«Ahora todo es noche»: Las cloacas, al descubierto
Autor: Eusebio Calonge. Director: Paco de la Zaranda. Intérpretes: Gaspar Campuzano, Enrique Bustos y Francisco Sánchez. Teatro Español. Madrid. Hasta el domingo.
Siempre ocurre lo mismo con La Zaranda: cada vez que se sienta uno en el patio de butacas a ver un nuevo trabajo suyo, no tarda ni cinco minutos en llegar a la conclusión de que los tipos de esta compañía están como una auténtica regadera. Sin embargo, cuando el espectáculo ya ha acabado, es prácticamente inevitable que uno siga luego rumiándolo en casa, a veces durante días. Por más que andes embebecido en otros asuntos, las imágenes de la función vuelven a emerger de tu inconsciente y su lenguaje reverbera de nuevo en tu cabeza. Es entonces, transcurrido este breve y necesario periodo de tiempo, cuando llegas a una conclusión totalmente diferente a la del transcurso de la obra: somos nosotros, todos los demás, los que hemos visto el montaje y también los que no irán a verlo nunca, quienes realmente estamos como una regadera; y estos tipos, simplemente, nos advierten de ello una y otra vez por medio de ese original y eficaz teatro que han ido depurando a lo largo de los ya 40 años de existencia de su compañía. En «Ahora todo es noche», La Zaranda nos vuelve a colocar delante, con los ojos bien abiertos, de uno de esos sucios rincones a los que no nos gusta mirar dentro de nuestra aparentemente inmaculada sociedad del bienestar: en esta ocasión, la mendicidad. Las triquiñuelas, escaramuzas, deseos y «pasatiempos» de tres indigentes en su paupérrimo día a día están contados por los veteranos Eusebio Calonge y Paco de la Zaranda con ese espíritu tan tragicómico que caracteriza su lenguaje escénico, siempre rebosante de ingenio, ternura y mordacidad. Interpretados soberbiamente por los tres actores fundamentales de la formación, los protagonistas de «Ahora todo es noche» encontrarán en el teatro el mejor y más hermoso vehículo para tratar de «ganar la batalla al tiempo» y, por ende, a su funesto destino. Con interesantísimos guiños en clave muy particular al «Rey Lear» o incluso a «La vida es sueño» o «El gran teatro del mundo», la obra se erige como una de las más perfectas y estilizadas de La Zaranda, en la medida en que el discurso de fondo se pliega perfectamente al ritmo que exige la acción dramática sin que se aprecie sacrificio alguno en esa expresión más poética en la que se encuadran todas sus propuestas.