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Sandrone Dazieri: “Estados Unidos siempre ha apoyado movimientos políticos fascistas italianos”

El escritor de Cremona publica “El rey”, la tercera parte de una de las sagas más exitosas del suspense literario italiano
larazon
  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

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A Sandro Dazieri le gusta jugar a ser otros para poder interpretarse a sí mismo. Este artesano de las palabras originario de Cremona es un conversador incansable, histriónico, inteligente y deslenguado con una habilidad muy común entre los escritores y en general entre la gente perteneciente al mundo de la cultura: hace que todo suene mejor de lo que es. Tras abandonar su carrera de cocinero y saborear la miel amarga del periodismo, hizo lo que los italianos llaman “tuffarsi di testa” y se precipitó a la práctica de un ejercicio tan estimulante y mutable como la escritura. La apuesta le salió tan bien que en la actualidad está considerado como uno de los grandes exponentes de la novela negra italiana y todo ello gracias a un manejo prodigioso del suspense literario. Gracias al uso aventajado de la curiosidad, el aprovechamiento de su carácter intuitivo como autor y las secuelas de trabajar en una redacción ha sabido nutrir su perfil documentalista. Un poso clave para la configuración de sus novelas que ahora vuelve a significarse entre las páginas de “El rey”(Alfaguara), el tercer libro de una exitosa saga protagonizada por Colomba y Caselli, la dupla de investigadores contemporáneos, violentados y dolidos que han revolucionado el lenguaje de la soledad. Nos sentamos con Dazieri para hablar de la reconciliación con el pasado, la manipulación mediática y la necesidad de blanquear la conciencia y constatamos que la palabra del italiano, al igual que sus novelas, crean adicción.
-¿Se puede hablar en la actualidad de la muerte de la novela negra?
-Pues sí y no. Normalmente no soy muy diplomático. Lo que yo digo es que ha muerto un cierto tipo de novela negra, que se ha convertido en un juego intelectual, en una especie de pasatiempo de palabras cruzadas. Como esos que vienen en los periódicos y te obligan a resolver un enigma en cualquier parte del mundo, en cualquier momento, con cualquier personaje que está caracterizado de forma simpática. Eso no es interesante porque está muerto. La distancia entre la realidad y ese tipo de novelas es tal, que, aunque pueden llegar a ser consideradas divertidas, no son interesantes ni útiles. Si por novela negra entendemos aquella que intenta investigar el presente, indagar y comprender lo que está sucediendo en la actualidad, te diría que sí está viva, pero de una manera insuficiente. Hay poca novela de ese tipo. Siempre les digo a los escritores que intenten profundizar en el presente. Eso dista mucho de contar una historia de un pueblecito en la montaña. Es necesario darse cuenta de que el mundo ha cambiado totalmente y la literatura se tiene que adaptar a eso. La literatura tiene un papel y ese papel es ayudar a comprender la realidad.
-Ha trabajado como periodista freelance y en sus novelas, casi como una consecuencia indirecta de la deformación profesional, suele estar presente la representación de la manipulación mediática... ¿Qué códigos comparte la prensa con la literatura?
-(Risas). En teoría no tendrían que tener códigos en común. Porque yo estoy acostumbrado a la vieja escuela que decía "hay hechos, y luego hay interpretaciones de esos hechos". Y son dos cosas separadas porque la literatura inventa historias para darle un significado a la realidad. Desafortunadamente es un hecho que esta separación entre (perdón por la redundancia) los hechos y el juicio ya no existe. Porque antes hay que comprender cuáles son los hechos reales y vivimos en un mundo que de alguna manera está representado por los medios de comunicación. Encontrar una objetividad dentro de ese mundo es algo realmente difícil. El periodismo sobretodo en Italia, ya no lo hace esto. La crisis del periodismo de investigación es algo terrible en nuestro país por ejemplo y hay leyes que además dificultan mucho el perfil de la persona que tú estás investigando. El periódico en estos casos te abandona y te deja solo frente a la justicia, te hace único responsable de las consecuencias que esa investigación pueda tener. Es como un gran juego en el fondo: esconder la verdad y sustituir esa verdad con una especie de ficción donde uno puede llegar a encontrarse en función de cómo sean sus ideas.
-El pasado es un enemigo que persigue de forma incesante a Colomba... ¿Es posible escapar de él?
-Rotundamente no. No es posible escapar del pasado. El problema del pasado es que tienes que aprender a aceptarlo y comprenderlo. Lo que has hecho, lo que no, tus errores...que siempre van a formar parte de tu vida, de lo que eres. Pero al mismo tiempo te enriquecen. Yo por ejemplo he aprendido mucho más de mis errores que de las cosas que he hecho bien. Es importante aprender a cometer errores y tener un poquito de comprensión hacia lo que somos. Vengo de un país que realmente no ha hecho cuentas con su pasado. Fíjate, después de la Segunda Guerra Mundial no sucedió lo mismo que en Alemania o en Japón. Esa depuración digamos. Porque los jefes de la policía fascista se convirtieron en jefes de policía de la democracia y si hablas con un porcentaje alto de la gente corriente te dirán que ganamos la guerra.
