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Para menores y sin reparos

Regresa al Fernán Gómez el ciclo de teatro para bebés de cero a cuatro años «Rompiendo el cascarón», después de tres parado.
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Regresa al Fernán Gómez el ciclo de teatro para bebés de cero a cuatro años «Rompiendo el cascarón», después de tres parado.
Quedan cinco minutos para empezar y el alboroto en la sala se siente. Es un hecho. Aunque uno no sabe muy bien si los culpables son los niños, desorientados en el espacio, o esos padres ilusionados de ver a sus pequeños herederos en el teatro. Es el primer paso para engendrar desde ya a un pequeño –o pequeña– cultureta que, si todo sale como se espera, dentro de quince o veinte años devorará libros de Philip Roth y Orhan Pamuk y asistirá impasible a la enésima reposición de Antón Chéjov. Unos de aquí para allá; los bebés perseguidos por la sombra paterna, y los mayores buscando el sitio idóneo para empapar a los suyos de la dosis oportuna de arte. Otros quietos, ensimismados con un Nemo y una Dori humanizados que no paran de hacer movimientos lentos –algo así como buceando en un mar de aire– en el centro de todos mientras el pueblo toma asiento.
También los hay que no terminan de sentirse del todo cómodos. No están bien ni en las rodillas de su abuela, ni en el cojín privilegiado que tienen a pie de escenario. Y, por supuesto, no podían faltar los llantos. Suerte que esta vez no ha logrado su objetivo el efecto llamada y no son más que un par los que sollozan por estar en un lugar tan diferente. Oscuro, con gente desconocida y rodeados de focos cegadores. «Damitas y caballeritos; esto es el teatro y, pese a un inicio desconcertante, les va a encantar». Y así es. Se apagan las luces de más y la atención se centra en esos dos seres que ocupan la moqueta-escenario... ¡los quejidos son historia! Los niños ahora no son más que un cuerpo detrás de dos ojos enormes que siguen hipnotizados lo que ocurre a apenas medio metro de ellos. Incluso pueden tocarlo. Todo aquello que era extraño 30 segundos atrás se ha transformado en el espectáculo más apasionante y ensimismador que se pueda imaginar. Es «Rompiendo el cascarón», y a partir del miércoles comienza su IX edición en el Centro Cultural de la Villa Fernán Gómez.

Mejor que los mayores

¿Pero lo entienden? Por supuesto, y si no remóntense a Lorca cuando dijo aquello de «(el niño) es inocente y, por tanto, sabio. Comprende, mejor que nosotros, la clave inefable de la sustancia poética». Y viendo las caras parece tener la razón. Aunque también basta con echar la vista no tan atrás y comprobar el éxito de las anteriores citas.
Aun así, ya eran tres primaveras las que se cumplían desde que se celebrara el último de estos certámenes –víctima de los recortes–. Orientado para retoños de cero a cuatro años, regresa esta Semana Santa con seis espectáculos de teatro y música a cargo de cinco compañías de diferentes ciudades españolas (Guadalajara, Pamplona, Barcelona y Madrid). En total, 72 representaciones repartidas hasta finales de mayo. «Se necesita un ciclo de este tipo los doce meses. Es vital para este público, que debe recibir estímulos y propuestas desde el minuto uno de su existencia y, además, disfrutar con el arte», explican desde la organización.
En «Rompiendo el cascarón» se juega con la geometría, el ritmo, el espacio... Todo vale para despertar el interior de los más pequeños y para que comiencen a familiarizarse con el espectáculo. El primero de esta IX edición, «un poema escénico» –como lo presentan sus protagonistas– de Ultramarinos de Lucas: «Unimos una serie de imágenes y palabras y los niños se sumergen en este mundo pez. El elemento fundamental es el juego entre todos los elementos», comenta Juan enfundado en su mono de Nemo. «Pezes» abre el ciclo y lo hace avalado por el Premio Nacional de Artes Escénicas para la Infancia y la Juventud logrado en 2015. La compañía de Guadalajara también repetirá en mayo «Miramira», donde el fondo del mar y el origen del ser de su primera puesta en escena se cambiará por las formas, colores, música y movimientos de ésta.

Vínculo especial

Pero no todo en «Rompiendo» es teatro. También hay sitio para los conciertos, como los que se verán en «Arrugas en la piel» –más concretamente un «cuentoconcierto»–, de Hegan&Dream Espacio creativo, y «30 elefantes bajo un paraguas», de los bailarines y músicos La Petita Malumaluga. Y, para completar el cartel, los madrileños Baraka Teatro y Okina Teatro acercarán al Fernán Gómez «Oceanus» y «Latidos», respectivamente.
Beatriz Llorente, de la última compañía, intenta explicar la relación actores-niños: «No es necesaria la palabra. Se genera algo difícil de explicar; cercano a un sentimiento, a una emoción». «Es importante respetar el ritmo de los pequeños –defiende Beatriz, actriz de ‘‘Pezes’’–. Los adultos queremos algo más rápido y aquí eso no vale. Además, son un público muy exigente». Porque no olviden que aquí mandan ellos. Los «peques», que son los que al final dicen eso de «jo, yo quería más».