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Salinger, lo inconfesable

LA RAZÓN adelanta la biografía del escritor
J.D. Salinger, en una imagen tomada en noviembre de 1952
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Cuando la guerra terminó, comenzó la guerra de Salinger. El Día-D fue el bautismo de fuego de un prometedor pero aún desconocido escritor. Desembarcó en las playas de Normandía con el manuscrito de un libro metido en la mochila. Lo llevaba, como dejó escrito, «como un amuleto para sobrevivir y una razón para vivir». Más tarde, la literatura conocería esa obra por el nombre de «El guardián entre el centeno». Pero, cuando pisó la arena de Utah, tan sólo era un soldado algo mayor que sus compañeros. Hasta ese momento había vivido en una «burbuja». Había nacido hacía 25 años en un hogar privilegiado que le había dado todo. «Amaba a su madre y adoraba a su hermana». Acudió al ejército para crecer y experimentar emociones intensas que le ayudaran a madurar como novelista y como persona. «Al principio era un buen patriota que pensaba que hacía el bien», relata un compañero. Pero las muertes, las heridas y las mutilaciones cambiaron su visión de la contienda. El 6 de junio, su división contaba con 3.600 hombres. Al final de ese mes habían caído 2.500. La angustia y el horror comenzaron a apoderarse de su alma. Puede afirmarse que durante la Segunda Guerra Mundial murió Jerry Salinger y nació J. D. Salinger. Ésta es una de las conclusiones que se extraen de «Salinger», la biografía que han publicado Shane Salerno y David Shields, que ayer salió a la venta en Estados Unidos (Seix Barral la publicará en España en enero). Una reveladora monografía –que aporta documentos hasta hoy desconocidos y material gráfico inédito– que nació de tres motivaciones: explicar por qué dejó de publicar, por qué desapareció y qué había dejado escrito. Pero, el libro ha terminado abordando rincones oscuros inesperados, como la fuerte influencia que ejercería la religión oriental en su comportamiento.
Cuando Salinger partió con el Ejército norteamericano hacia Londres, arrastraba ya dos traumas que le perseguirían a lo largo de su vida. El primero era anatómico: había nacido con un solo testículo. Un hecho, que, como declara una amante del escritor en este volumen, le resultaba «vergonzoso y frustrante», y que marcó sus posteriores relaciones sexuales con las chicas. A esta anomalía física había que sumar el desplante de su novia Oona O'Neill, que le abandonó para casarse con, nada menos, que Charlie Chaplin. No sólo él, sino todos sus amigos, veían, a través de las fotos publicadas en la Prensa, cómo su chica se iba con el director de cine. Pero sería el fantasma de Oona el que le perseguiría en el futuro. Todas las mujeres que amó eran mucho más jóvenes que él y, todas, mantenían un parecido razonable con ella.
Pero el capítulo fundamental que señalaría el carácter al escritor sería la contienda europea de 1939. Salinger vio más guerra que ningún combatiente. Estuvo más tiempo en primera línea que nadie. Y, siempre, en los frentes más duros. Después de Normandía, llegaron los duros combates a través de Francia hasta llegar al valle de Hürtgen. En esta derrota de los aliados es donde, se cree, que comenzó a sentir la llamada «fatiga del soldado». La batalla es una de las más cruentas que se dieron durante los seis años de la guerra. Pero a Salinger le quedaba lo peor: fue uno de los primeros en ver campos de concentración. A partir de aquí desarrolló el llamado síndrome postraumático. «Tú nunca consigues deshacerte del todo del olor de la sangre quemada», escribió.
El libro de Salerno y Shields revela cómo acudió a la religión oriental para intentar curarse de los traumas que le dejó la Segunda Guerra Mundial. De hecho, el libro demuestra cómo las diferentes facetas y decisiones que tomó en su vida estaban marcadas por sus nuevas creencias. Desde el paulatino retiro, hasta el matrimonio, el rechazo de la fama y lo más trascendental: dejar de publicar.
En esta obra se cuenta cómo su primera mujer, Sylvia, resultó ser una informante de la Gestapo que pudo denunciar a docenas de estudiantes a los nazis y cómo, la topografía de Cornish, donde se retiró, comparte similitudes geográficas con el Valle de Hürtgen.