¡Pero vamos a ver, que estábamos con los americanos! (Risas). No entienden que perder la guerra nos limitó nuestra soberanía, no solamente por las bases militares que pusieron los americanos en Italia, sino porque Estados Unidos siempre ha influido en nuestra política. Siempre han apoyado movimientos políticos fascistas, asociaciones de extrema derecha, incluso atentados. No lo podemos demostrar, pero es algo sabido por todos. Sucedió en los años setenta. Desafortunadamente como no se conoce el pasado resulta imposible comprender el presente. A Mussolini le colgaron por los pies y aunque no podemos decir que fuera un gesto demasiado estético, por lo menos marcó una cierta distancia, un intervalo con el pasado. Fue una especie de chivo expiatorio. Para nosotros colgar a este hombre fue un símbolo de lo que había que hacer con otros. Italia es Italia. Algo muy sui géneris.
-Andrea Camilleri aseguraba en una entrevista que la única regla a la que obedecía para conseguir que los libros que escribía se convirtiesen en un éxito de ventas era la necesidad de contar una historia. ¿La necesidad es suficiente para lograr éxito?
-Sí, muy de acuerdo en eso. El maestro Camilleri fue un grandísimo escritor aunque francamente no tiene nada que ver con lo que hago yo. Pero es verdad que la necesidad es importante. Yo leo muchas novelas que están bien construidas pero no entiendo por qué se han escrito. A lo mejor para ganar dinero, claro. Ese es el problema. A mí no me interesan los juegos intelectuales y si leo un libro quiero sentir que hay algo dentro del autor que quiere contar porque le ha dolido, porque lo ha entendido, porque lo ha hecho bien, por lo que sea... Personalmente mi necesidad es comprender. Cuando escribo creo que logro comprender las cosas.
-La existencia de figuras como los asesinos, los pederastas, los terroristas... ¿nos dificulta un poco la posibilidad de pensar en un mundo más justo?
-Me gustaría tener una respuesta universal para esto. Porque se trata de una gran pregunta humana, pero creo que ser malo, en términos maniqueos, es algo que está dentro de nosotros pero la cultura, la ética, la moral, la experiencia...hace que tomemos decisiones y que además esas se decisiones se basen en no ser eso. No ser así. Pero dentro de nosotros tenemos violencia, la voluntad de imponernos a los demás materializada en última instancia en la violación...
Una cosa es tener ese instinto y otra distinta ejercerlo, ponerlo en práctica. Somos capaces de aislar, de poner a un lado esa visceralidad primitiva para sacar la mejor parte de nosotros mismos. El motivo por el que la novela negra funciona es porque la gente lee a personajes que hacen cosas que alguno de nosotros haría alguna vez o le gustaría hacer. Por eso cuando leemos sobre asesinos, descuartizadores, secuestradores, pulsamos esa cuerda del mal.
Y al final de la novela cuando se captura al asesino o se le castiga, el lector consigue experimentar una catarsis personal. Hemos gozado con esa parte mala de nosotros y al final blanqueamos nuestra conciencia porque queremos pensar que nunca actuaremos así. Que nunca nos dejaremos llevar tanto. Soy una buena persona eh (risas), pero sé que dentro de nosotros está todo eso. Los gatos son muy violentos. Se muerden cuando intentan acoplarse y eso es reflejo de la pura naturaleza. Pero nosotros "por suerte"tenemos naturaleza y cultura.
-Háblame de la debilidad que muestran los perfiles de tus personajes...
-Verás mis protagonistas proceden de partes de mí. Tanto los buenos como los malos. He aprendido a comprender y a escarbar en mis demonios. Soy Dante, soy Colomba y también el rey. No creo en los buenos y los malos innatos, porque todos somos una mezcla de ambas esencias. Intento buscar esa parte maligna de mí y la meto dentro del personaje malo. Es como un proceso de identificación. Digamos que tengo que vestir a los personajes, como si cada uno de ellos fuera un traje y yo tuviera que coserlo. Eso sí, yo soy más Colomba que Dante. Mi carácter es más parecido al suyo y de Dante tengo la pasión por todo aquello que está prohibido, él es un anárquico como yo. Más que débiles, mis personajes están heridos. Algunos de ellos han tomado la decisión de no prevaricar. De intentar no herir a la gente que está a su alrededor. Se ponen en situación de escucha y esto puede ser visto como una situación de debilidad, pero esto también es ideología. Una virtud, una herramienta de cambio y fuerza. Todo lo que nos ha herido y nos permite sobrevivir, en el fondo creo que nos ayuda. Mis personajes están siempre rotos, doloridos y eso les hace precisamente empatizar con el carácter de las víctimas. Siempre podemos ser mejores de lo que pensamos.