Carlos Sobera: «La ceja es lo único que puedo levantar a mi edad»
Estrena hoy «5 y... acción!», la primera obra en la que actuará en el Reina Victoria desde que adquirió el teatro
Estrena hoy «5 y... acción!», la primera obra en la que actuará en el Reina Victoria desde que adquirió el teatro
Una comedia clásica de enredo, un vodevil glamuroso y mezquino, una ácida sátira sobre el mundo del cine y la televisión. Pero no es una historia endogámica. Más bien resulta una excusa para hablar de los amores interesados, de la prepotencia, del poder mal ejercido, y de otros defectos de la sociedad actual. Hoy estrena «5 y... acción!» en el Reina Victoria. Será la primera cita de Carlos Sobera con el público en su teatro. Y de primeras citas el actor y célebre presentador sabe mucho.
–La comedia habla de los sueños frustrados y de los frustrados sin sueños.
–Muchos no alcanzan sus sueños, pero otros viven instalados en la mediocridad y en la atonía, lo que es peor. Porque el que lo intenta y no lo consigue al menos tiene el consuelo de haberlo intentado.
–¿A usted qué le frustra?
–La incapacidad de resolver algunos problemas, como el paro o la desigualdad. La victoria de Trump me ha frustrado mucho. También me frustra que a un violador le caigan siete años de cárcel y a un defraudador, 25. O que se puedan publicar los nombres de los defraudadores al fisco, pero no los de los pederastas.
–¿Alguna vez se ha sentido desengañado por amor?
–Nos ha ocurrido a todos. Hasta que se encuentra ese amor definitivo que te da satisfacción, plenitud y equilibrio se pasa por multitud de relaciones. Hay mucho desengaño amoroso.
–¿Y engaños por desamor?
–También. Todos hemos tenido la experiencia de creer falsamente que nos querían. Por eso, en una pareja siempre pedimos lo mismo: la sinceridad. El 99% de los mortales ha sido engañado por desamor. Forma parte de nuestra existencia.
–La obra nos presenta a cinco personajes en busca de acción, a cinco personas en busca de amor. ¿El amor es acción?
–Sí. Es difícil enamorarse, pero más difícil es mantener viva la llama si no la trabajas, si no actúas. El que se instala en una zona de confort, piensa que tiene a su pareja enamorada y descuida cualquier tipo de acción en ese sentido termina perdiendo a su amor.
–¿Se busca o llega?
–Las dos cosas. Hay que tener actitud de búsqueda, moverse y mostrarse receptivo. Pero el auténtico amor no se puede buscar con una fórmula matemática o química.
–¿Conoce a Cupido?
–Yo soy Cupido (risas).
–Usted que tanto sabe de primeras citas, ¿qué recomienda?
–No hablar siempre de uno mismo, escuchar a la pareja y hacerle caso. No debemos tratar al otro como si fuera un psicólogo, contándole nuestros problemas desde el primer momento. También hay que evitar pedir espaguetis, porque se te puede caer el tomate a la camisa, y quedarías como un cerdo.
–¿Cuáles son las mejores armas de seducción?
–Casi todos tendemos a pretender ser quienes no somos, porque no nos creemos lo suficientemente buenos como para llegar a enamorar a alguien. Y cuanto más nos gusta la persona a la que queremos conquistar más nos impostamos. Reaccionar de forma natural es fundamental. El que más pasa se lleva a la chica o al chico.
–¿Se considera un conquistador?
–No lo he sido nunca. Siempre me han conquistado. (Piensa) No recuerdo ningún caso en el que haya roto un corazón.
–Será la primera vez que actúe en el Reina Victoria desde que lo compró. ¿Siente como si jugara en casa?
–No. Tengo la impresión de jugar en campo contrario. Siento un acojono tremendo. Genera más responsabilidad.
–¿En qué se diferencian la visión de un actor y la de un empresario?
–Los actores tenemos una visión artística y lo queremos todo, cueste lo que cueste, porque paga otro. Cuando el que paga es uno mismo te das cuenta de que muchas cosas son prescindibles. Pero en esta obra salgo a gastármelo todo.
–¿«First Dates» con el público?
–En el Reina Victoria sí. Pero no será a ciegas, porque casi todo el mundo sabrá a lo que viene. Me hace mucha ilusión estar con el público en mi propio teatro. Lo daré todo. Espero que salgan encantados, que me pidan segunda cita... que los que vengan luego quieran verla 25 veces seguidas.
–Es un espectáculo en el que todos ocultan algo y nadie se fía de nadie... ¿De quién no se fía usted?
–De los que se acercan por el interés, de los que miran de reojo, de los que dan vueltas a tu alrededor y te enganchan con sanguijuelas cuando ven la oportunidad. Pero, en general, soy confiado.
–Y si tuviera que pedir el comodín de la llamada, ¿a quién llamaría?
–A Patricia, mi mujer, a mis amigos, a mis compis de aventuras. Si tuviese que pedir auxilio, tengo varios teléfonos a los que llamar.
–¿Por qué levanta la ceja?
–Porque es lo único que puedo levantar a mi edad.
–¿Cómo debe interpretarse el gesto?
–¡Dios mío!, ¡cuidado! Algo interesante va a pasar, aunque no sé si bueno o malo.
–¿Qué ha conseguido con sus levantamientos de ceja?
–Trabajar. Estaba en «¿Quién quiere ser millonario?», levanté la ceja y se convirtió en mi logotipo, en mi DNI, en mi tarjeta de visita, casi en mi ADN.
–¿Para qué querría usted ser millonario?
–Con los tiempos que corren, para nada. Ser millonario ahora es contraproducente. No vaya a ser que alguien tenga la intención de proponerme como presidente del Gobierno.