Quincy Jones entona el «yo acuso»
Ha protagonizado muchos de los momentos musicales señeros de esas décadas; desde las bandas sonoras de los films de «blaxplotation» de los setenta a dirigir grabaciones de Michael Jackson o Frank Sinatra con éxito multitudinario
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Ha protagonizado muchos de los momentos musicales señeros de esas décadas; desde las bandas sonoras de los films de «blaxplotation» de los setenta a dirigir grabaciones de Michael Jackson o Frank Sinatra con éxito multitudinario.
La música, como espectáculo visto desde fuera, debe tener atractivos indudables para muchos que no participan de su interior pero, profesionalmente, es un mundo tan competitivo y caníbal como otro cualquiera. Quincy Jones ha sido uno de sus nombres punteros durante los últimos cincuenta años: productor, ejecutante, compositor, arreglista, etc. Prácticamente tocó todos los palos de esa industria. Ha protagonizado además muchos de los momentos musicales señeros de esas décadas; desde las bandas sonoras de los films de «blaxplotation» de los setenta a dirigir grabaciones de Michael Jackson o Frank Sinatra con éxito multitudinario. Podría esperarse que una figura así estuviera a estas alturas reconciliado con la vida y con su profesión. Y, sin embargo, ha sorprendido de golpe despachándose con unos dardos contundentes que él siente como un empeño contra falsos ídolos de pies de barro. De acuerdo, Quincy, es cierto que Michael Jackson partió de las creaciones de otros para muchas de sus líneas de bajo. También podemos reconocer que The Beatles no eran los mejores instrumentistas del mundo. Pero olvidas algo fundamental: la magia. Admitámoslo. Lo que te enfurece es que el público no detecte que esa magia es producto de un trabajo empírico. Debes recordar que, a gran parte de las personas, una prueba empírica un poco compleja ya les parece magia. Son capaces de comprender el resultado, pero no exactamente los pasos de su funcionamiento: los logaritmos les parecen cosa de brujas. Se han perdido pasos lógicos. Eso no hace detestable el resultado del arte, probablemente nada más que otra faceta de nuestro instinto de conservación y supervivencia. Te admiro demasiado como para no saber que el motivo de tu salida de pata de banco posiblemente no esté ni en tu edad, ni en la calidad humana o profesional de tus compañeros de fama. Un abrazo, Quincy. Me parece que lo necesitas. Porque el motivo de tu rabia, sospecho yo, es más bien el hecho decepcionante de comprobar definitivamente, al final de tu vida, que gran parte de la humanidad en demasiadas ocasiones no advierte grandes diferencias entre Botticelli y un trozo de plastilina.