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¿Quién asesinó a Pamela Werner?

Su cuerpo apareció descuartizado. Todos pensaron que la hija del cónsul había sido asesinada por las triadas chinas. Setenta y cinco años después, Paul French resuelve el caso en un libro en el que relata el asesinato
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¿Quién desfiguró y mutiló a la hija del antiguo cónsul británico en la ciudad de Pekín? ¿Quién, después de muerta, la cosió a cuchilladas, la evisceró como a una res y la abandonó al pie de la Torre del Zorro, junto al peligroso Arrabal de Pekín? El asesino de Pamela Werner nunca fue desenmascarado y llevado ante la Justicia. El repugnante crimen quedó impune, perdiéndose entre informes y legajos. Setenta y cinco años después de su muerte, cuando de aquel mundo colonial de lujo, escándalos soterrados y corrupción sólo queda la Torre del Zorro como testigo mudo del crimen, el escritor e historiador Paul French, experto en la historia de la sociedad moderna y contemporánea de China, encuentra la solución al enigma de este asesinato dentro de una caja arrumbada en el Archivo Nacional Británico y reconstruye en «Medianoche en Pekín» los fuegos fatuos del fin de una época colonial en China. En 1937, la capital de China se había trasladado a Nankín ante el avance de las tropas japonesas que asediaban Pekín. Allí quedaron aislados los diplomáticos y familiares que vivían en el Distrito Diplomático, una área amurallada y vigilada como la Ciudad Prohibida, réplica de una Europa en miniatura, con sus hoteles de lujo, calles con farolas con luz eléctrica, almacenes, joyerías, peluquerías y una guarnición de quinientos efectivos militares que la defendían.
- Prostíbulos y fumadores de opio
Junto al Distrito de las legaciones extranjeras se hallaba el Arrabal, los bajos fondos de Pekín, repleto de prostíbulos y fumaderos de opio regentados por chinos y rusos, en donde los rufianes japoneses, los ronin, y sus aliados, los coreanos, traficaban con heroína y opio para minar la moral de los pekineses. Resultaba evidente que el Pekín colonial se apagaba ante el avance japonés. La huida de Chiang Kai-shek a Nankín, desde donde organizó la Expedición al Norte en un intento postrero por controlar a los señores de la guerra y reducir la amenaza del comunismo, dejó la capital en manos de la inseguridad y el miedo, y a los extranjeros cociéndose «como peces en un acuario». El brutal asesinato de la «laowai», extranjera, Pamela Werner, cuya investigación corrió a cargo del coronel Han y del inspector de Scotland Yard Richard Dennis, adscrito a la Legación británica de Tianjín, puso al descubierto tanto la corrupción y escándalos de los extranjeros, parapetados tras el lujoso Distrito Diplomático, como el estado de putrefacción del sórdido Arrabal, conectados por una delgada línea invisible que nadie quería ver, empezando por las autoridades extranjeras. Paul French, un escritor experto en la historia moderna de China, descubrió por azar el caso de Pamela Werner en la biografía del periodista y panegirista de Mao Zedong, el comunista norteamericano Edgar Snow, autor de «Red Star Over China». En una nota a pie de página comentaba que el asesinato nunca llegó a resolverse. Intrigado por el crimen irresuelto que había conmocionado a la sociedad pekinesa de finales de los años 30, se dedicó a rastrear periódicos de la época en Pekín, Shanghái y Hong Kong, hasta que en el Archivo Nacional Británico encontró una caja donde se guardaba la investigación privada que E.T.C. Werner, el padre de Pamela, había encargado a detectives e informantes chinos al cerrarse precipitadamente la investigación oficial.
El relato novelado de esta investigación constituye un «thriller» apasionante en donde el asesinato de la hija adoptiva del eminente sinólogo E.T.C. Werner sirve de pretexto para adentrarse en un mundo hoy ya desaparecido: el Distrito Diplomático, que por entonces mantenía los rescoldos de su esplendor colonial en estado comatoso. Muy alejado de aquellos heroicos 55 días del asedio a las once legaciones de países extranjeros por la revuelta de los bóxers a comienzos de siglo, que fue narrado en una película interpretada por Charlton Heston y Ava Gardner, que fue rodada en España en 1963.
La descripción de la vida cotidiana de aquel microcosmo extranjero, anclado en sus privilegios coloniales y de clase, mantenidos en equilibrio inestable treinta años después de la revuelta de los bóxers, tiene su contrapunto en la investigación que el coronel Han y el inspector Dennis inician tras el sangriento asesinato de la joven Pamela Werner.
- Una espiral de barbarie
