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Richard Ford: «A los americanos sólo les interesan los eslóganes»

larazon

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Recupera a su personaje Frank Bascombe en «Francamente, Frank», que consta de cuatro narraciones cortas en torno a los efectos del huracán «Sandy» en 2012, que asoló la costa este de Estados Unidos.
En una firma de libros en Jacksonville, su ciudad natal, Richard Ford estaba con ejemplares de «El periodista deportivo» cuando una mujer mayor le entregó la novela y le pidió que se la dedicara. Sin levantar la vista, Ford preguntó a nombre de quién, y cuando oyó Eudora Welty, el mundo se tambaleó. «Por fin he escrito algo que pueda gustar a la gran escritora sureña», pensó Ford. Le encantó a Welty y a miles de lectores. Las novelas de Frank Bascombe tienen este efecto.
Después de «El periodista deportivo», «El día de la independencia» y «Acción de gracias», Ford recupera a su personaje favorito en «Francamente, Frank» (Anagrama/Empúries) una nueva delicia de esa mezcla de realismo costumbrista, lirismo crudo, comedia humana y literatura en mayúsculas en que el ex periodista y ya agente inmobiliario jubilado vuelve a su vieja casa, derruida por completo a causa del huracán «Sandy», que asoló la costa este americana en 2012. A través de cuatro relatos largos, Ford indaga en los efectos de este desastre natural en las vidas de las personas, más allá de la causalidad directa que ocasiona el desastre.
–¿Qué le ha llevado a recuperar a Frank Bascombe?
–La verdad es que cuando volví a Nueva Jersey y vi los estragos que había hecho el huracán «Sandy», me impactó tanto emocionalmente que sentí el impulso de traducir esa impresión en palabras. Podría haber hecho una novela independiente, pero decidí que Bascombe era el mejor narrador para describir esa experiencia.
–La memoria de Bascombe es tan vívida que todo lo que recuerda parece visible en el presente, como si fueran fantasmas reales.
–Soy hijo único de padres ya mayores y crecí rodeado de gente mayor. Pronto empecé a ir a funerales, incluso al de mi propio padre a los 16 años. Eso ha hecho que la muerte esté muy presente en mi vida, desdramatizándola, y me ha hecho vivir siempre en el presente, consciente de que el pasado forma parte de él, pero sin dejar que te arrastre y no te permita vivir con intensidad. De eso van mis novelas, de la inmediatez, de las particularidades de una vida en directo.
–¿Por eso utiliza esa mezcla de temas serios, pero matizados con sentido del humor?
–Crecí en los 60 en Mississippi, en pleno apartheid, con el racismo dividiendo a la sociedad. Los niños blancos éramos conscientes de que lo que te decían como una verdad era por completo mentira, lo que te hacía ver que todo era absurdo. Esa sensación te obliga a tener sentido del humor y es algo que me sale natural.
–También hay retazos de crítica política a través de los comentarios de Bascombe.
–No me interesa la novela política, pero sí burlarme de algunas actitudes que suceden hoy día en Estados Unidos. Aunque a los americanos no les interesa en absoluto la política, sólo las pegatinas en el coche y los grandes eslóganes. Me interesa mostrar cómo ese desconcierto se pone en evidencia en la vida diaria.
–¿Le preocupa la figura de Donald Trump?
–En absoluto. Nunca será presidente. Los que se frotan las manos son los demócratas, ya que si es candidato, hay vía libre a la Casa Blanca. Cualquier candidato moderado de los republicanos podría robar la presidencia a Hillary Clinton.
–¿Cómo han cambiado los Estados Unidos en estos 30 años desde la primera novela a la actual?
–Estoy demasiado metido en la cultura de la época para ver el espectro en su totalidad. Lo que está claro es que se ha homogenizado. Antes los pueblos tenían sus peculiaridades, ahora todos se parecen. Son más ricos económicamente, pero más pobres en sentido emocional.
–Ahora suena raro, aunque en sus inicios se le incluyó en el grupo del realismo sucio. ¿Qué le pareció?
–En su día me pareció hilarante. Raymond Carver era un buen amigo mío y nos reíamos del nombre. «Pero si no hablo mucho de sexo, ni de violencia», decíamos. Fue una cuestión de marketing. El que se lo inventó debe sentirse muy contento, como si hubiese triunfado.
–Igual de ridículo debe ser que se le contraponga a los escritores más experimentales.
–Por supuesto. Los buenos escritores son los que lo consiguen, que el lector empiece y acabe su libro. Ahí acaba todo.
¿El realismo de sus libros, al ser ficción, es un artificio?
–No creo en la idea de novela como el hecho de mirar la vida de otros por una cerradura. Toda narrativa es un artificio, una estructura, una concatenación en busca de un sentido emocional e intelectual que mueva al lector. Un día estaba discutiendo esto con Colm Tóibín y se enfadó porque le dije que sus libros eran muy buenos porque escondía con maestría que sonpersonajes, no personas. Él está convencido de que sus personajes son reales. En cierta manera, le envidio.
–¿Habrá entonces nuevas aventuras de Frank Bascombe?
–Sí, aunque a los 72 años ya no hago muchos planes de futuro. Primero he de empezar una novela ajena al ciclo, pero después quiero recuperar a Bascombe. Me dijeron que debería escribir una de sus historias en el día de San Valentín y que viajase por América en una gran roulotte y me pareció una gran idea. Si vivo lo suficiente, lo escribiré.