Caso SGAE

Prostíbulos hasta en la noche de Reyes

La discoteca de alterne Vive Madrid era una de
La discoteca de alterne Vive Madrid era una delarazon

Pedro Farré, «mano derecha» de Teddy Bautista, gastó 40.000 euros en locales de alterne en siete meses con la visa corporativa.

«Ponte de rodillas, chica». En el año 68, Los Canarios hicieron furor con un tema irreverente, socarrón, osado, ambiguo... Con «Get on your knees», Teddy Bautista, líder de la banda, burló la censura y echó leña al tímido despertar sexual de la España de charanga y guateque. Más de cuatro décadas después, un alumno aventajado de Bautista, uno de sus «cachorros» predilectos en la SGAE, Pedro Farré, quemaba tarjeta en locales de alterne día sí, día también –40.000 euros en sólo siete meses: un promedio de 190 al día– para cobrarse, visa mediante, algo parecido a lo que Bautista compuso para una chica inglesa que se le puso tonta en Ibiza: «Here we go now baby!/ Get on your knees baby/ and pray, pray, pray, pray for your love». Eran, por supuesto, los tiempos en que Teddy Bautista «era» la SGAE. No ya su presidente, sino su «padrino», el amo del cortijo, siempre el líder de la banda. Entre 1995 y 2011, todos bailaban al son del canario, responsable de la gran metamorfosis de la vieja sociedad de autores e ideólogo del canon compensatorio. La SGAE hacía caja; por cada canción que llegaba a un oído ajeno, la registradora vibraba con una risa metálica. Pero no todo se reducía a cobrar la justa regalía del artista. Teddy hizo de la SGAE –así lo recogen los autos judiciales– un pesebre con ánimo de lucro, un pozo sin fondo para su «megalómana» concepción de la gestión cultural. Por el camino se extraviaron 145 millones en derechos de autor y surgieron figuras de la talla de Farré.

Con aires de chico bueno de Harvard –corbata, chaleco, gafas de pasta–, Pedro Farré López, «un catalán de Madrid», como le gusta definirse, llegó al Palacio de Longoria, sede de la SGAE, con un cum laude en Derecho bajo el brazo y una constante, obsesiva vocación por «tender puentes». Lo suyo eran las relaciones públicas, una «carrera frustrada de diplomático». Así lo recoge en su blog personal y así compendia en LinkedIn su especialidad: «Profesional de las relaciones públicas estratégicas trabajando para compañías de sectores regulados en asuntos públicos, proyectos de posicionamiento, política de alianzas, comunicación estratégica, gestión de stakeholders y gestión de crisis».

«Era joven y trabajaba mucho, uno de los más activos; se decía que había ascendido muy rápido», recuerda Sabino Méndez, que llegó a la directiva de la SGAE en 2011 con ánimo de desmontar los tejemanejes de la «era Teddy». En poco tiempo, Farré se convirtió en garante de los derechos de autor, férreo defensor del canon y azote contra la «piratería». «Igual que se necesita una licencia para conducir, tendrá que haber un carné para navegar en la red». Se colocó al lado de Teddy, era su segundo de a bordo, y pocos había que no valorasen su trabajo. «Con él me llevaba bastante bien a pesar de que yo estaba peleado con casi todos en aquella época», señala José Miguel Fernández Sastrón, entonces consejero y actualmente vicepresidente de la SGAE. «Era muy trabajador, sensato, buena gente; no me daba el perfil de una persona que hace lo que ha hecho». En poco tiempo, asciende, gana peso en la entidad. Paralelamente, da clases de Derecho en universidades (Alcalá, Nebrija, Europea...); paralelamente, pone la guinda a su pulcro currículum con un diploma en ESADE Business School; y paralelamente, comienza su desenfrenada «carrera nocturna» con cargo a la SGAE.

