Silencios que hablan a gritos
El teatro de La Abadía presenta «He nacido para verte sonreír», un montaje para dos actores del argentino Santiago Loza dirigido por Pablo Messiez, con Isabel Ordaz y Nacho Sánchez como protagonistas
El teatro de La Abadía presenta «He nacido para verte sonreír», un montaje para dos actores del argentino Santiago Loza dirigido por Pablo Messiez, con Isabel Ordaz y Nacho Sánchez como protagonistas
Dice el autor que el texto estuvo dando vueltas mucho tiempo –20 años– hasta que se manifestó. «He nacido para verte sonreír» del argentino Santiago Loza es la historia de una despedida. También de un desgarro. Un amor doloroso. Se estrenó en 2011 en el marco del Ciclo Vos, creado y concebido en Elefante Club de Teatro de Buenos Aires sobre personajes y situaciones reducidas. Ahora lo hace en el Teatro de La Abadía bajo la dirección de Pablo Messiez –también argentino–, con Isabel Ordaz y Nacho Sánchez como protagonistas. Una madre ha decidido internar a su hijo. Sabe que en un momento de la adolescencia dejó de hablar, pero no porqué. ¿No quiere? ¿Está harto de esa madre asfixiante? ¿O, realmente, algo lo ha desconectado del mundo? Esperan al padre que vendrá a buscarlos para llevarlo a un hospital. Han tomado la decisión de internarlo para que cure su trastorno mental. La madre busca palabras de despedida, pero no hay respuesta. Él sólo toma agua. Los recuerdos golpean, insistentes. Es la historia de una mujer desesperada que ha nacido para ver sonreír a su hijo, pero no lo hace jamás, ausente, ido en un mundo inaccesible.
«Loza escribe muchas obras que son monólogos femeninos perfectos para una voz, pero en ellos suele haber otra presencia, como ocurre aquí, la madre que habla y el hijo que no lo hace por una enfermedad autista –explica Messiez–. Más allá de la circunstancia particular de la enfermedad del chico, la obra pone la mirada sobre la complejidad y el misterio de las relaciones paterno-filiales, de las madres con sus hijos». En este caso «se centra en la intensidad del dolor de una mujer que intenta posponer el momento del internamiento, provocar algún tipo de respuesta por fin en el hijo, una señal. En todo momento intenta el reclamo, que la mire, que le sonría. No quiere internarlo pero se ve en la necesidad extrema de haber tomado esa decisión junto con su marido». A pesar de esto, no está todo perdido, «es una obra esperanzada», explica el director. «Hay esperanza porque, a pesar de tocar un tema muy complejo, incluso trágico con tintes melodramáticos, tiene también un humor presente en muchos momentos de la función».
- Obra abierta
Pero, ¿qué hay tras los silencios y las miradas del hijo? ¿Reproche? «No creo –opina Messiez–, Santiago no escribe obras didácticas sobre un mensaje, más bien lo que plantea es misterio, el misterio de esa relación y la inquietud que genera la ausencia de poderes. No sabemos si es un una forma de protesta ante la madre porque, por suerte, el autor no lo resuelve. Él plantea el silencio y luego cada uno hará la lectura que le parezca pertinente, pero la obra queda abierta, no cierra ninguna lectura y esto es muy teatral, deja gran espacio al espectador para construir eso que falta». Y continúa: «El hijo, aunque no habla, está constantemente presente y su presencia es muy inquietante porque estamos habituados a que las presencias humanas hablen y él permanece mudo. Esto genera una tensión constante que es muy rica teatralmente. Ése es su protagonismo. Si ha perdido definitivamente al hijo o hay posibilidad de recuperarlo es algo que queda en la intención de la función, no se sabe, no queda definido por el autor, cada uno debe de sacar sus propias conclusiones». Igual ocurre con la madre, «posiblemente en su monólogo se esté buscando a sí misma, pero es lo mismo, todo son interpretaciones, la función no cierra ninguna idea, todo queda abierto. Cabría interpretarlo así, pero no es eso lo único que pasa». Y todo desde la riqueza de «un texto precioso, cuidado y muy poético. Santiago escribe maravillosamente –destaca Messiez–, es un autor muy personal, que plantea conflictos muy complejos de modo muy simple y esto es muy placentero». La obra está construida a base de contrastes, «cargada de contraposiciones como luz-oscuridad, limpio-sucio, calor-frío, locura-realidad. La dramaturgia se basa en la superposición de dos mundos que dialogan. La escena es un correlato de esto que sucede en la función, una visión trágica con un espacio realista atravesado por un elemento no realista».
