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Toni Hill: «El acoso escolar es una de las primeras injusticias de la vida»

El novelista publica «Tigres de cristal», una obra en la que aparece el «bullying» como tema tratando desde el punto de vista del género negro
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  • Víctor Fernández está en LA RAZÓN desde que publicó su primer artículo en diciembre de 1999. Periodista cultural y otras cosas en forma de libro, como comisario de exposiciones o editor de Lorca, Dalí, Pla, Machado o Hernández.

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El novelista publica «Tigres de cristal», una obra en la que aparece el «bullying» como tema tratando desde el punto de vista del género negro.
Toni Hill (Barcelona, 1966) regresa al género negro, un territorio en el que ha demostrado ser uno de los grandes maestros actuales. Y lo hace con «Tigres de cristal» (Grijalbo), una obra en la que nos acerca a una historia de venganzas y extrarradio con el acoso escolar como telón de fondo. Todo ello narrado con una prosa adictiva.
–¿Cómo surge escribir una novela en esa periferia de los años 70, etapa que coincide con la juventud del autor?
–Es una vuelta atrás, una recuperación de espacios. Hacía tiempo que tenía dos cosas en la cabeza: una era la trama de los niños y el acoso escolar, y la otra idea, recuperar un espacio que en parte es mío. Digo en parte, porque yo llegué allí a los 14 años. Vivía en Cornellà, en el centro del pueblo. San Ildefonso, el barrio satélite, era un lugar casi prohibido, al que no se iba. Por un tema de matrículas del instituto me mandaron a unos barracones tremendos en ese barrio. Fue cuando tomé contacto con otro Cornellà, el que no está en el centro del pueblo. Quería escribir sobre eso.
–¿Tenía claro el tratar el acoso escolar como una novela negra?
–Sí, y era algo que tenía en mente desde hacía tiempo, aparte de que me gustaba la idea del doble juego: el acoso escolar en los 70 y como es ahora. Si habla con alguien que lo ha sufrido, es alucinante ver cómo le sigue doliendo mucho tiempo después. Es una de las primeras injusticias a las que te enfrentas en la vida. Quería contarlo todo, incluso cómo lo viven las familias de los acosadores. Hablamos ahora de «bullying» y antes de acoso escolar, pero cambiamos el nombre a algo que siempre ha sido fastidiar al que es diferente, al que simplemente te cae mal.
–¿Y este género era el mejor vehículo para su objetivo?
–Era el que a mí me apetecía. Es que el género es muy amplio y a veces parece que solamente deba remitirse a un crimen mucho más bestia.
–¿Es una novela con crimen?
–Sí, y con sentimiento de culpa y de no culpa.
–También hay venganza.
–Sí, una mezcla de todo. A mí lo que me apetecía es utilizar el crimen para hablar de una época y de una gente. Tal vez podría haber usado otro tipo de violencia, pero aquí me venía bien para hablar de un momento concreto y de un grupo de personajes. Ahí está la raíz negra.
–¿Ha tenido algún contacto con víctimas del acoso escolar para escribir «Tigres de cristal»?
–He hablado con víctimas, pero de las de antes. De las de ahora, no, pero es que hay un momento en el que el trabajo del escritor es imaginar, aparte de que la Prensa está llena de información. El acoso era durísimo entonces y lo es ahora. Probablemente la diferencia es que antes llegabas a casa y estabas salvado porque todo se limitaba a dos o tres tipos que te hacían la vida imposible. Ahora no porque todo sigue en las redes y no tiene fin, no acaba en el colegio. Así que hoy es más difícil porque la información, una foto, viaja a una velocidad enorme.
–¿Su novela está basada en hechos reales, en alguna experiencia personal?
–Sí, tuve una época, pero es incomparable con lo que pasa en la novela. Es un hecho que duró muy poco. Sí que recuerdo el miedo de salir de clase pensando que me estarían esperando. Es una tontería porque crees que es una cosa que debes vivir solo, no contar a nadie.
–Se lo preguntaba también por el hecho de que el narrador de la obra fuera un escritor.
–Hay un evidente juego, pero no soy yo. Me gustó darle al escritor unas características como ser autor de novela negra, pero no es una autobiografía.
–Tampoco faltan los referentes culturales a una época para construir la crónica de un tiempo.
–Juego con eso, con referentes que conocemos todos como Sandokan, Mazinger Z... Es el mundo que forma parte de mi infancia. Somos aquellos que vivimos el final de la dictadura, aunque no nos enteramos de nada, salvo que tuvieras una familia militante. Luego vivimos la Transición de manera normal, cambiando las cosas a tu alrededor, aunque sin enterarte mucho porque seguías viendo la televisión. Por eso este libro no es la historia de un crimen sino la de una época.
–¿Podríamos hablar de novela negra costumbrista?
–Pues sí, un poco sí. El problema es que el costumbrismo es difícil entenderlo bien. «Tigres de cristal» es básicamente una novela de personaje. ¿Hay un crimen? Sí, lo hay claramente, pero no juega con esconder información al lector.