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«Ben-Hur»: La parodia del péplum

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Autor: L. Wallace (versión de N. Novo). Directores: D. Ottone y J. Ramos Toro. Intérpretes: E. Isanta, A. Jiménez, E. Lombao, V. Massán... Festival de Teatro Clásico de Mérida. Hasta el domingo.
Por primera vez en su larga trayectoria, la compañía Yllana desembarca en el Festival de Teatro Clásico de Mérida. Y lo hace con una propuesta tan aparatosa como el propio Teatro Romano que la acoge: nada menos que «Ben-Hur», o mejor dicho, una disparatada versión en «teatromascope», como ellos mismos la han definido, de este clásico escrito por Lewis Wallace –fue una de las novelas más vendidas de todo el siglo XIX en EE UU– cuyo éxito se ha prolongado hasta nuestros días merced a las diferentes adaptaciones cinematográficas que se hicieron de ella, con especial mención a la archiconocida y multipremiada película que realizó William Wyler en 1959 con Charlton Heston como protagonista. El particular estilo que tiene Yllana de hacer comedia, marcado precisamente por la influencia cinematográfica en la composición de las escenas y, cómo no, por la relevancia del lenguaje físico y gestual, se suma en esta ocasión a la agudeza verbal en la escritura del polifacético Nancho Novo, autor del texto. Dada la imposibilidad de recrear la majestuosidad escenográfica de la película de Wyler, cuya fotografía
–inspirada directamente en las pinturas del español Ulpiano Checa– permanece aún grabada en el inconsciente de todo el público, y dado lo ridículo que hubiese sido además tratar hoy de hacerlo, los directores David Ottone y Juan Ramos Toro han optado con muy buen criterio por contar las tribulaciones del hebreo Judá Ben-Hur, que discurren paralelas a la historia de Jesucristo, parodiando no solo el relato en sí mismo, sino también los propios escenarios en los que acontece. La fórmula permite no tener que renunciar a la épica y, al mismo tiempo, proporciona a costa de ella sonoras carcajadas en momentos tan recordados por el espectador como el paso de Ben-Hur por las galeras o, sobre todo, la vertiginosa carrera de cuadrigas que protagoniza junto a su otrora amigo Mesala. Casi todas las escenas pecan de alargarse demasiado, y están más sujetas a la posibilidad que ofrecen de incorporar nuevos chistes que a lo que determinan en realidad el argumento y la acción dramática, pero no cabe duda de que en todas ellas hay algunos destellos de inteligencia cómica que atañen por igual a la literatura de Novo y al lenguaje visual de Ottone y Ramos Toro. Esta combinación exige a los actores estar muy duchos en ambas vertientes y, ciertamente, todos en el variopinto elenco superan con creces el reto: Agustín Jiménez y Richard Collins-Moore no tienen problemas para hacer unos personajes que parecen escritos para ellos; Eva Isanta demuestra una capacidad cómica que no había podido mostrar tanto en otros papeles de su carrera; Víctor Massán –¡increíble lo de este actor!– resulta brillante en los últimos tiempos haga lo que haga; Fael García, menos conocido, se mueve con el descaro y la destreza de un actor al que convendría seguir la pista; y Elena Lombao, por último, se luce haciendo el trabajo más complicado y variado en registros.

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