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Qatar, arte crítico más allá de la ostentación

larazon

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El país que ha dominado la subasta de obras maestras tiene también un museo dedicado al arte contemporaneo, el Mathaf, que por primera vez organiza una exposición en el extranjero: la acoge la Fundación Banco Santander
Se habla mucho sobre Qatar en el mundo del arte en los últimos tiempos. El país está relacionado con algunas de las subastas astronómicas de obras de Cezanne, Picasso, Lucian Freud o Francis Bacon y proyecta un desarrollo museístico a la altura de tan extraordinario desembolso que incluirá un nuevo Museo Nacional de arte diseñado por Jean Nouvel. Sin embargo, se conoce poco acerca de la creación contemporánea del país árabe. Ahora ha aterrizado en Madrid una muestra completa de su mejor colección, la primera que se lleva a cabo fuera de las fronteras del país que será la sede del Mundial de fútbol de 2022. Sin embargo, para aquellos que queden decepcionados por no encontrar ese símbolo del mercantilismo desaforado que es «Los jugadores de cartas», obra de Gaugin por la que se pagaron 263 millones de euros, la exposisión ofrece a cambio una dosis de la transformación de la realidad en las sociedades islámicas a través de obras de 34 artistas. La muestra, titulada «Looking at The World Around You» («Mirando al mundo a tu alrededor»), funciona como un juego de cambio de perspectiva y una mirada compleja hacia un mundo en brusca transición.
Así, a temas como la Primavera Árabe o el papel de la mujer en la sociedad, se suman la interpretación de la historia o la crítica social. «Esta colección es de arte árabe contemporáneo, pero quizá, de las tres palabras, la más importante sea la última, porque es la que define mejor el papel que juega en la sociedad», dijo Abdellah Karroum, comisario de la exposición y director del Mahtaf, el museo de arte contemporáneo más importante del país, que ha abierto recientemente y del que proceden la mayoría de las obras, procedentes de artistas de Marruecos, Egibto, Líbano Argelia, Irak, Kuwait o Qatar.
La libertad saudí
La pieza que abre la muestra es una de las más destacadas. En «Suspendidas juntas», de Manal AlDowayan, decenas de palomas, símbolo de la libertad, llevan impreso en el dorso de las alas los formularios de permiso que las mujeres saudíes necesitan para poder salir del país firmados por un hombre. AlDowayan vive y trabaja en Arabia Saudí, donde, según recordó el comisario, «está comprometida con los cambios sociales y participa en diferentes movimientos sobre los derechos de la mujer y su estatus social». También reflexiona en torno a los cambios de la sociedad «Primavera Invierno Verano Otoño: identidad de la modernidad», en la que el chino Yan Pei Ming presenta una larga serie de retratos de escritores, intelectuales, deportistas, políticos o músicos que han jugado un papel en el cambio social. Tomando los textos de Amin Maalouf como punto de partida, Wael Shawky presenta en el vídeo «Cruzadas de cabaret: los secretos de Karbala» un relato de la Guerra Santa pero, evidentemente, desde la otra perspectiva, la de los pueblos musulmanes.
Las revueltas, las guerras y la Primavera Árabe son el subtexto de los retratos que Shirin Neshat plantea en «Nuestra casa está en llamas»: en la cara de hombres y mujeres puede verse la huella de la violencia y de la muerte, que se hace explícita también en las fotografías de las plantas de los pies de personas fallecidas. De igual forma, un farol tradicional en el que las figuras geométricas se han sustituido por soldados puede convertir una habitación en un juego de sombras amenazantes que la recorren, tal y como consigue Mano Hatoum, una de las muchas mujeres que están representadas en la exposición: Amal Kenawy es otra de ellas y su instalación «Las multitudes silenciosas» es también una de las más críticas y ácidas. En ella, más de cien bombonas de gas se apilan para dar forma a un habitáculo no más grande que el de una de las viviendas tradicionales de Egipto, su país. Esas bombonas alertan del alto contenido inflamable de la población egipcia, representando la dualidad de la mayor riqueza natural de la región (el gas y el petróleo) y los peligros de una riqueza injustamente repartida. Dentro de la instalación, por medio de la proyección de un vídeo, una de estas bombonas rueda sin parar empujada por el pie de un niño. Según Karroum, la escena artística representada en el Mahtaf, el museo que dirige, está representada «casi equitativamente por mujeres y hombres». En la exposición también hay obras de la libanesa Etel Adnan, pionera del videoarte y la argenila Baya Mahieddine, que fue acogida por André Breton y los surrealistas en París. También la egipcia Inji Efflatount, que a pesar de proceder de una familia aristocrática, estrechó relaciones con los socialistas y comunistas, lo que la llevó a la cárcel, y desarolló un interés por las figuras del mundo rural de su país. Finalmente, Saloua Raouda Choucair fue una de las pioneras de la abstracción en el mundo árabe.
«Ideas prohibidas»
Mounir Fatmi plantea con «Al Jazeera», el poder de los medios de comunicación, de la difusión de las ideas y, al mismo tiempo, de la censura y las «ideas prohibidas» que sufren alguna de las sociedades árabes. «La idea es que el museo no sólo sirva para proteger la tradición, sino para mostrar la participación de los artistas en la sociedad, así como reflejar los retos a los que se ha enfrentado el arte árabe. Es una visión histórica a través de la mirada de una gran variedad de propuestas y lenguajes», señaló Karroum.
También hay creadores que han abandonado su país, como Dia Azzawi e Ismail Fatah, que toman como punto de partida la historia de Irak para mirar a la humanidad con pesimismo a través de sus figuras negras. Otros, como Chant Avedissian, recurren al «arte pop» para lanzar su crítica a los dirigentes y los roles sociales. También hay obras como «100 palabras de amor», de Ghada Amer, que incluye todas esos términos (en árabe) en una escultura, y que no tienen una intención de crítica social. La exposición la cierra una de las obras más espectaculares: «Noventa y nueve caballos», del chino Cai Guo-Qiang (quien realizó la pieza en Qatar) que está realizada sobre soporte de papel de 18 metros de largo por 4 de alto, en el que, a través de quemaduras de pólvora se presentan las sombras de caballos salvajes. Otras 99 figuras, en resina y pan de oro, cuelgan del techo y proyectan sus sombras sobre el papel. Esta es la primera vez que ha podido mostrarse la pieza desde que fue terminada en 2011.