Leo Rivera: «La comedia es tragedia más tiempo»
Leo Rivera / Actor. En «El secuestro», ha perdido el trabajo a los 50 y en plena desesperación no se le ocurre otra cosa que retener al hijo de un ministro. El desenlace, en el Teatro Fígaro.
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En tiempos de crisis, de ERE y de paro, quedarse sin trabajo a los 50 años es harto complicado. A Paco, carnicero, y a su cuñado, pescadero, les van a cerrar el mercado donde trabajan por un movimiento de especulación inmobiliaria del político de turno. Desesperado, no se le ocurre mejor opción que secuestrar al hijo del ministro de cuyo voto depende el cierre. «El secuestro», que se representa en el teatro Fígaro, es una comedia escrita por Fran Nortes –que también actúa– y dirigida por Gabriel Olivares. Leo Rivera es el cuñado. Actor polifacético, ha participado en musicales, cine y televisión, pero es el teatro el medio que prefiere.
–¿A estos extremos puede llevar la crisis?
–Desgraciadamente le puede ocurrir a cualquiera. De hecho, está inspirada en una situación real. Fran Nortes vive cerca del mercado de La Cebada y su carnicero se lo contó cuando lo iban a vender. A raíz de esto escribió la comedia. Lógicamente está exagerado y llevado al extremo porque es un vodevil, pero la situación es real.
–Una situación complicada.
–Lo que vive Paco es una tragedia para mucha gente. Pierde el puesto donde lleva trabajando toda su vida y ahora qué hace. Quedarse sin trabajo con 50 años es difícil. No hay salida laboral. En un supermercado no lo van a contratar.
–Hay que estar desesperado para secuestrar al hijo del ministro.
–Es un signo de impotencia ante el abuso de algunos políticos. La desesperación lleva a hacer algo que jamás haría en la vida.
–Es una comedia, pero con una fuerte carga social.
–Efectivamente. La gente se lo pasa bien, pero al salir comentan. Es graciosa, pero, ¿de qué nos estamos riendo? De una desgracia que actualmente afecta a mucha gente, de algo que es un problema serio para muchas personas. La comedia sirve para desengrasar ciertas cosas, reírse de ellas, pero no lo soluciona. Con un poco de azúcar, la píldora pasa mejor, que decía Mary Poppins. Es tratar esta realidad desde un prisma cómico.
–Y político.
–La corrupción está muy presente en la función. Desgraciadamente, detrás de cada operación de este tipo con muchos millones hemos visto que en la mayoría de los casos siempre hay un egipcio poniendo una mano hacia delante y otra hacia atrás para el cobro de las comisiones, sin importar las familias que puedan quedar perjudicadas.
–¿Es para tomárselo con humor?
–Paco coge la escopeta. Eso nunca, por supuesto, pero como metáfora significa que hay que hacer algo, no cruzarse de brazos. La corrupción es lamentable, miserable, pero lo malo es que la hemos normalizado. Cuando sales de España la gente no da crédito, no se lo cree, se pregunta cómo aguantamos. Lo lógico sería rebelarse, pero lo hemos asumido como algo del día a día. Con el 1% de lo que pasa aquí un político de Noruega abandona la política para siempre. Es algo de conciencia, de principios.
–Dice Nortes que la obra nace de la necesidad de reírse de uno mismo y de la adversidad, pero está más cerca de la tragedia.
–La comedia es tragedia más tiempo. Es importantísimo superar las adversidades. Está claro que en el momento en que pasa no te pones a reír, pero una manera de superarlo es tomártelo con humor y con el paso del tiempo considerarlo como un aprendizaje positivo, porque, si tragedia más tiempo no es igual a comedia, es una depresión.
–¿El arma más eficaz del ser humano es la risa?
–Pues sí, una de las más grandes, la risa y el amor. Desde el humor se puede decir todo. Es una herramienta para enfrentarse a todo.
–¿Tiene Gabriel Olivares un toque especial para la comedia?
–Es muy buen director, muy inteligente y en este tipo de funciones lo borda porque él, personalmente, tiene mucho sentido del humor. Es muy grande y no solamente en comedia.
–¿Se nota que el autor ha sido cocinero antes que fraile?
–Muchísimo. Tiene mucho oficio y desde la primera lectura ya tenía ritmo y funcionaba. Se nota mucho que es actor y sabe cómo funciona la comedia, pero además, es que escribe bastante bien. Es ingenioso y sabe captar el lenguaje que es propio de cada personaje.
–Dice que es «una visión optimista del ser humano en un entorno pesimista».
–Porque en esta situación la obra arroja un poco de luz. Muestra que con la ayuda de la familia pueden superarse los momentos difíciles, por muy complicados que éstos sean.
–Es importante la familia en estos casos.
–Por supuesto, en los peores momentos, quienes arriman el hombro son ellos, el núcleo familiar, sobre todo entre los más humildes. No tienen dinero, pero se apoyan. El papel de las mujeres, la madre, la hermana... resulta importantísimo, son leonas. En España tenemos un matriarcado importante.
–Usted es el cuñado. Mira que tienen mala fama los «cuñaos».
–Manolo representa a todos los de España. El típico fanfarrón que todo lo hace mejor que nadie, pero en este caso se quieren. Se conocen desde pequeños y son como hermanos.
–Usted viene del musical y de la televisión. ¿Qué prefiere?
–Los musicales me gustan mucho, pero me quedo con el teatro. Venir aquí cada día, dar un salto al vacío sin saber qué va a pasar es una droga que te crea una adrenalina de la que te vuelves dependiente. La energía que se produce con el público no es comparable con rodar una secuencia, son sensaciones distintas. De la que no me podría privar nunca jamás es de la del teatro.
El lector
«No soy lector de Prensa impresa. Estoy suscrito a canales de noticias por internet y tengo una aplicación que te reúne las noticias por categorías: política nacional, deporte, tecnologías...todo lo que sea actualidad, y así es como me informo cada día. Me lo leo todo, aunque lo que más me gusta es el apartado de tecnologías y videojuegos, soy un seguidor. También me interesa la sección de Cultura. Vivo informado porque hay que estarlo, pero reconozco que la política y la actualidad social no son temas que realmente me apasionen», comenta.