¿Qué sucedió con el arte español en la posguerra?
El Museo del Prado inaugura un congreso sobre la protección de obras de arte durante las guerras y reflexiona lo que sucedió con el nuestro en el 36 y la posguerra.
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El Museo del Prado inaugura un congreso sobre la protección de obras de arte durante las guerras y reflexiona lo que sucedió con el nuestro en el 36 y la posguerra.
La contienda española de 1936 fue el primer pulso que los totalitarios echaron a las democracias occidentales. España se convirtió en un banco de pruebas de armas, estrategias y diversas unidades militares. Pero, también, el primer lugar de Europa donde las instituciones afrontaron el reto de poner a salvo su patrimonio histórico artístico y evitar su destrucción.
El traslado del Museo del Prado, primero a Francia y después a Ginebra, para evitar que las bombas (cayeron varios obuses sobre el tejado del edificio de Villanueva), los saqueos y el desorden general de las guerras acabara arruinando lo que había sobrevivido a siglos de Historia, supone todavía hoy en día un ejemplo que nadie olvida y que supuso un modelo para el resto de las potencias europeas, que lo adaptarían cuando llegaron los terribles acontecimientos que trajo la Segunda Guerra Mundial. La pinacoteca celebra ahora el 80 aniversario de ese suceso con el congreso «Museo, guerra y posguerra. Protección del patrimonio en los conflictos bélicos», que pretende resaltar todo lo que logró desde que en noviembre de 1936 se sacaron las obras de su colección y, en una sucesión de etapas se logró que en más de setenta camiones alcanzaran la frontera gala bajo el perpetuo ataque de la aviación del bando nacional.
Arturo Colorado Castellary, catedrático de la Universidad Complutense y responsable de este encuentro, es bastante claro en uno de los aspectos. «Muchos, aprovechándose del contexto de inseguridad que desató la confrontación, intentaron sacar algunos de los tesoros que albergábamos en nuestro territorio. Muchos de esos intentos no han dejado huellas testimoniales, pero sí sabemos que algunas de las piezas que salieron se localizaron posteriormente en París. Existe un ejemplo. Una bandeja de Benvenuto Cellini. Provenía de España y fue encontraba en un anticuario de París. La Gestapo la descubrió y el embajador alemán en esa ciudad se la entregó posteriormente a lo largo de una recepción al embajador español. Hay que tener en cuenta que se produjeron saqueos y que existieron grupos de desalmados que intentaron beneficiarse de la situación. Otro ejemplo sucedió con un tapiz procedente de Patrimonio Nacional que también se encontró en una tienda de antigüedades. Siempre suceden cosas así. Solo hay que fijarse en lo que ha ocurrido recientemente en el Museo de Bagdad, que, según dicen, fue saqueado por las propias tropas norteamericanas». Otro de los casos que cuenta es el de un noble que intentó vender un Goya en Londres al encontrar la oportunidad que le brindaba el conflicto. En esta ocasión, la dirección de Bellas Artes estuvo atenta y consiguió detener a tiempo esta operación.
Origen y pertenencia
Durante la Guerra Civil española hubo dos posturas respecto a la protección del patrimonio. El bando franquista no se preo-cupó nada o casi nada por él, mientras que el republicano hizo todo lo que pudo para intentar protegerlo del pillaje, la destrucción o el deterioro. Durante esta operación, los republicanos embalaron cientos de obras procedentes de iglesias, instituciones o colecciones particulares con él ánimo de que no desaparecieran. Incluso acudieron a una campaña de propaganda para concienciar a los milicianos y los voluntarios y que tuvieran en cuenta la importancia del patrimonio, aunque tuvieran un significado religioso. El problema es que, en muchas ocasiones, no se consignó ni el origen ni la pertenencia de las piezas. Cuando el bando nacional alcanzó la victoria se encontró con todo este legado que, por ejemplo en Madrid, dejó la Junta de Incautación de Tesoros Artísticos. «Nuestra investigación –comenta Arturo Colorado– arroja un total de 26.000 obras guardadas. El asunto es intentar resolver qué pasó después con ellas». Aquí es donde se abre una gran interrogante. Podría suponerse que se restituyeron íntegramente y legítimamente a sus propietarios, pero eso sería de una enorme ingenuidad debido a las dificultades para establecer de dónde provenían. «Es cierto que algunas se devolvieron a sus dueños, pero el franquismo se encontró también con muchos problemas para hacerlo en numerosos casos. Así que muchas de ellas se dejaron en depósito en museos, centros religiosos u organismos públicos». Lo preocupante son esas piezas de arte que se derivaron hacia otras manos porque no se conocía cuál era su origen o porque pertenecían a republicanos, a los que no se les devolvió este patrimonio, o aquellos republicanos que en ese instante estaban en el exilio. La pregunta de si sus herederos o si sus supervivientes podrían reclamar o exigir estos cuadros es una cuestión que no pertenece a los historiadores sino a los juristas y los políticos. Arturo Colorado apunta que, debido a esta situación, «hay obras en alrededor de treinta museos» que están vinculadas a la palabra «usucapión» y que enraízan con el problema descrito.
