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Cervantes, o la libertad como bandera

La compañía Nacional de Teatro Clásico vuelve a ponerse en manos de Ron Lalá para homenajear con «Cervantina» al manco de Lepanto en el IV centenario de su muerte
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La compañía Nacional de Teatro Clásico vuelve a ponerse en manos de Ron Lalá para homenajear con «Cervantina» al manco de Lepanto en el IV centenario de su muerte
Comienza el nuevo año y, con él, la esperada pugna entre Cervantes y Shakespeare para hacerse con el papel protagonista de ese gran teatro que es el mundo de la cultura, toda vez que en 2016 se conmemora el IV centenario de la muerte de ambos.
Los británicos, que han defendido más y mejor a su autor a lo largo de la historia, parecen haber tomado la delantera de nuevo, y ya han hecho circular por medio mundo un artículo firmado por el mismísimo David Cameron que glosa las incontables virtudes del Bardo, cuyo legado, dice taxativamente el primer ministro inglés, «no tiene parangón».
Y cierto es que, si nos ceñimos al teatro, la influencia del Cisne de Avon es muy superior a la de nuestro Manco de Lepanto; pero no es menos verdad que el renovado interés patrio por reivindicar a Cervantes está dando ya sus frutos, y nuevos lectores y espectadores en todo el mundo comienzan hoy a poner en valor su marcadísima y avanzada personalidad como autor.
A esta feliz recuperación del tantas veces ninguneado don Miguel no podía ser ajena una institución como la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Si la temporada pasada acogía en su programación a la transgresora y divertida compañía Ron Lalá con la puesta en escena de «En un lugar del Quijote» –montaje que servía para conmemorar el IV Centenario de la publicación de la Segunda Parte de «El Quijote», y que cosechó un arrollador éxito dentro y fuera de nuestras fronteras–, este año vuelve a contar con los «ronlaleros» para rendir tributo al autor en la efeméride de su fallecimiento. El nuevo homenaje se titula «Cervantina» y podrá verse en el Teatro de la Comedia a partir del próximo jueves. Se trata de un espectáculo basado en los textos dramáticos y narrativos más importantes del escritor alcalaíno, y que toma la idea de la libertad como elemento aglutinador de todos ellos. «Hemos intentado mostrar el punto más fuerte y común de las obras de Cervantes, que básicamente es la búsqueda de la libertad, ya sea de pensamiento, de albedrío o de identidad», explica el actor y dramaturgo Álvaro Tato, que se ha ocupado de la dirección literaria de una versión que parte fundamentalmente de los entremeses y las «Novelas ejemplares», y que, como él explica, se detiene especialmente en los personajes femeninos: «Es impresionante la cantidad de personajes adelantados a su tiempo que hay en las obras de Cervantes; pero, sobre todo, hemos querido prestar atención a las mujeres. No creo que se haya tratado la figura de la mujer, ni antes ni después de él, con un nivel de profundidad y de riesgo semejante, si exceptuamos a (Fernando de) Rojas con La Celestina».
- Un personaje más
Y junto a las mujeres, como ya ocurriera en sus dos anteriores montajes, Ron Lalá vuelve a colocar al propio Cervantes como un personaje más dentro de la función. «Esto es ya una debilidad y una enfermedad –confiesa Tato entre risas–. ¡Pero es que Cervantes es muy cervantino! Es un personaje herido; es un personaje vilipendiado por un país que en ningún momento le comprendió, que lo encarceló y lo vapuleó, y que fue aplastando todas sus aspiraciones: la de ir a América, la de ser soldado, la de ser poeta... Creemos que Cervantes es el gran escritor del dolor a través del humor; de un humor profundo y humano. ¡Es un personajazo!». Y ese personajazo y todos los demás, que suman más de 50, estarán interpretados por los cinco actores de la compañía: Juan Cañas, Miguel Magdalena, Daniel Rovalher, Íñigo Echevarría y el propio Álvaro Tato; bajo la dirección, como es habitual, de Yayo Cáceres. Argumentalmente, la obra arranca con un encuentro entre Cervantes y su musa, a partir del cual el espectador podrá ir desgranando y conociendo mejor la vida de nuestro autor más universal, así como sus obras más relevantes –aunque prácticamente se citan todas–, que aparecerán engarzadas en un hilo conductor concebido al más puro estilo Ron Lalá: un supuesto virus, llamado cervantina, que despierta en quien lo contrae la pasión por don Miguel. La libertad, la mujer y el propio Cervantes como personaje son los tres pilares sobre los que la compañía ha elaborado, con música en directo, esta dramaturgia que promete, como es costumbre ya en sus trabajos, combinar el homenaje a los clásicos con la diversión y el ingenio, dos ingredientes, estos últimos, que según Yayo Cáceres están en realidad ya muy presentes en el propio Cervantes: «El teatro trata de poner la vida encima del escenario comprimiéndola, aumentándola y girándola, y él hacía eso en todas sus obras. Por ejemplo, cuando sienta a don Quijote y a Sancho Panza a leer la primera parte de «El Quijote...» ¡a mí eso me parece de un nivel imaginativo excepcional! Fue un adelantado, con un universo en su cabeza fenomenal; un tipo que escribió desde la imaginación y, a la vez, desde la inteligencia». Dicen algunos actores y directores ingleses que el secreto para mantener tan vivo a Shakespeare es que ellos han sabido «jugar» mucho más con su autor de lo que nosotros lo hemos hecho con Cervantes y con el resto de nuestros clásicos, a los que nos hemos limitado a «representar». Y quizá «Cervantina» sea una muestra de que las cosas han empezando a cambiar, porque si algo se propone Ron Lalá en sus montajes es, precisamente, «jugar» para invitar a pensar. De momento, el éxito los acompaña.

Del café-teatro a la Compañía Nacional

En 2012, la compañía Ron Lalá daba el salto a los grandes teatros con un montaje titulado «Siglo de Oro, siglo de ahora» que daba muestras de su ingenio y que ponía de relieve su gran conocimiento de la literatura clásica española. Esta fue la llave que le abrió la puerta de la CNTC un año después. Atrás quedaban 15 años –por universidades, cafés y pequeños teatros– marcados no sólo por la originalidad, sino también, como recuerda Yayo Cáceres, por el esfuerzo y la humildad: «Ser moderno consiste en no intentar serlo. Ante todo, uno tiene que estar bien entrenado; eso no te asegura ganar, pero sí jugar siempre bien».

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