«Todes» somos feministas
Ahora resulta que para defender los derechos de las mujeres hay que dejar de leer a Pablo Neruda, Javier Marías y Arturo Pérez-Reverte
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Ahora resulta que para defender los derechos de las mujeres hay que dejar de leer a Pablo Neruda, Javier Marías y Arturo Pérez-Reverte.
Son tiempos confusos. Después de una vida apoyando las reivindicaciones de las mujeres (brecha salarial, igualdad de oportunidades laborales, romper el célebre techo de cristal: ¿por qué casi no hay directoras de periódicos?), he descubierto que soy machista. Ahora resulta que para defender los derechos de las mujeres hay que dejar de leer a Pablo Neruda, Javier Marías y Arturo Pérez-Reverte (a los que he leído siempre. Con uno de ellos hasta me llevo bien: ¿me convertirá eso en un monstruo?). Eso, por lo menos, es lo que sugieren las mismas personas que firman un decálogo de 21 puntos y proponen, además, que se evite usar «todos» y «todas» para no caer en un lenguaje machista y que se use «el género neutro con la “e”, por ejemplo, “todes”», haciendo así añicos el mismo idioma que cultivaron, cuidaron y llevaron hasta algunas de las cimas más excelsas escritoras como Santa Teresa de Jesús, Sor Juan Inés de la Cruz, Emilia Pardo Bazán, Rosalía de Castro, Carmen Laforet o María Zambrano, entre otras autoras. Hace un año, un sindicato de estudiantes de la Universidad de Londres proponía eliminar de las asignaturas a filósofos blancos, ya saben, gentecilla como Sócrates, Platón, Aristóteles, Kant, Hegel y otros tantos piernas como ellos. Todos nos reímos mucho. ¿Recuerdan? Bueno, pues ahora la broma ya está aquí. Uno, que es un ingenuo, aparte de un machista, según los buenos criterios de algunas voces reputadas, considera que leer da formación y criterio, y hasta sensatez si me apuran, que es lo que, en ocasiones, vaya por Dios (¿será esta expresión machista?), parece faltar. Eso de «eliminar» lecturas de los «temarios» en aras de lo políticamente correcto no conduce, a falta de errar –no lo olviden: soy un machista que lee a Neruda, Marías y Pérez-Reverte y Platón (¿seré un racista?)–, a una civilización mejor, sino a una Camboya de infausto recuerdo. Después de las Misiones Pedagógicas de la II República, las campañas de alfabetización de la posguerra (en las que participó mi madre, soltera y con suficiente coraje para vérselas con lo peor del franquismo) y todo lo que llevamos invertido para que los chavales lean y lean en libertad lo que les venga al pairo (lo bueno, lo malo y lo peor, desde Garcilaso de la Vega hasta Marwan) tenemos que dejar de leer. Que todo sea por ser feministas.