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Empapados de la más rompedora creación escénica

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Pradillo, el CDN y el Reina Sofía coordinan un ciclo con grandes nombres de las artes de vanguardia, de Rodrigo García a Federico León
Si estas páginas fueran de Deportes estaríamos hablando de un «Dream Team». Claro que si los aludidos lo leyeran igual se tronchaban. O montaban un espectáculo sobre ello para escarnio del ocurrente periodista. O sea que mejor, dejémoslo. Digamos sencillamente que el ciclo que esta semana arranca en Madrid, organizado por el Teatro Pradillo, con ayuda del Centro Dramático Nacional y del Museo Reina Sofía, reúne a algunos de los nombres más potentes, las propuestas más interesantes y las formas de entender el teatro y la danza más rompedoras del panorama escénico español con algún añadido extranjero: Rodrigo García, Angélica Liddell, La Ribot, Federico León, El Conde de Torrefiel, Juan Domínguez, Juan Loriente, Jaime Conde-Salazar... Comisariado por Emilio Tomé junto a los responsables de Pradillo Carlos Marquerie y Getsemaní de San Marcos, el ciclo, llamado «El lugar sin límites», arrancó ayer con «Arrojad mis cenizas sobre Mickey» (Teatro Valle-Inclán, hasta el domingo 14), un espectáculo del que LA RAZÓN ya habló hace dos semanas con su creador, el dramaturgo, director y responsable del Cendro Dramático de Montpellier Rodrigo García, uno de los grandes nombres de la dramaturgia contemporánea europea, quien también estrena hoy «Accidens» (Pradillo, del 12 al 14). García será uno de los participantes además en el «Vermú de los domingos» (día 14), un ciclo de charlas en el Museo Reina Sofía en el que participarán El Conde de Torrefiel (21), La Ribot, Domínguez y Loriente (28) y Federico León (5 de julio). Todos muestran sus propuestas en «El lugar sin límites». El primero, nombre artístico que esconde al autor y director Pablo Gisbert, además de Tanya Beyeler y Rebecca Praga, colabora desde 2005 con otra compañía, La Veronal, y presenta «La posibilidad que desaparece frente al paisaje» (Teatro Valle-Inclán, del 18 al 21 de junio), estreno absoluto dentro del ciclo. «Estamos todavía trabajando y definiendo cosas», matiza a este periódico Gisbert, que define la pieza como «una composición de paisajes donde se habla de la sobrestimulación, la sobreinformación y la carga, sobre el exceso, y cómo medir la dificultad de poder pensar, de estar tranquilo, del amor, en un contexto, un paisaje, un panorama que siempre va en contra. Será la pieza no más calmada pero si más contemplativa de lo que estamos haciendo: las anteriores entraban dentro de una estética, una rabia, que esta no va teniendo». Es una propuesta escénica para cuatro actores que tendrá una voz en off de fondo. «Ellos juegan, están dentro y fuera de un juego escénico teatral: forman parte de diferentes ciudades. Son como cuatro personas que ejecutan órdenes que tienen que ver todo el rato con el entretenimiento». El texto, «como una palabra divina», acompaña sus acciones. «Trabajan en entretenimiento del más macabro, el más mezquino, vulgar. Nosotros buscamos la ironía y el humor, pero ellos lo hace construyendo entretenimiento, números cabareteros, pequeñas escenas cómicas que, vistas con distancia, son perversas», y explica que «todos los contextos tienen que ver con la fiesta, pero se convierte en algo triste: como una discoteca en la que nadie baila». Gisbert siente a influencia del resto de participantes del ciclo en su obra. Hablamos de treintañeros, en su caso, mientras que Rodrigo García, Angélica Lidell, Claudia Faci o La Ribot, por citar a algunos de los artistas, les sacan entre 15 y 20 años de edad. Y asegura el director que éste «es una primera oportunidad y que el CDN haya propuesto a Pradillo hacer esto es muy bueno para las artes escénicas, no ya las contemporáneas, sino todas las españolas».