Devoluciones
Teresa Díaz Fraile, jefe del servicio de documentación del Instituto de Patrimonio Cultural de España, comenta que, durante este periodo, la junta de Madrid se «dedicó a proteger las colecciones privadas de la capital, documentar toda esa información y almacenarla en los edificios vacíos, como el Prado o el Museo Arqueológico. La Junta lo reflejó todo bien, pero hubo un porcentaje, alrededor de un 20 por ciento, que le fue entregada por parte de partidos políticos o milicianos. La Junta desconocía procedencia de estas obras». Este problema se multiplica por dos al terminar la guerra, cuando se empieza a localizar estas obras en un montón de edificios. «A partir de 1939 existen un montón de colecciones que hay que devolver. A los republicanos no se les devolvieron sus obras. Por ejemplo, a Pedro Rico, que fue alcalde de Madrid en 1936, que tenía una colección del siglo XIX compuesta por 23 cuadros y dos dibujos. Fue incautada por la agrupación socialista y la Junta la documentó correctamente. Estas obras quedaron depositadas en El Prado hasta el año 40. Como el propietario estuvo en el exilio y murió en Francia, no se las entregaron y ahora están en diferentes museos. Dos de ellas están en El Prado».
El otro problema es por qué algunos de estos objetos acabaron en manos privadas. Se desconoce si fue con mala intención, para beneficiar a alguien o simplemente porque no había ninguna reclamación y se entregaron a ciertas personas en depósito o para que las custodiaran y así liberar algunos almacenes. «Sabemos que existen cuadros que se dejaron en manos de particulares. José Sicardo, coronel de infantería republicano. Estaba casado. Poseía 29 cuadros sobre madera y otras 103 obras de diferentes épocas y autores. Los agentes nacionales lo encuentran todo en el Museo Moderno. Pero a diferencia de la Junta, que documenta las obras, las catalogan, etiquetan y son de fácil identificación, estos objetos son muy complejos de identificar. La familia aseguraba que había goyas y van Dyck, pero ¿cómo lo podemos saber? Algunas actas de entrega del Museo de Arte Moderno conserva la procedencia: calle Moreto, número 1. El domicilio de estos propietarios. Pero otros, no», explica Teresa Díaz.
El capítulo de las reclamaciones, igual que sucedió en el resto de Europa después del final de la Segunda Guerra Mundial, parece estar ahí. Pero la escasa documentación para que los supuestos herederos puedan demostrar que un cuadro o una escultura pertenece a su familia resulta difícil. En ocasiones una fotografía puede ayudar a impulsar una reclamación, pero tampoco es fácil que se posea.
Sin madera para proteger los cuadros
La nieta de los hermanos Macarrón evocó ayer la dificultad de embalar las obras del Prado durante su traslado en la Guerra Civil. Un proceso que queda reflejado en sus cartas donde comenta que están «angustiados». Durante muchas semanas trabajaron de sol a sol. «Hoy hemos embalado los Velázquez». Uno de los óleos planteaba dificultades por su conservación, la «Familia de Carlos IV», de Goya. A eso se sumaba la dificultad de obtener madera, clavos, tornillos, cuerdas o papel impermeable para proteger las obras de la pinacoteca.
El cóctel molotov de la destrucción de obras de arte: pobreza, falta de educación y guerras
Las guerras de ayer no han detenido las guerras de hoy. Los conflictos continúan y con ellos, la destrucción del patrimonio histórico que se ha heredado de otros siglos. A la destrucción de Siria o de Iraq, cuyos monumentos han sido salvajemente dañados o destruidos por las bombas o grupos de fanáticos islamistas, hay que sumar ahora países que están siendo severamente castigados: Libia, Mali, Afganistán y Yemen. Según Isber Sabrina, del IMF y el CSIC, comenta algunos de los problemas actuales que puede encontrarse en esos países: «Los europeos tendríamos que trabajar con esos países. Hay que tener en cuenta que esas poblaciones parten de una falta de sensibilización, unos bajos índices de educación y una extrema pobreza: cuando la situación económica es mala y cuando las personas tienen hambre y no tienen comida a la vista no visitan museos. La pobreza y la falta de educación incrementa el riesgo para el patrimonio».
Isber Sabrina aporta la explicación a algunos de los acontecimientos recientes que han estremecido a Europa y al resto del mundo: «Cuando el ISIS comenzó a destruir patrimonio lo hizo porque temía que la ideología de esos edificios y de esa cultura pudiera se mala para la que intentan implantar ellos». Otro de los grandes problemas que se están planteando en estas naciones es el tráfico ilegal de obras de arte. Para Isber Sabrina es necesario que tomemos conciencia de lo que supone esta práctica. «Los países europeos deben ayudar en los conflictos, contribuir con la experiencia que tienen y controlar el tráfico de antigüedades que tiene a Europa como uno de sus destinos. Todos debemos tener en cuenta que muchos de los grandes monumentos han sido destruidos, como la gran mezquita de Alepo o el mercado de esta ciudad. Palmira también ha sido dañada, al igual que muchos templos romanos existen en estos países. España, por ejemplo, puede contribuir gracias a lo que ha vivido en su propia historia. Su experiencia puede resultar muy útil para que en el futuro se conserve gran parte de este patrimonio». Una de las vías en las que se está trabajando son los inmigrantes y los refugiados procedentes de las naciones afectadas. «Estamos intentando, enseñándoles las piezas de su cultura que conservamos en nuestros museos, inculcarles orgullo y autoestima por lo que aún conservan y de que se den cuenta de que las obras y monumentos que existen en sus países son de una relevancia universal».