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Richard Gere: «Gracias a “Pretty Woman” no me preocupo de la hipoteca de mi casa»

Protagoniza «Norman, el hombre que lo conseguía todo», donde interpreta a un hombre de negocios judío
larazon
  • Víctor Fernández está en LA RAZÓN desde que publicó su primer artículo en diciembre de 1999. Periodista cultural y otras cosas en forma de libro, como comisario de exposiciones o editor de Lorca, Dalí, Pla, Machado o Hernández.

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No se puede negar a Richard Gere su entusiasmo hacia «Norman, el hombre que lo conseguía todo». Su personaje, con más sombras que luces, parece estar modelado para su propio lucimiento.
No se puede negar a Richard Gere su entusiasmo hacia «Norman, el hombre que lo conseguía todo». Su personaje, con más sombras que luces, parece estar modelado para su propio lucimiento. Al protagonista de «Pretty Woman» no le cuesta hablar con alegría de su última película. Gere trató de ella con este diario, así como de sus aficiones espirituales. «Cada vez que vengo a Europa la gente tiene la impresión de que mi interés por el budismo es como si fuera un dibujo animado. Las personas al final son personas, pagan sus facturas. No se queden con la imagen que da Hollywood», señala.
–¿Norman es una caricatura o un personaje real?
–Las dos cosas. Claro que sí. Mi trabajo como actor es que sea alguien como nosotros, que encaje en la familia de los seres humanos. Norman no es alguien que vive en el mundo de la descripción empírica. Es la invención de uno momento a momento. Es uno de los personajes más fáciles y difíciles que he encarnado.
–¿Tiene algo en común con él?
–Le puedo decir lo que no tengo en común y son mis impulsos, que son radicalmente distintos. Lo que veo es su capacidad en la derrota para encontrar las cosas más únicas y transformarlo en positivo. Es capaz de sacar de la negatividad el momento de coraje para lograr el optimismo.
–Norman es un judío en un mundo judío, hasta el punto de ser amigo del primer ministro de Israel. ¿Cómo ha sido su aproximación?
–Yo vivo en Nueva York desde que tenía veinte años, una ciudad que es muy cosmopolita. Los judíos forman allí parte de la vida y hay una energía que fluye en la comunidad judía. Al haber pasado tanto tiempo en dicha ciudad, esa experiencia está en mí. Pero Joseph, el director de la película, también quería que entendiera las referencias históricas para un personaje así. Vamos, me ha dado un cursillo acelerado sobre todo esto. De esta experiencia y mi contacto he aprendido que uno no puede permitirse quedarse atrás. Uno no es imprescindible. Con el tiempo, verás que hay que sonreír, que tienes que ser fuerte y útil. Es algo en lo que yo no había pensado y un trasfondo muy importante.
–La política israelí también juega un papel muy importante en los acontecimientos que se narran en la cinta.
–Es muy interesante porque en la película vemos la comunidad judía en Nueva York, pero también en Israel. Sus perspectivas son radicalmente distintas. En Nueva York, los judíos no tienen miedo a ser expulsados y no tienen enemigos a su alrededor. El antisemitismo no los ve en Nueva York. Israel todavía vive una situación histórica, opuesta a la que se percibe en Nueva York.
–Es inevitable hablar con usted y no preguntarle por «Pretty Woman», el título más conocido de su filmografía. ¿Cómo recuerda esa comedia romántica que se sigue emitiendo?
–Lo pasamos muy bien haciendo lo que era una película pequeña, con poco presupuesto y por la que apenas se tenían esperanzas. Se produjo magia, algo que no se consigue con el ordenador. Mi relación con la película es muy buena. Garry Marshall, el director, era un optimista. Gracias a «Pretty Woman» tengo una casa de campo sin preocuparme de la hipoteca.