo» en espera del Goya: «Son unos premios muy importantes y están otorgados por los compañeros, eso es lo más importante. De manera que cuando apareces entre los nominados estás recibiendo el cariño y el aprecio de los compañeros de profesión. Y ésa es la cuestión más especial, la que te hace emocionarte». Aquella noche de 2013 en que pudo acariciar el «cabezón» fue, dice, «muy hermosa; perdí el Goya un par de veces y un par lo volví a recuperar».
Los recuerdos de De la Torre en cuanto a la gala de 2006 en que fue premiado son a cámara lenta, «como en una cinta alucinógena. Yo estaba ahí pensando ‘‘no puede estar pasando esto’’. Fue muy bonito, me llamó un montón de gente y cuando se te colapsa el teléfono te das cuenta de lo que ha pasado». A fuerza de estar nominado año tras año ya tiene un ritual establecido para los días previos a la gala: «Vienen mis hermanos y mi familia desde la Línea de la Concepción, Málaga, Sevilla, Barcelona... Nos hacemos llamar ‘‘los farruquitos’’ y de viernes a sábado nos vamos por ahí de cena y la liamos». ¿Tienen ya incluso un grupo de whatsapp para la ocasión? «No, para nada. Si quieres cargarte algo, haz un grupo de whatsapp», concluye.
La vida está hecha de rutina y retales. La del actor también: levantarse temprano, leer el guión, memorizar, componer el gesto, recitar, comer, volver a casa, volver a recitar, a leer, a memorizar... Pero, de repente, si uno es afortunado, los días se aceleran, el pulso flaquea y se sorprende uno divagando sobre a quién debería dedicarle un Goya. Y por más que intente quitarle hierro al asunto, ahí está, e ilusiona. Antonio de la Torre y Roberto Álamo son dos de los cuatro intérpretes que «compiten» hoy (aunque ellos, en puridad, no tienen mucho más que hacer) por una estatuilla que llevarse a casa. No son nuevos en estas lides. De la Torre ya ganó el Goya a mejor actor de reparto en 2006, con «AzulOscuroCasiNegro», y Roberto Álamo se llevó el «cabezón» por «La gran familia española» (2013). Ahora vuelven a estar nominados, en este caso como protagonistas, por «Tarde para la ira» y «Que Dios nos perdone», respectivamente. Junto a ellos, Luis Callejo («Tarde para la ira») y Eduard Fernández («El hombre de las mil caras»). Esta noche saldremos de dudas. Nosotros y, sobre todo, ellos, que, por más que intenten quitarse presión, saben que están en estado de latencia, en espera de algo que no sucede todos los días.
w la década gloriosa
Si hay alguien en esa terna de candidatos que sabe bien lo que es estar en la brecha de los Goya ése es Antonio de la Torre. Desde aquel galardón de 2006, ha estado 8 veces más nominado, cinco de ellas como mejor actor protagonista, y, en ocasiones, como en 2012 y 2013, en dos categorías (protagonista y de reparto) con dos cintas diferentes. «He completado una década gloriosa –comenta a LA RAZÓN horas antes de la gala el protagonista de ‘‘Tarde para la ira’’– y he aprendido a darme cuenta de lo difícil que es ganar un Goya». Se le resiste un galardón como intérprete principal, «pero sé que es políticamente correcto decir que los favoritos son los otros. Yo cada año tengo fantasías con que me nominen. Pero soy consciente de que a lo mejor no lo gano nunca más. Recuerdo que en 2006 me decía: ‘‘A saber cuándo vuelvo a estar aquí’’. Y desde entonces he estado nominado muchas veces. Se acostumbra uno a cigalas y jamón pata negra y parece que ya no hay otra cosa», bromea De la Torre. «De hecho –apostilla– parece que soy un senador vitalicio de los Goya».
