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Cruel lección de vida

Autor: Lluís Pasqual. Dirección: Lluís Pasqual. Intérpretes: Joan Amargós, Enric Auquer, Quim Ávila, Eduardo Lloveras, Lluís Marquès y Joan Solé.Teatro María Guerrero. Hasta el 12 de marzo.
La Razón

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A tenor de los dos últimos trabajos suyos que han llegado a la cartelera, parece que el director Lluis Pasqual está muy centrado en estos tiempos en el teatro documental. Igual que ocurre con Mujer no reeducable, la recién estrenada In memorian. La quinta del biberón tiene la guerra como telón de fondo y, también como aquella, está preocupada por analizar histórica y sociológicamente, más que las causas de un determinado conflicto bélico, las irreversibles y aciagas cicatrices que cualquiera de ellos termina dejando en sus supervivientes. La guerra civil española y, más concretamente, la batalla del Ebro son los escenarios en los que el director catalán ha querido situar esta extraña y caleidoscópica pieza que se adorna con unas estupendas partituras de Monteverdi y de Purcell, que se ilustra con material audiovisual de archivo relacionado con la funesta contienda y que se nutre de los testimonios reales de aquellos malogrados biberones, unos jóvenes que fueron obligados a alistarse con tan solo 16 ó 17 años en el ejército republicano. La representación propiamente dicha, la interpelación directa al público y la narración se dan la mano en una dramaturgia, elaborada por el propio Pasqual, que hace entrar y salir a los personajes demasiado aprisa de las situaciones que protagonizan y que, por tanto, dificulta que el espectador se sumerja en su historia hasta el punto de sucumbir a ella con profunda emoción, lo cual sí ocurre en el tramo final de la función, curiosamente cuando el lenguaje narrativo, presuntamente el menos teatral, se apodera de ella fijando, y hermoseando también, una acción hasta entonces algo dispersa. Pero en lo que sí se muestra notable la dramaturgia, y también la dirección, es en el exquisito tratamiento de los personajes y del propio contexto bélico, alejando cualquier sombra de maniqueísmo y elevando al ser humano más corriente, con su trágico destino, muy por encima de bandos e ideologías. Seis jóvenes actores procedentes de la cantera del Lliure dan vida, con extraordinario arrojo y aplaudido esfuerzo, a algunos de aquellos milicianos a los que hermanaron mucho más sus desgracias que sus ideales. Porque no es esta una obra que trate de buenos y malos, sino de futuros truncados y de vidas segadas; una obra que habla, con entereza y sereno distanciamiento, de las gentes injustamente conminadas a participar en un detestable juego cuyas reglas ni siquiera conocían.

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