¿Principios o fines?
Mariano Rajoy
Se le suele achacar a Mariano Rajoy una cierta inacción, no se sabe si por carácter o por principio filosófico. Kant celebró la Revolución francesa, los principios que la guiaron –y suponemos que el resultado que tuvo después–, pero era contrario a toda rebelión porque creía que no había que precipitar los acontecimientos porque concebía la Historia como una obra de la razón. Éste es el gran misterio de Rajoy.
Pedro Sánchez
Cuenta Thomas de Quincey en «Los últimos días de Emmanuel Kant» –libro venerado en la biblioteca de Borges– que el filósofo era «bondadoso pero también el más firme de los hombres». Su palabra valía más que el juramento de otros. En esto Sánchez flaquea como todo político de la era «líquida»: parece buena persona, ni lleva corbata para aparentar ser más libre, pero su palabra sólo es una herramienta.
Albert Rivera
Kant acabó aceptando algo que descompuso su sistema moral: nadie puede estar seguro de haber actuado exclusivamente por deber. De ser así, los parlamentos y gobiernos actuales estarían llenos de discursos extemporáneos y hasta cómicos. Es decir, Albert Rivera busca la purificación de la política, pero todavía no nos ha demostrado –ni tal vez pueda hacerlo– que él, como todo humano, también está guiado por el interés personal.
Pablo Iglesias
Pablo Iglesias nunca estaría entre los políticos predilectos de Kant, por muchas razones, pero sobre todo porque ha dado muestras de entender sus principios como mera propaganda táctica. Kant fue un revolucionario que no fue partidario de la revolución porque no creía en insurrección y en la violencia. Iglesias sólo no es un revolucionario, sino alguien que cree en la insurrección y cambiar a los de «abajo» por los de «arriba».