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«La verdad sospechosa»: las mentiras piadosas de Juan Ruiz de Alarcón

Fernando Sansegundo (izda.) y Rafa Castejón, en «La verdad sospechosa»
Fernando Sansegundo (izda.) y Rafa Castejón, en «La verdad sospechosa»larazon

Dice el viejo refrán que la mentira tiene las patas muy cortas. Pero hay algunos que no escarmientan. Atrapado en una bola de nieve formada por sus propios embustes, a Don García, un joven prometedor llegado a Madrid, sólo le quedará la huida hacia delante, soltándolas cada vez más enredadas en su intento de conquistar el corazón de Jacinta. «La verdad sospechosa» es uno de esos títulos emblemáticos bien conocidos por los amantes del teatro del Siglo de Oro. La escribió el dramaturgo mexicano Juan Ruiz de Alarcón, que se hizo un hueco en la corte madrileña, y es la comedia que ha elegido la Compañía Nacional de Teatro Clásico, tras estrenarla en julio en Almagro, para comenzar su temporada 2013/14 en el Teatro Pavón.

«Ruiz de Alarcón es un dramaturgo excepcional que no tiene la fama que merece», explica Ignacio García May, autor de la versión en esta producción. «Lo que le interesa no es tanto la pura belleza formal sino el sentido profundo de las cosas que está narrando. Escribe como si estuviera obligado a hacerlo en verso por los cánones de la época, pero en realidad quisiera hacerlo en prosa, y por eso a veces sus construcciones son complicadísimas. A cambio, sus personajes tienen una complejidad psicológica desconcertante», cuenta sobre las características del hispano-mexicano. Dirigido por Helena Pimenta y protagonizado por Rafa Castejón, Marta Poveda, Fernando Sansegundo, Joaquín Notario y Nuria Gallardo, entre otros intérpretes, el texto es ríquisimo para el reparto, cuenta García May: «Helena y yo nos quedamos estupefactos cuando empezamos a encontrar unas capas de significado encima de otras. Sin duda, su "mexicanismo"y su identidad personal aparecen con fuerza, aunque no es una cuestión de vocabulario, sino de algo más importante: la idea de España que se había hecho desde el Nuevo Mundo no se corresponde con la realidad que se encuentra y esto le produce grandes decepciones».

Comedia con final moralista, García May prefiere huir de las etiquetas: «Por momentos es una comedia absolutamente descacharrante sobre el tema de Pedro y el lobo, es decir, el mentiroso al que su mentira acaba volviéndosele en contra. Pero no se queda ahí, sino que se pregunta qué es mentir, y por qué miente el protagonista; y, sobre todo, qué significa mentir como individuo en una sociedad donde la mentira no deja de ser lo habitual». Y es que, recuerda el profesor y dramaturgo, «¡en realidad todos mienten en la obra, de una forma u otra, aunque sólo se le echa en cara al protagonista, que no deja de ser el más inocente! Lo moderno de la pieza no es el aspecto moralizante, que era común en el Siglo de Oro, sino la reflexión compleja a partir de ese material que otro dramaturgo menor habría reducido a una simple comedieta». Y concede: «La España de hoy y la de Ruiz de Alarcón son la misma: una sociedad donde la gente se llena la boca de grandes palabras –honor, en el siglo XVII, libertad, democracia y justicia, en el nuestro–, pero a la hora de la verdad se practican el cinismo y la mezquindad como norma de vida. Aunque el ciudadano de ahora tiene menos justificación que el de entonces, porque ha tenido tiempo para aprender y libertad para elegir, y no los ha aprovechado».