Por otro lado, el protagonismo de la palabra lo tiene la madre. Isabel Ordaz es Mirian, pero, ¿quién es? ¿Cómo es Mirian? «Un personaje contradictorio, que se mueve en polos opuestos. Una mujer nerviosa, ofuscada por un dolor interior, que trata de comprenderse y comprender, de deshacer la culpa que siente por la enfermedad del hijo y, al mismo tiempo que le gusta contar es una buena narradora. Creativa a pesar de estar encerrada en esa situación. Posee un profundo y riquísimo mundo interior que narra para acallar su pena. Mantiene una energía vibrante que necesita para que no se le acabe el mundo. Contar historias la tranquiliza. Busca al niño que fue y ya no está. Vive la maternidad de manera voraz, como las mujeres de antes cuyo universo era ser esposa y madre. Tiene el síndrome del nido vacío. Cuando el hijo se va, se produce una sensación de inutilidad, de esterilidad, ha perdido el objeto de su vida». Para Ordaz «el silencio es un contrapunto estética y sentimentalmente, y aquí destaca el trabajo de su compañero: Nacho es exquisito, contrapesado en una sutilísima ley de equilibrios que Pablo, el director, está trabajando muy bien, que la palabra inagotable de la madre, junto a la presencia muda del hijo, formen un todo muy emotivo o emocionante».
El director de «He nacido para verte sonreír» es Pablo Messiez (Buenos Aires, 1974), un actor y dramaturgo argentino afincado en España desde hace varios años que se ha convertido en la nueva sensación del teatro español la temporada pasada, cuando estrenó «La piedra oscura» en el Centro Dramático Nacional. Esta obra, que contaba las vicisitudes entre dos soldados de bandos enfrentados en la guerra civil obligados –debido a las circunstancias– a desvelar sus miedos e incertidumbres ante el devenir de la muerte, fue la total triunfadora en la pasada edición de los premios Max con cinco estatuillas, incluida la de Mejor Dirección de Escena al propio Messiez. Lleno de emoción, le dedicó el galardón –«es el primero que he ganado en la vida», dijo– a su equipo y a su familia. Con esta nueva producción, Messiez se consolida en la escena española.
Sobre el autor: cineasta y dramaturgo
Santiago Loza, (Córdoba, Argentina, 1971), uno de los autores contemporáneos argentinos más representados actualmente y de los más significativos del teatro de la post-dictadura. «He nacido para verte sonreír», la primera obra suya que se representa en España, forma parte de una trilogía junto con «Asco» y «La vida terrenal» del ciclo Vos. Además de teatro, Loza escribe y dirige largometrajes. Estudió cine en el Instituto Nacional de Cinematografía y dramaturgia de la Escuela Municipal de Arte Dramático. «Extraño» (2003), «Cuatro mujeres descalzas» (2005), «La invención de la carne» (2009) o «Los labios» (2010), co-dirigida con Iván Fund son algunos de sus títulos. Ha participado en festivales como Cannes, Berlín y Roterdam o San Sebastián y cuenta con distintos premios. Su teatro, también premiado, destaca por retratar personajes femeninos con misterio, delicadeza y horror, con obras como «Matar cansa», «La mujer puerca» o «Nada del amor me produce envidia».
- Dónde: Teatro de La Abadía (Sala José Luis Alonso). Madrid.
- Cuándo: del 1 al 19 de marzo.
- Cuánto: de 19 a 24 euros.