Las noches «piratas» de Farré arrancan en noviembre de 2008. La Sociedad General de Autores le obsequia con una visa oro corporativa. El tope mensual: 6.000 euros. A partir de ahí, entra en una espiral descontrolada de gastos en varios locales de alterne de lujo de la capital y su entorno. Farré consume alcohol y sexo en Factory Air (un exclusivo hotel-club en un polígono de Coslada), la sala Private de Alcalá de Henares, el Spa Nirvana (masajes de lujo en Madrid capital) y la discoteca de alterne Vive Madrid, en pleno Tetuán. Según la Fiscalía, llega a cerrar salas enteras para él («pedía un camerino, incluso varios, y se tiraba horas») y hace del gasto por cuenta ajena una costumbre nada esporádica: «Gastó de manera sistemática en su propio beneficio; no es cosa de una sola noche que cambiara su esquema mental». Muy a menudo, visita los prostíbulos él solo, según señala un responsable de la sala Private. En ocasiones, con gente, que «luego se iban tras tomar la consumición y él se quedaba con chicas». Consume sin medida, traspasa las líneas rojas: llega a cargar 7.775 euros en siete días de diciembre y 8.536 en ocho días de febrero, muy por encima del límite que marca la SGAE. Casi todos los gastos se producen entre las 21:00 y las 5:00. La noche de Reyes su desenfreno alcanza el paroxismo: 1.705 euros en ocho pagos distintos a lo largo de la madrugada. Farré lo justificará como gastos para un «foro de evidencias electrónicas». Seminarios, encuentros o gestiones con terceros son sus coartadas. En la SGAE todos saben que su trabajo va de eso: de comer con ministros, artistas, banqueros... pero nadie sospecha lo que está pasando. El contador sigue corriendo: 3.541 en tres días de noviembre; 3.253 en seis días de enero de 2009; 5.828 en siete días de marzo; 5.669 en ocho días de abril y 4.949 en otros ocho de mayo.

Los locales frecuentados por Farré, según ha podido comprobar LA RAZÓN, están dirigidos a un público con poder adquisitivo: copas por encima de 15 euros, reservados, jacuzzi, sexo a partir de 100 euros. En poco tiempo, el ex directivo hizo un «agujero» a su tarjeta en lugares casi siempre trabajados por latinas y chicas del Este. Vive Madrid era uno de sus sitios predilectos. Entramos: apariciencia de discoteca, pantalla gigante y dos largas barras; alrededor de ellas, más de una veintena de chicas despampanantes conversan con clientes, que las obsequian con cava y bailan al ritmo de música variada. «Esos locales son legales e incluso clientes de la SGAE por la música que ponen», defiende Farré. Cuando el precio ha sido pactado, chica y cliente desaparecen en dirección a las habitaciones u otros espacios de relax íntimo. En la sala central, la noche prosigue como si de una mera discoteca se tratara.

En la «era Bautista», afirma Sabino Méndez, la «gestión era bastante incontrolada, más que descontrolada». En aquellas tarjetas que afloraron tras las detenciones por la «operación Saga» aparecieron facturas tan peregrinas como «calzoncillos de talle bajo». La SGAE revisaba trimestralmente los gastos, pero nadie le dio un toque de atención a Farré. A los oídos de Ricardo Azcoaga, ex director financiero de la SGAE, llegan «comentarios sobre la nocturnidad de algunos gastos». Investigan los cargos, pero tanto él como Teddy dan por válidas las partidas al estar justificadas documentalmente. Nada sabían de prostitución, mantienen, ni de los «agasajos corporativos a terceros» que defiende Farré. Para este apasionado de las relaciones públicas, los 40.000 euros en prostitución de lujo no fueron en beneficio propio sino como parte fundamental de su trabajo de representación. Farré, dice, mimaba a clientes «estratégicos», «acercaba puentes» con personajes destacados de la cultura, incluso «un actor español internacional o el músico más internacional ganador de un Oscar». Todos consumían, la SGAE pagaba. Siempre a altas horas de la noche, pues para la gente del espectáculo «la noche es parte del día». A Sastrón, a quien sorprendió la detención en octubre de 2011 de Farré, no le parece «que un local de alterne sea el sitio adecuado para hacer relaciones institucionales». Niega que sea o fuera una práctica habitual en la SGAE, aunque «en organizaciones tan grandes pueden pasar este tipo de cosas». Farré, el «agasajador» que se enfrenta a 4 años de cárcel por apropiación indebida, salió de la SGAE de manera extraña en 2009. «Dijo que era por motivos personales, que quería irse a Estados Unidos», asegura Teddy. Pero el despido se tramitó como improcedente. El asunto se silenció. «No recuerdo que hubiera ninguna polémica ni que se hablase de esto en el consejo», dice Sastrón. A partir de 2012, las tarjetas se restringieron en la SGAE. Y Farré pasó a ser el tipo «simpático y trabajador» de Inforpress, una gran consultora de comunicación y relaciones públicas. «Lo único que no te pueden quitar es la actitud», mantiene.