Un año largo y muy corto
¿Un año ya? Parece que fue ayer cuando lo vi por última vez. Y sin embargo fue a mediados de octubre, la víspera del Premio Planeta de 2014, en un almuerzo informal que poco a poco se ha ido convirtiendo en un agradable rito. Como miembros del jurado era nuestra ocasión para hablar con él, preguntarle sobre temas de actualidad, conocer su opinión y, al menos en mi caso, aprender mucho de alguien que tenía una enorme inteligencia y, si cabe, un más extraordinario sentido común, ese que dicen es el menos común de los sentidos. Lo encontré tan animoso y lleno de planes como siempre. Los grandes hombres son así; aun cuando conocen lo adverso de su destino, se esmeran en conjurarlo. Y lo cierto es que solo ellos lo logran. La naturaleza sigue su rumbo inexorable y cumple su sentencia pero los que son como José Manuel nunca nos dejan del todo.
Con él aprendí que esta no es solo una de esas frases que queda bien decir. José Manuel sigue con nosotros en el bien hacer que él aprendió de su padre, a continuación hizo suyo y ahora ya forma parte del ADN de esa gran familia que es Planeta y a la que me gusta pensar que pertenezco, al menos un poco.
Y José Manuel también está con nosotros en el entusiasmo que supo contagiarnos, y en un detalle que para mí tiene especial valor: en la bonhomía de alguien que practicó siempre esa cada vez más rara premisa de que se debe ayudar a los demás «sin que la mano izquierda sepa lo que hace la mano derecha».
Por eso, para quienes lo queríamos y admirábamos, ha sido un año largo y a la vez muy corto. Largo porque le echamos de menos, corto porque siempre que vuelvo al Premio Planeta o visito la editorial tengo la sensación de que la puerta se abrirá de un momento a otro y ahí estará él con su sonrisa socarrona y con su forma de hacer sentir especial a quien quiera que tuviese delante.
Como antes, como siempre.
*Escritora