El aislamiento

Pero la pregunta fundamental es: ¿por qué se retiró? La respuesta que aportan los autores es la siguiente: al síndrome de guerra se sumo el éxito repentino de «El guardián entre el centeno». Pasó de la guerra a los salones de la fama. Y en un escritor que ya no encajaba. Los familiares comentan en este libro que ya no actuaba igual. Se había vuelto extraño. Parecía ausente. No encajaba en la vida social neoyorquina. Pero, los autores también manejan otro factor. Salinger había luchado por la fama. Necesitaba la aprobación del otro. En realidad, según comentan Salerno y Shield, era una buena estrategia del escritor para crear una leyenda, no estar, pero, al mismo tiempo, estar presente siempre en la mente del lector. Eso le permitía conjugar las recientes ideas de aislamiento y recogimiento que desarrollaba y que iban impregnando lentamente sus textos.
Pero existe una falsa impresión sobre el recogimiento eremítico de Salinger. En realidad, se mantuvo en contacto siempre que quiso con periodistas o editores. De hecho, concedió entrevistas y hasta el fotógrafo de «Newsweek», que le tomó unas instantáneas a escondidas, afirma con sorna que le hizo sonreír.
Lo real es la transformación paulatina de «El guardián entre el centeno». Doris, su hermana, comenta en este libro: «Odio decirlo, pero él era un cabrón. Yo estuve sola cuando tuve un ataque al corazón y él realmente fue inútil para mí. Me visitó dos, tres veces quizás. Casi ni llamó. Yo estaba sola y enferma. Es una cosa terrible estar enferma y sola. Pero desechaba cualquier cosa que interfiriera en su trabajo». Su hija Margaret afirma: «Él se mostraba indiferente sobre tu dolor, pero Dios sabe perfectamente que se tomaba el suyo muy en serio». La escritura lo terminó abordando todo. Aquí entró en colisión con la crítica, los editores, su visión del mundo y sus concepciones religiosas. Todo chocó. Para algunos, su nuevo credo terminó arruinando al gran narrador que confirmó «El guardián entre el centeno». La publicación de «Hapworth 16, 1924» fue, directamente, vapuleada por todos. Fue un punto de inflexión. Era el año 1965. Y aquí se abre la gran interrogante: ¿por qué dejó de publicar? ¿Y es casualidad que esta decisión coincidiese con el divorcio de su mujer, que se produjo en el verano de 1966? Salinger se quedaba aislado del mundo (aunque, este libro muestra que tuvo más relaciones).

El último misterio

Había testimonios que aseguraban que continuaba escribiendo todos los días. Se levantaba con ese propósito a las cinco de la mañana. Incluso había construido una cabaña, aparte de la casa familiar, para encerrarse allí a desarrollar sus libros. Pero, ¿de dónde nace esa fobia a la publicación? Desde temprano, Salinger tuvo que enfrentarse a los rechazos de sus relatos y a ver cómo, muchas veces, los editores cambiaban sus títulos. Cuando le preguntaron si no sentía una obligación hacia sus seguidores, dijo: «No hay más obligación más allá de mi escritura. No tengo respuestas para todos los que vienen aquí, porque no hay respuestas». Más tarde, añadiría: «Ser un escritor público intefiere en mi vida privada. Yo escribo para mí mismo». Luego señala que cuando se intenta complacer al público es «cuando los escritores se encuentran con problemas». Pero el libro incluye una carta que resulta muy reveladora a este respecto: «No estoy intentado ocultar las torpezas de mi juventud (se refiere a sus primeros relatos). Sólo creo que no mecere la pena publicarlas. Las escribí hace mucho tiempo y nunca he tenido la intención de publicarlas en un libro. Quiero que mueran de una forma natural. Algunas historias de mi propiedad han sido robadas. Es un acto ilícito. Imagina que tienes un abrigo que te gusta y alguien te lo roba de tu armario. Así es como me siento. Es increíble que algunos despachos de abogados no puedan hacer nada respecto a esto. Estoy intentando proteger la privacidad que me queda. Hay una maravillosa paz en no publicar. Publicar es una terrible invasión de mi privacidad. Amo escribir. Pero escribo sólo para mí mismo y mi propio placer. Pago por esta clase de actitud. Soy conocido como un hombre extraño y distante. Pero lo único que estoy haciendo es protegerme a mí mismo y a mi trabajo. He sobrevivido a muchas cosas y probablemente sobreviviré también a ésta».