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Don Juan lleva el infierno dentro

Ortiz de Gondra versiona para la Compañía Nacional «El burlador de Sevilla», un texto de Tirso de Molina que trae a nuestros días «para hablar al espectador del presente», explica Josep Maria Mestres.
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Ortiz de Gondra versiona para la Compañía Nacional «El burlador de Sevilla», un texto de Tirso de Molina que trae a nuestros días «para hablar al espectador del presente», explica Josep Maria Mestres.
Han pasado 15 años desde que la Compañía Nacional de Teatro Clásico puso en escena por última vez «El burlador de Sevilla y convidado de piedra», obra en la que se perfila el archiconocido mito de Don Juan, que tantos frutos sigue dando en el devenir de la literatura universal y que ha dejado impreso para siempre en nuestra cultura popular aquél verso de «qué largo me lo fiais». Pero no va a ser fácil el regreso de esta obra capital de nuestro Siglo de Oro al Teatro de la Comedia: de momento, los paros programados por los empleados de los teatros públicos del Inaem –como protesta por la fusión del Teatro Real y el Teatro de la Zarzuela–, harán que el estreno de hoy, fecha en la que estaba programado, tenga que postergarse a mañana.
El mercedario Gabriel Téllez –nombre verdadero de Tirso de Molina– compuso este drama moral a principios del XVII probablemente como respuesta a las doctrinas protestantes que propugnaban la predestinación del hombre, para alcanzar o no la salvación, al margen de los actos que cometiese en vida. Sin embargo, como todas las grandes obras, «El burlador» trasciende el contexto histórico que la determina, en este caso el de la confrontación de doctrinas religiosas, para alzarse como una certera e intemporal crítica al ser humano que exprime el libre albedrío para servirse de cuanto encuentra sin sujetarse a criterios éticos de ninguna clase. Y es esa capacidad del texto para seguir hablando de un problema humano no resuelto lo que Josep Maria Mestres, al frente de este nuevo montaje, ha querido resaltar en su propuesta: «Tirso nos plantea una sociedad, la de su tiempo, corrompida. Y la de hoy, en según qué cosas, no está tan lejos. Así que lo que hemos hecho es partir del XVII para llegar al día de hoy, porque a mí lo que me interesa es hablar al espectador del presente –explica el director–. Y, como a día de hoy poca gente que cree ya en el infierno y sí piensa que el verdadero infierno está en la Tierra, nosotros hemos trabajado con una premisa fundamental: nuestro Don Juan lleva ese infierno dentro de sí. Eso hace que el personaje manifieste una desazón y un desasosiego que nos permite, si no quererlo, al menos sí entenderlo».
El gran estafador
Enfundado en un vestuario de María Araujo que remarca esa idea de contemporaneidad que busca el director, Raúl Prieto –que regresa a la Compañía Nacional después de haber interpretado con ella a otro Don Juan, aunque muy distinto, en «El lindo don Diego» que dirigió Carles Alfaro en 2013– es el encargado de dar vida a este «gran estafador», como él mismo lo define: «Es un gran reto hacer este personaje, y exige una gran responsabilidad –asegura el actor–. Para mí Don Juan es un tipo que seduce y se burla de las mujeres. Pero no solo de ellas; también se ríe de los hombres, de su padre... y, en definitiva, de todo el sistema. Se carcajea incluso de Dios en última instancia; no se puede burlar de más cosas. Y creo que no es tan importante en la obra que seduzca a una mujer para acostarse con ella como el simple hecho de que la engañe. Por eso es un estafador, y por eso el personaje está tan vigente en nuestro tiempo. Hoy estamos rodeados de donjuanes en la política y en cualquier otro estamento. Nos seducen, nos engañan... ¡y no les pasa nada! Es verdad que se colocan frente al sistema; pero al mismo tiempo cuentan con la protección de ese sistema». En este sentido, explica Borja Ortiz de Gondra, autor de la versión, que esa dimensión más social de la obra, quizá sepultada en las lecturas tradicionales bajo el peso del conflicto espiritual del protagonista, está, no obstante, muy presente en el texto original. «Cuando lees de verdad y detenidamente las palabras de Tirso en “El burlador”, te das cuenta de que realmente estás ante un producto puramente social. Hay unos versos que pronuncia don Juan en los que esto se aprecia muy claramente: “Si es mi padre / el dueño de la justicia / y goza del favor del rey / ¿qué temes?”. A lo largo de toda la función, Tirso nos muestra la impunidad de la que goza el personaje y nos muestra toda una sociedad corrupta». Y Mestres abunda en esa misma idea: «Todos los personajes medran y buscan el beneficio propio. Tirso dispara en todas las direcciones, y nadie se salva».
En el plano interpretativo, y dentro de un ecléctico elenco conformado por quince actores de generaciones y escuelas muy diversas –Lara Grube, Juan Calot, Mamen Camacho, Pedro Miguel Martínez y Ángel Pardo son algunos de ellos–, el popular Pepe Viyuela tiene también, junto a Raúl Prieto, un peso especial en la función como Catalinón, criado de Don Juan y excepcional testigo del inmoral comportamiento de su amo, contrapunto cómico en un universo dominado por la tragedia y, como ha sido descrito en algún estudio académico, «héroe discreto» de la obra. Un reparto de lujo para una producción muy cuidada en la que participan también profesionales de la talla del músico Iñaki Salvador, el iluminador Juanjo Llorens o el mago de la vídeo-escena Álvaro Luna, entre otros.