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Miguel del Arco: “Una historia cala más que mil ponencias”

Tras lanzarse a la piscina de la zarzuela y abrir su propio escenario, el dramaturgo comienza un nuevo sendero en el cine con el estreno, el viernes, de “Las furias”
larazonLa Razón

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La familia Kamikaze crece sin parar. No sólo en el número de personas, sino de géneros. Si en primavera Miguel del Arco sumergía a la compañía en la zarzuela y en verano tomaban el Teatro Pavón Kamikaze, ahora lo hace en el cine. «Las furias», el nombre de la ópera prima del director, que estrena este viernes, y José Sacristán, Carmen Machi, Bárbara Lenni, Gonzalo de Castro, Emma Suárez, Alberto San Juan y Mercedes Sampietro, entre otros, como seguros de vida. En ellos confió para lanzarse a la piscina y con ellos vivió la fiesta del cine, en la que los días de rodaje terminaban «con gloriosas cenas regadas por el vino». Del Arco prueba suerte para contar la historia de una familia con mil y un problemas en la que la tragicomedia griega encuentra el colchón ideal sobre el que reposar. Viendo su cara, no parece que el suyo vaya a ser un paso efímero detrás de la cámara: «Estoy en un año de mis primeras veces. Eso del eterno principiante está bien. El curso pasado hice mi primer Hamlet y mi primera zarzuela, y este año toca mi primer teatro propio y mi primera película. ¡Soy virgen!».
–Y, para seguir con la tendencia, ya enfoca hacia la ópera.
–Pero eso queda para 2018. De momento, lo que tenemos que sacar adelante es este proyecto (en referencia al nuevo teatro).
–¿Y después qué?
–A seguir contando historias. Ahora estoy con «La noche de las tríbadas», que estreno el día 29, probablemente el año que viene monte otro Shakespeare, después me iré a la ópera y luego cualquier otra cosa, como un monólogo. Pedro (Hernández, productor) ya me está apretando para hacer otra peli.
–Esperen a disfrutar el lanzamiento de ésta, por lo menos.
–La próxima espero que sea una cosa menos compleja que «Las furias». Cuando empecé estaba convencido de que no saldría adelante. Si hubiera sabido que la iba a hacer no me hubiera complicado tanto la vida.
–¿Por qué?
–Porque hay animales, niños, rodajes marinos, barcas, saltos con especialistas... Muchas cosas.
–Es trágica...
–Sí y no. No acaba bien porque la muerte sigue en su curso. Pero la vida está compuesta de momentos brillantes, que es la reflexión que hace el personaje de Machi en la boda: hay veces que te obcecas en gritar para que te vean cuando no hace falta y sí mirar al de al lado. Es lo que aprende esta familia, aunque posiblemente cuando lleguen a casa vuelvan a pelearse, pero ésa es la vida.
–Ese capítulo lo saltan...
–Hay una parte de reconocer que el amor nos salvará.
–Con el elenco ha ido a lo «fácil», entre comillas.
–Es lo inteligente. Es mi primera vez y me rodeo de lo mejor. Son familia y no los tengo que convencer de nada. Confían ciegamente en mí, hasta como cineasta. Yo daba acción y aquello era una alegría, han mantenido el rodaje como una fiesta, mientras que yo he estado muy ofuscado por los planos del montaje.
–¿Por qué meter mitología?
–Porque los griegos lo explicaron todo y muy bien. Nos inventaron. Tuvieron el talento de contar narrativamente las cosas que les preocupaban. Una historia siempre cala más que mil ponencias. Tienen una empatía que la gente entiende y eso lo hicieron los griegos creando esos mitos.
–¿Dónde se ha sentido menos incómodo?
–Con los actores, pero no me he sentido un intruso. Había hecho los deberes, que era primordial, y aun así no me he podido relajar.
–Lo que haga en el rodaje no tiene vuelta atrás...
–Ésa era mi frustración. He tenido que luchar a diario con la angustia de haber recogido o no lo que ellos han hecho delante de la cámara. Me decía: «Piensa y confía en tu instinto».
–Lo que han montado es una familia Kamikaze al 100%.
–Sí. Es muy fácil sumarse aquí. Crecemos con la gente buena que vemos por los caminos. Nos la quedamos.
–Y, por fin, les ha tocado tener casa propia e independizarse.
–Es maravilloso tener un teatro y decir a Pablo Messiez o Alfredo Sanzol: «Vente y haz de ésta tu casa». Quiero que vivan aquí. No quiero que sea el teatro de Miguel del Arco. Eso me aburre profundamente.
–¿Qué tal la relación con la burocracia?
–Antes estaba hablando del IVA... Es una putada. Hasta ahora, el ministro ha sido una cara amable y un tipo con el que se puede hablar, y confío mucho en la directora del Inaem, Montserrat Iglesias. Espero que se den cuenta de que esto hay que cambiarlo, es una vergüenza nacional que tengamos un IVA cultural al 21%. Si no cambia es muy posible que tengamos que cerrar en mayo. No puedo seguir trabajando fuera para pagar la renta de este teatro porque los márgenes que me deja la taquilla son inviables. Respecto al cine, es una obligación del Gobierno que esta industria salga a delante. Y espero que este ministro lo vea.
–¿Más allá del IVA?
–¿Estructuralmente?
–Lo que se necesite.
–Pues si yo voy a contar este proyecto al Ministerio no tengo ni un interlocutor ni una medida que me ayude a abrir un teatro. Las estructuras que tenemos son zancadillas permanentes. A veces sólo hay que aplicar el sentido común. Nosotros vivimos en un teatro y aquí la base de todo es el diálogo. Desde la crisis han desarrollado la capacidad de hablar de las cosas sin nombrarlas. Algo muy significativo porque es una perversión del lenguaje para pasar de la realidad. La vida es pacto. Una clase política que se escuda en no escuchar está equivocada vitalmente.