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«El diccionario»: Latidos históricos

Autor: Manuel Calzada Pérez. Director: José Carlos Plaza. Escenografía e iluminación: Francisco Leal. Reparto: Vicky Peña, Helio Pedegral, Jalnder Iglesias. Teatro de La Abadía. Madrid.
La Razón

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Lo barroco habría estado de más en una obra teatral sobre una mujer tan sencilla en sus formas como debió de ser María Moliner. Todo en una historia sobre alguien que hizo siempre poco ruido debía residir en escuchar, en entender los pequeños dramas que esconde la biografía oficial. Y en eso, el estetoscopio de Manuel Calzada Pérez es fino y respetuoso: en «El diccionario» ha sabido captar el latir íntimo de una vida apasionante que podría pensarse aburrida, la de una mujer que pasó quince años de su vida definiendo términos en fichas. La «carpintería» de este hermoso texto no decae, es un drama que abarca lo privado y lo público y que acierta desde el título, pues la persona y el empeño se entrecruzan en Moliner. Tanto como la resignación de la bibliotecaria ante el franquismo conmueve el hartazgo fieramente humano de su marido, que ve sus juventudes alejarse por una obsesión.
En su montaje más hermoso e interesante de los últimos años, José Carlos Plaza convierte la palabra en protagonista con unas proyecciones laterales, desde «Cosa» hasta «Oxímoron», que se revelarán útiles según avanza la obra. Así, salvo el innecesario subrayado musical, una partirura bella pero casi omnipresente, nada sobra en esta pieza de comedida escenografía: unos muebles apilados ayudan a entender la vida de alguien para quien sus fichas lo eran todo.
El resto parece -que no es- fácil: creo que a doña María le encantaría verse reflejada en la dignidad inteligente que transmite esa enorme actriz que es Vicky Peña, que lo mismo hace de la Moliner la frágil anciana que zurce calcetines como el látigo de la RAE (su discurso final arranca aplausos del respetable). Lander Iglesias y Helio Pedregal dan vida respectivamente y con talento sobrado a su marido y al médico que atendió a Moliner cuando ésta comenzó a perder lo más valioso que tuvo, la mente; un hábil recurso dramatúrgico para estructurar un retrato emocionante que huye del «biopic» .