El caso de Roberto Álamo es distinto. Ésta es su segunda nominación. Curtido en el teatro (lo ganó todo en cuanto a premios con «Urtain») y con una progresión más lenta en la gran pantalla, «Que dios nos perdone» lo ha colocado de golpe, con su imponente presencia y sus claroscuros, en el disparadero. Gane o no gane el Goya, Álamo va a seguir estando ahí, en la brecha. «Esa evolución me ha servido para crear el personaje de Alfaro, porque ahí hay mucho esfuerzo, mucha contención a la vez», comenta el actor. Alfaro es un policía que no entiende de diplomacia. Un tipo duro, de gatillo fácil... Su compañero en la calle es Velarde, un tartamudo introvertido que, curiosamente, está interpretado por Antonio de la Torre. «También fantaseé con ser nominado por esta película», reconoce el malagueño, que finalmente compite por «Tarde para la ira», donde se nos presenta como un justiciero paciente en busca de aquellos que robaron en la joyería de su padre.
Ambas cintas son las «cenicientas» de estos Goya 2017. «Tarde para la ira» fue el empeño de muchos años de Raúl Arévalo, y «Que dios nos perdone» la segunda cinta de Rodrigo Sorogoyen. Sus cifras de producción nada tienen que ver con «El hombre de las mil caras» o «Un monstruo viene a verme». Y, sin embargo, ambas llevan una temporada de premios nada desdeñable. La de Sorogoyen se llevó dos galardones en el Festival de San Sebastián, y «Tarde para la ira», después de triunfar en los Forqué y los Feroz, se ha situado inesperadamente como la favorita para el Goya a mejor película. «Creo que son dos películas para meterlas en el mismo saco», opina De la Torre, para quien, si «Tarde para la ira» se lleva el galardón máximo «sería como lo del Leicester en la Premier League o como si el Rayo ganara la Liga». «Ambos son filmes rompehielos, a su manera revolucionarios y entretenidos. Era necesario que empezasen a verse historias de este tipo en el cine español», apostilla Álamo.
Para De la Torre, el «voto dividido» entre él mismo y Luis Callejo, ambos por la misma cinta, puede favorecer a Álamo y Eduard Fernández. «Me haría ilusión que ganara Roberto por la película que hemos hecho juntos, pero yo le tengo mucho cariño a Eduard», confiesa. El catalán ha ganado el Goya con «Fausto 5.0» y «En la ciudad» y suma otras 8 nominaciones. En los Feroz y los Forqué, Álamo se llevó el gato al agua frente a De la Torre. Habrá que ver si el malagueño vuelve a quedarse sin un Goya de actor protagonista que viene mereciendo desde hace tiempo. Películas como «Caníbal», «La isla mínima» o «Grupo 7» lo han situado como el rostro más reconocible del «thriller» español, un género que de un tiempo a esta parte se ha convertido en indispensable en nuestra industria.
Roberto Álamo viene afrontando los días previos a la gala con calma, «descansando porque las últimas semanas han sido tremendas de trabajo». Confiesa que es imposible no «sentir algo» en espera del Goya: «Son unos premios muy importantes y están otorgados por los compañeros, eso es lo más importante. De manera que cuando apareces entre los nominados estás recibiendo el cariño y el aprecio de los compañeros de profesión. Y ésa es la cuestión más especial, la que te hace emocionarte». Aquella noche de 2013 en que pudo acariciar el «cabezón» fue, dice, «muy hermosa; perdí el Goya un par de veces y un par lo volví a recuperar».
Los recuerdos de De la Torre en cuanto a la gala de 2006 en que fue premiado son a cámara lenta, «como en una cinta alucinógena. Yo estaba ahí pensando ‘‘no puede estar pasando esto’’. Fue muy bonito, me llamó un montón de gente y cuando se te colapsa el teléfono te das cuenta de lo que ha pasado». A fuerza de estar nominado año tras año ya tiene un ritual establecido para los días previos a la gala: «Vienen mis hermanos y mi familia desde la Línea de la Concepción, Málaga, Sevilla, Barcelona... Nos hacemos llamar ‘‘los farruquitos’’ y de viernes a sábado nos vamos por ahí de cena y la liamos». ¿Tienen ya incluso un grupo de whatsapp para la ocasión? «No, para nada. Si quieres cargarte algo, haz un grupo de whatsapp», concluye.