El caso puso a los habitantes de las legaciones al borde de la histeria. Se temían que crearía más inestabilidad en la capital, con las tropas japonesas avanzando por el norte. Además, corría el rumor de que el Gobierno chino de Chiang Kai-shek estaba negociando un acuerdo con Tokio que le permitiría tomar Pekín. El asesinato de Pamela parecía simbolizar la espiral que llevaba a la barbarie. Los británicos siempre trataron de contener el escándalo, máxime cuando se descubrió que el director del colegio donde había estudiado la joven le había hecho proposiciones deshonestas, razón por la cual Pamela había abandonado el internado. Su dimisión y vuelta a Gran Bretaña fue el primer signo de que la investigación debía limitarse a los aspectos menos conflictivos del asesinato. Por entonces, Edgar Snow corregía «Red Star Over China» y su mujer, Helen Foster Snow, una esnob «hecha de política radical y alta costura chic», temía que la muerte de Pamela hubiera sido una equivocación y ser ella el verdadero objetivo de Los Camisas Azules o de la mortífera organización secreta Agencia Estadística Militar, dirigida por Tai Li, conocido como el Himmler de China. Pero era pura paranoia.
El interrogatorio de Wentworth Prentice, un dentista que había creado una colonia nudista en un viejo templo en las colinas a las afueras de Pekín y organizaba bailes con prostitutas rusas en su apartamento junto al Distrito Diplomático, alertó de nuevo a las autoridades. Que la pandilla de cazadores del dentista norteamericano la formara escoria del Arrabal y se les relacionara con el asesinato, según las pesquisas de Dennis, le obligaron a dejar el caso. Un año después, cuando el padre de Pamela Werner lo retomó en ese punto y examinó las pruebas de la investigación, se percató de las omisiones, olvidos y mentiras que ocultaban la verdad del doloroso asesinato de su hija. Contrató a informadores y policías chinos que sacaron a la luz una trama corrupta de sádicos libertinos que habían contado con la protección de las autoridades británicas y el consentimiento de la Policía china, seguramentecomprada.
Era evidente que el coronel Han había sido sobornado para que desviara la investigación lejos del prostíbulo donde habían asesinado a Pamela, y que el inspector Dennis fue obligado por el consulado británico a cerrar el caso. Las vistas concluyeron que había sido obra de un maniaco. En su concienzuda investigación, Werner contó con la ayuda del grupo de Dolberchef, rusos blancos organizados para derrocar a Stalin, y los mandos japoneses, interesados en demostrar el estado de corrupción e incompetencia de los funcionarios británicos. La investigación dio un paso definitivo cuando Shura, un hermafrodita hijo de un oficial zarista que regentaba el prostíbulo del número 28 del Arrabal –lugar donde se cometió la violación en grupo y Pamela fue golpeada en la cabeza con una pata de mesa–, le confesó a Werner que al dentista le gustaba amenazar a las mujeres con un cuchillo de caza y aterrorizarlas para abusar de ellas.
- El desenmascaramiento
La investigación fue cerrándose al poner a Werner tras la pista de dos prostitutas rusas heroinómanas que acusaron al dentista Prentice y a sus amigos de violar en grupo a chicas occidentales y de ser los responsables del acoso y asesinato de Pamela Werner ante su repentina resistencia a su violación. Una vez muerta, todas la evidencias coincidían en que la habían sacado del tugurio al amanecer y trasladado hasta las murallas del Arrabal, donde trataron de enmascarar el asesinato mutilándola, como si sus órganos se hubieran utilizado por chamanes para extraños rituales y ceremonias de las triadas chinas. Pero nadie lo creyó, y menos Werner, prestigioso sinólogo especializado en las costumbres populares, los rituales mágicos y el tráfico de la medicina con órganos. Que Pamela hubiera aparecido junto a la Torre del Zorro con las costillas rotas, la caja torácica abierta y con los órganos extraídos, sin que nadie le hubiera robado el costoso reloj de platino de 450 dólares, trataba de orientar a la Policía hacia el espíritu zorro que, tradicionalmente, se alimenta de víctimas inocentes. Con el exhaustivo informe de Werner, Paul French ha novelado, dentro del género anglosajón del «true crime», un caso que desenmascara la hipocresía de las autoridades occidentales, la connivencia de la Policía china, y ha dado por resuelto el asesinato de Pamela Werner setenta y cinco años después de su violenta muerte.

El autor

Un «Sherlock» muy real
Paul French es un historiador británico, pero ha alcanzado el éxito internacional con este apasionante libro donde reconstruye los sucesos de uno de los crímenes más brutales y que más impactó a los extranjeros que residían en China durante la década de los años treinta del siglo pasado y, además, ha logrado resolver el enigma de esta muerte.

Ficha

«Medianoche en Pekín»
Paul French
Plataforma editorial
296 páginas, 18 euros.

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