Bienvenidos al caos
Spregelburd llega a Canal con una ópera hablada tan esperada como compleja.
Spregelburd llega a Canal con una ópera hablada tan esperada como compleja.
«Una trama difícil para el espectador, caótica», así define Rafael Spregelburd su obra. Juzguen ustedes su argumento: un profesor napolitano que se ve involucrado en el robo de la tesis de una alumna. Sin querer, contesta un correo de spam y, de repente, su cuenta bancaria se incrementa en más de 4 millones de euros. No suena mal, sin embargo, los problemas crecen a la hora de rendir cuentas a Hacienda. No hay manera de declarar aquello. No tiene explicación, así que comienza una huida que pronto se detiene con un golpe en la cabeza y la pérdida de consciencia pertinente... Y «se montó la gozadera», que diría la canción. Ya sin memoria, amanece en un hotel de Malta, como bien podría haber sido de Cuenca. Puesto lleva el esmoquin que llevó Sean Connery en «Doctor No» para hacer de James Bond. Ni siquiera sabe quién es hasta que un pasaporte en su bolsillo le confirma que es Mario Monti. Para averiguar más, «googlea» su nombre, pero el que fuera primer ministro de Italia tiene más peso en la Red que él y todo lo que encuentra parece cada vez más confuso...
Es el caos de «Spam» que trae el argentino Rafael Spregelburd a la Verde de los Teatros del Canal en forma de «sprechoper» u ópera hablada. Si no se tiene suficiente con una trama extraña, el dramaturgo irrumpe en la capital con un género poco cultivado en España como es éste: «Una ópera en el sentido de que la música –en este caso de Zypce– ocupa el 100%, pero el texto no es cantado, sino dicho. Se permiten todas las libertades de la novela, pasar de cualquier situación a un comentario, a narrar o a contar al público otra historia», explica Spregelburd. Formato, que pese a su poco desarrollo en castellano, no debe ser ningún obstáculo. Lo que sí puede parecer una barrera es el planteamiento, ante el que el argentino advierte: «Si alguien no entiende algo, que no se preocupe que está diseñado así. Es el mismo efecto que adentrarse a comprender una película que ya está empezada». Es el juego que se propone en «Spam». Deducir, proyectar expectativas, colarse en un laberinto que llegará a su final. Pero del que nadie dice que sea fácil salir: 31 escenas contadas de forma desordenada –según van saliendo sorteadas las fichas de un calendario a la vista del público– de las que «5 o 6 –en palabras del autor– se tienen que eliminar».
Así de exótico suena el montaje «inspirado vagamente en la crisis europea y la época pos Berlusconi» que presenta Spregelburd. Como reflexión, vayan preparando una cercana a la parcela ártica: «Es como cuando un esquimal ve una foca y no la mata. Entonces, mide el tiempo entre un agosto y otro y así dejar pasar el tiempo como una inversión para paliar el hambre con una recompensa mayor. Por eso el tiempo es una mercancía de primera necesidad», cierra.