Para Elena Córdoba, todos en el ciclo tienen en común «esa idea de mostrar la escena como un espacio abierto, híbrido e ilimitado» y cree que «eso tiene un soporte muy bonito en todas las actividades alrededor del ciclo: el encuentro de dramaturgia en Pradillo va a ser un espacio de diálogo muy importante». Córdoba protagoniza junto a Claudia Faci «Impromptus. Dos propuestas sobre el amor» (Teatro Pradillo, días 25 y 28), un título que tiene mucho de puerta abierta al propio proceso creativo. Se trata del encuentro de una coreógrafa, Córdoba, y una bailarina y performer, Faci, a las que los aficionados a los nuevos lenguajes escénicos conocen bien. «La propuesta es un taller de creación abierto que culminará en un impromptus, una pieza que vamos a hacer de forma súbita, breve», explica Córdoba. «Lo interesante es una forma de desnudar una dramaturgia», cuenta la colaboradora habitual de Antonio Fernández Lera, Rodrigo García y Carlos Marquerie. «Tenemos un híbrido entre una aproximación al trabajo de creación de Claudia y mío y esa historia», explica sobre la propuesta que las une, en la que trabajarán por separado y luego combinarán sus ideas. «No es un taller, quedó muy claro desde el principio que es una especie de proceso de creación relámpago: no vamos a trabajar para mostrar nuestra forma de ver la creación, sino a hacerlo en un periodo muy rápido para terminar en un impromptu», asegura. Y explica: «Las dos llegábamos con una idea de trabajar sobre el amor, con enfoques diferentes pero sobre el mismo tema. Nos hemos encontrando y vamos a intentar que haya algún tipo de cruce, de diálogo entre esos dos procesos. El mío es un acercamiento al cuerpo enamorado: yo desde hace años trabajo un proceso que se llama ‘‘Anatomía poética’’ que se va a acercando a diferentes aspectos de la anatomía y la fisiología del cuerpo». Para ello, cuenta con la colaboración de un catedrático emérito de Cirugía, Cristóbal Pera, y de un percusionista y performer, Nilo Gallego.
El ciclo se abre al panorama iberoamericanas con «Las ideas», una pieza del autor argentino Federico León, otro de los nombres más pujantes de la escena alternativa internacional. «Las ideas», cuenta León desde su casa en Buenos Aires, donde más adelante podrá verse la pieza, «es una ficción que muestra la intimidad de un proceso de creación. Deja ver mucho lo que son mis procesos de trabajo», explica el autor, que vuelve en esta experiencia a subirse a un escenario –era actor en sus comienzos, pero hace dos décadas que los abandonó– junto a Julián Tello, a quien conoció en 2003 y con quien colabora desde entonces. En escena, ambos, en torno a una mesa de ping-pong, se interpretan a sí mismos debatiendo ideas para un montaje teatral: «Hay mucho que tiene que ver con nosotros y mucho que no. En algun momento de la obra se habla de un porcentaje, 70% de ficción y 30% de realidad, en referencia a otra cosa, a un objeto que aparece, pero refiere también a las proporciones de la propia obra. Ya desde el principio, ése es el tema: esa idea de si es importante que algo sea verdad o no, o si es importante que sea verosímil. Crear algo que el público pueda creer que es real, pero que no lo es. ¿Qué pasaría? ¿Es real o no? En el momento en el que el público lo pregunta, lo está resolviendo: ya es real».
Las nuevas tecnologías tienen un papel importante en las propuestas de León, de quien se pudo ver «Yo en el futuro» hace un par de años en Madrid. Aquí, explica, la tienen «muchísimo. A veces es como la idea de una superproducción invisible. Es una obra muy compleja técnicamente, pero no sé si, al verla, uno lo notaría. Hay una cantidad de trucos y efectos. Pero la obra no lo exhibe, es casi inivisible». Esa mesa de ping-pong se convierte en superficie de proyección sobre la que se verán vídeos. «Termina siendo como una nave o una cabeza abierta. La mesa-aparato funciona de múltiples formas. Tiene que ver con algo que me interesa sobre lo tecnológico: hay una computadora encendida durante toda la pieza y muchas cosas que pueden fallar, que no son estables y todo se acerca a la idea de buscar la estabilidad en algo que no es estable, lo cual se puede traducir en la actuación. Ése es un tema que se repite en mis obras».

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