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Rubens, en 73 bocetos

El Prado dedica la muestra más completa que se ha hecho sobre estas piezas del artista, quien les dio su identidad como obra autónoma

Los bocetos de Rubens cubren una de las paredes de la exposición
Los bocetos de Rubens cubren una de las paredes de la exposiciónlarazon

El Prado dedica la muestra más completa que se ha hecho sobre estas piezas del artista, quien les dio su identidad como obra autónoma.

Antes no había nada y, después, todos lo imitaron. Rubens adelantó la contemporaneidad al descubrir que el esbozo, no el diseño, ni el apunte, ni el dibujo apremiante, podía adquirir rango de arte. Decidió enmarcar esos óleos, fijarlos en una tela o una tabla y convertirlos en algo tan apreciado como la obra final. El resultado es un pintor moderno, anticipatorio, que entrevió en lo inacabado la mirada posterior de los hombres. El Museo del Prado ha dedicado a estos trabajos una de las muestras más ambiciosas de este año. Un recorrido no solo por la obra de un creador, sino de un inventor. La demostración es la que cierra el recorrido: el retrato de su hija. Rubens hace un cuadro abocetado, no un boceto, una pieza acabada, pero que parezca incompleta, aún pendiente de un última remate. ¿Por qué? Porque únicamente desde la pintura que falta es posible transmitir una impresión tan abstracta como el amor paterno.

La exhibición «Rubens. Pintor de bocetos», comisariada por Alejandro Vergara, jefe de conservación de pintura flamenca y escuelas del norte del Museo del Prado, y Friso Lammertse, conservador de pintura antigua del Museo Boijmans van Beuningen de Róterdam, institución que ha colaborado en este proyecto, ha reunido 73 bocetos de los más de quinientos que ejecutó Rubens. Este maestro tuvo la intuición de ver su utilidad artística –como primer acercamiento a una composición–, su uso práctico –como vehículo para enseñar su proyecto a los clientes que acudían a su taller–, su vertiente pedadógica –enseñaba a sus discípulos lo que quería que hicieran y, también, las maneras que debían adoptar–, y su calidad expresiva, para recoger abstracciones difíciles de concretar de otra manera.

Una muestra que da envidia

«Este concepto de boceto ya lo habían empleado algunos maestros antes, pero muy pocos y de manera aislada, como Tiziano. Entre los pintores era apreciado, pero, en cambio, denostado por la crítica. En cambio, a los pintores les permitía una libertad inmensa. Rubens es el primero que sabe valorarlos. De hecho, los hace de todo tipo, desde simples, con unas pocas líneas, hasta muy abocetados». Para Miguel Falomir, director de la pinacoteca, «esta es una de las exposiciones que da envidia no haber comisariado. Son justo las exposiciones por las que el Museo del Prado es conocido y le dan todo su prestigio en el exterior. Y esta en concreto es una de las grandes. Se ha escogido a un pintor y se le muestra al público a través de una colección de trabajos para dar una visión completamente distinta de la que se tiene. Si fuera un artista contemporáneo y recorriera estas salas me sentiría abrumado, porque me daría cuenta de que las mismas inquietudes que existen hoy, ya estaban presentes en Rubens». Alejandro Vergara quiso desterrar la idea de boceto como algo minúsculo y sin valor, como un dibujo recogido en un cuaderno, tres trazos sueltos: «Asistimos a un invento histórico. Rubens crea el boceto. Este es justo un momento de innovación. Antes de él nadie había hecho algo semejante. Se concibe como una herramienta nueva y surge de manera espontánea». De hecho, un boceto de Rubens es casi un cuadro terminado de Rubens. En ocasiones hay que aproximarse al óleo para percibir que no está terminado, que todavía le falta algo. Esta concepción artística que tenía del boceto se aprecia en un detalle: jamás quiso desprenderse de ellos y en su elaboración no participaba nunca ningún discípulo. Todos salieron de sus manos.